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www.medjugorje.ws » Eco de Maria Reina de la Paz » Eco de Maria Reina de la Paz 194 (Julio-Agosto 2007)

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Mensaje del 25 de mayo de 2007
“¡Queridos hijos! Orad conmigo al
Espíritu Santo para que, en el camino de
vuestra santidad, os conduzca en la bús-
queda de la voluntad de Dios. Y los que
estáis alejados de la oración, convertíos y
buscad, en el silencio de vuestro corazón,
la salvación de vuestra alma, y alimentad-
la con la oración. Yo os bendigo a todos
uno por uno con mi bendición maternal.
¡Gracias por haber respondido a mi lla-
mada!”
Orad conmigo
al Espíritu Santo
Fieles a la orden recibida de Jesús (Hch
1, 4-5) los once Apóstoles no se alejan de
Jerusalén y esperan al Espíritu Santo asi-
duos y conformes en la oración, junto a
algunas mujeres y a Maria, madre de Jesús
y con los hermanos de Él
(Hch 1,14). Hoy, al
igual que entonces, María nos acompaña en
la espera del Espíritu, espera junto a noso-
tros la llegada de Pentecostés. Cierto que no
es exactamente como hace dos mil años,
pero las diversidades exteriores, aunque
muy llamativas, no son las que señalan la
diferencia entre los dos eventos. La verdade-
ra diferencia está en la fe con la que se espe-
ra al Espíritu Santo y en el consiguiente
abandono a Su acción de fuego transforma-
dor. Podemos orar y decir novenas y mas
cosas, pero si no estamos dispuestos a ser
mínimamente transformados por el Fuego
del Espíritu, ¿que valor tienen? Si no desea-
ra ardientemente desaparecer en el Fuego
del Amor, no soy nada... nada me sirve (Cf.
1 Cor 13).
¡Queridos hijos! Orad conmigo al
Espíritu Santo para que, en el camino de
vuestra santidad, os conduzca en la bús-
queda de la voluntad de Dios.
Esto es lo
que debemos pedir al Espíritu Santo y para
asegurarnos de que sea oración verdadera,
oremos con Maria. Ella misma nos invita:
orad conmigo.
Oremos con Ella; oremos con Sus palabras;
oremos con Su Corazón. No se precisan
grandes discursos, ni frases rebuscadas; bas-
ta un monosílabo, basta un Sí, Su Sí, Su Fiat
a la Voluntad del Padre y el Espíritu Santo
realizará en nosotros esta Voluntad, como ha
hecho con Maria. Orar al Espíritu Santo
para que nos conduzca en la búsqueda de
la voluntad de Dios
equivale a permitir que
el Espíritu la realice en nosotros y para
nosotros. Así se procede en el camino de la
santidad,
o sea de la vida en Dios. Nuestra
contribución activa es la aceptación de la
voluntad de Dios; la capacidad de realizarla
no está en nosotros, ni en nuestras virtudes,
sino en la gracia que Dios nos da. Esta ver-
dad nos da coraje, y al mismo tiempo elimi-
na cualquier excusa cómoda que pueda
retardar nuestro Sí.
La segunda parte del mensaje se refiere a
los que están lejos de la oración, los que no
oran o lo hacen solo formalmente, cuidándo-
se mucho de mantener su corazón lejos de
un compromiso real. Y los que estáis aleja-
dos de la oración, convertíos y buscad, en
el silencio de vuestro corazón, la salvación
de vuestra alma, y alimentadla con la ora-
ción.
Ésta es la exhortación de María, clara,
fuerte, esencial. Sus palabras no suenan a
reprimenda sino que trazan etapas precisas y
fundamentales. Lo primero, la invitación a
convertirse, o sea a orientar la mente, el
alma y el corazón hacia el Amor misericor-
dioso de Dios, a disponerse a acogerlo y
vivirlo en la propia vida. Luego dedicarse a
la salvación del alma y alimentarla con la
oración.
La conversión llama la atención del
hombre hacia Dios, no por deseo de evasión
sino por búsqueda de nuestra verdadera
esencia. La oración no es una opción o un
extra, sino una necesidad vital para el alma,
es su alimento. Todo ello, en el silencio del
corazón
, en el escondite tan querido por
María y tan necesario para que los clamores
del mundo no cubran los suspiros del
Espíritu. Que la bendición maternal de
María
que baja sobre todos nosotros, sin
exclusión alguna, nos convierta y nos dis-
ponga a acoger en plenitud y en alegría el
Espíritu de Dios que sólo espera nuestro
para realizar en cada uno de nosotros el
Amor eterno del Padre.
Nuccio Quattrocchi
Mensaje del 25 de junio de 2007
Aniversario de las apariciones
“Queridos hijos, también hoy, con gran
gozo en mi corazón, os invito a la conver-
sión. Hijitos, no olvidéis que todos sois
importantes en este gran plan que Dios
lleva adelante a través de Medjugorje.
Dios desea convertir el mundo entero y
llamarlo a la salvación y al camino hacia
Él, que es el principio y el fin de todo ser.
De manera especial, hijitos, os invito a
todos desde lo profundo de mi Corazón, a
abriros a esta gran gracia que Dios os da
a través de mi presencia aquí. Deseo dar
las gracias a cada uno de vosotros por los
sacrificios y oraciones. Estoy con vosotros
y os bendigo a todos. ¡Gracias por haber
respondido a mi llamada!”
¡Gracias, Madre!
Hoy se cumple el 26 aniversario de la
presencia de María, nuestra Madre, en
Medjugorje, y su mensaje desciende sobre
nosotros, su pueblo, como lluvia benéfica
que irriga y da vida. Sus palabras son afec-
tuosas pero fuertes; transmiten alegría y con-
ciencia al mismo tiempo, esperanza e invita-
ción a la conversión.
Nos recuerda la impor-
tancia de Medjugorje y de cada uno de noso-
tros en el plan divino de salvación: Hijitos,
no olvidéis que todos sois importantes en
este gran plan que Dios lleva adelante a
través de Medjugorje.
El gran plan de Dios
pasa a través de la conversión universal. Dios
desea convertir el mundo entero y llamar-
lo a la salvación y al camino hacia Él, que
es el principio y el fin de todo ser.
La conversión es dejarse renovar por
Dios. “Aquel que estaba sentado en el trono
dijo: “He aquí que yo hago nuevas todas las
cosas”… “Yo soy el Alfa y el Omega, el
Principio y el Fin. Al que tenga sed yo le
daré gratuitamente agua de la fuente de la
vida”
(Ap 21, 5-6). La conversión es un pro-
ceso siempre vivo, que no concluye nunca
en nuestra vida terrena; es el camino hacia
Dios. Tendremos sed a lo largo del camino
pero Él nos dará gratuitamente agua de la
fuente de la vida.
Ésta es el agua que mana
del costado de Cristo (Jn 19, 34) y nos sacia-
rá toda sed menos una: la sed de Cristo (Jn
19, 28). Es la sed de quien desea vivir ya no
más para sí mismo, sino para Cristo muerto
y resucitado. Nuestra vida vale sólo si es
misión que Dios nos ha confiado y vivida en
camino, con Cristo y con los hermanos,
hacia el Padre. Mi vida no puede pasar de
una cosa a otra, no puede cerrarse en la auto-
compasión, ya no puede oscilar, entre tantas
satisfacciones egoístas y pocos actos de
generosidad. Mi vida es poder decir con el
apóstol Pablo, ya no soy yo quien vive, sino
que es Cristo que vive en mí.
Conversión es
un proceso de transustanciación de la cria-
tura humana en Jesús; en él la criatura está
“En el abrazo de Cristo,
nace el hombre”
(Pasternak – “El doctor Zivago”)
Julio - agosto
2007
- Editado: por Eco di Maria, C.P.
47 - 31037 LORIA (TV)
(Italia) - Tel / fax 0423. 470331
A. 23, N° 7-8; Esd.a.p. art.2,com.20/c, leg.662/96 filiale di MN-Autor.tribun.MN: 8.11.86, ccp 14124226
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llamada a convertirse en Eucaristía viviente.
En este proceso tenemos una continua,
imprescindible necesidad de la gracia divina
sin la cual no sería posible la comunión con
Cristo Jesús. Esta gracia Dios la alarga a
manos llenas, con infinita misericordia. La
presencia de María en Medjugorje es una
gracia de grandeza excepcional. A quien en
la Iglesia duda de la necesidad de esta pre-
sencia, le pedimos que haga como María que
custodiaba en su Corazón lo que no com-
prendía (Lc 2, 51), o si esto es demasiado,
que siga el consejo de Gamaliel (Hch 5, 34-
39). A quien en cambio cree en la presencia
de María en Medjugorje le pedimos que gra-
be en su corazón la invitación de María: os
invito a todos desde lo profundo de mi
Corazón, a abriros a esta gran gracia que
Dios os da a través de mi presencia aquí.
La apertura del corazón, que María nos ha
pedido siempre, es esencial para vivir y
transmitir el Amor que Dios revela en Jesús.
Dios ama al justo y ama al pecador, por cuyo
retorno sacrifica al Hijo. Este Amor nosotros
debemos vivirlo y testimoniarlo, con la vida
y no con las palabras, en cualquier circuns-
tancia.
N.Q.
EL PAPA PEREGRINO EN
ASÍS
Pedro visita a Francisco
Era un joven entre tantos cuando en las
calles de un Asís medieval, Francisco pasea-
ba con sus compañeros de festejo, alegre y
festivo, genial también entonces en la capaci-
dad de involucrar a todos con su desenvoltu-
ra. Despreocupado de los problemas sociales
y religiosos gastaba y se prodigaba, desean-
do para sí lo mejor, incluida la gloria cuando
decidió partir al frente. Pero no fue muy lejos.
En la cercana ciudad de Perugia, de hecho,
Francisco fue encarcelado durante un año
entero. Humanamente una desgracia, espiri-
tualmente la salvación, porque cuando volvió
a casa de su padre, un rico mercader de telas,
Francisco advirtió en su corazón una llamada
del todo especial, capaz de arrancarlo de las
redes de una mundanidad cegadora y sumer-
girlo en el abismo de un amor “que supera los
altos montes”. Un amor que tomó posesión
de su corazón y no lo abandonó más, de
hecho fue este nuevo amor el que obligó al
joven de Asís a dejar todo el resto para ocu-
parse sólo de Él…
Es la historia de una conversión profun-
da, radical, como otras muchas. Pero aquella,
que tuvo lugar exactamente hace 800 años en
una pequeño pueblo del centro de Italia, fue
decisiva no sólo para aquel Francisco de las
elegantes movidas, sino para multitud de gen-
te que en estos ocho siglos han seguido las
huellas de quien todos conocemos como “el
pobrecillo de Asís”.
La memoria de este acontecimiento tan
importante se está celebrando a lo largo de
todo el año, desde octubre de 2006 hasta
octubre de 2007. Se recuerda una conversión
personal pero que es ahora patrimonio común
porque no deja de producir siempre nuevos
frutos: conversiones juveniles, consagracio-
nes religiosas…
Huésped de honor en este contexto de
fiesta ha sido el Santo Padre Benedicto XVI,
peregrino
durante todo un día en Asís el
pasado 17 de junio. Fueron numerosos los
momentos en los que el Papa se paró con los
fieles, las clarisas, los frailes, los políticos,
etc… Pero el momento más emocionante, el
que él mismo ha definido como “el culmen”,
fue el encuentro con los 10 000 jóvenes reu-
nidos en la plaza que está al lado de la
Porciúncula, cuna de la Orden franciscana:
“San Francisco habla a todos, pero sé que tie-
ne por vosotros jóvenes una atracción espe-
cial”, exclamó convencido el Santo Padre,
feliz de encontrarse ante jóvenes serenos,
sedientos de verdad y de consuelo.
“Nos hacemos miles de preguntas, y nos
cuesta encontrar respuestas convincentes, y
estamos tentados de pensar que la verdad no
existe, que cada uno tiene su verdad”, dice un
joven, Marco, en nombre de todos los allí reu-
nidos; “naturalmente nos gusta estar alegres,
pero también nosotros sentimos como el Papa
que la mera diversión no nos hace felices.
Ayúdenos, Santo Padre, a comprender y a
hacer nuestra la experiencia de Francisco”.
No se hizo de rogar mucho el Santo
Padre, y con su elocuencia acostumbrada
recordó los rasgos de aquel joven que no
vaciló en despojarse totalmente de todo, para
revestirse del único Bien necesario: “Su con-
versión aconteció cuando estaba en la pleni-
tud de su vitalidad, de sus experiencias, de
sus sueños – exhortó el Papa-. Habían trans-
currido veinticinco años sin que comprendie-
Es Jesús que pasa
Sucede una sola vez al año este paso de
Jesús entre las casas, pero es sólo la mani-
festación exterior de lo que realmente acon-
tece, de manera invisible, cada día: Jesús
está vivo y presente en la vida de los hom-
bres, camina con ellos, camina entre ellos.
Sólo que no le vemos. Por esto, es importan-
te el día del Corpus Chrsti, la procesión que
lleva el Pan eucarístico por la ciudad; un pan
en el que la presencia del Señor es absoluta-
mente real. La Iglesia quiere “llevar ideal-
mente al Señor Jesús por todas las calles y
barrios de Roma”, ha dicho el Papa
Benedicto a la muchedumbre reunida ese
día, “Le adentraremos, por así decir, en la
cotidianeidad de nuestra vida, para que Él
camine donde nosotros caminamos, para
que Él viva donde nosotros vivimos”.
¡Qué importante es sentir a Jesús a nues-
tro lado en esas largas jornadas en las que a
menudo estamos inquietos, preocupados y
oprimidos por el cansancio! Y si le ignora-
mos, por la noche nos sentimos flojos y
vacíos: “Para cada generación cristiana, ha
explicado el Santo Padre, la eucaristía es el
alimento indispensable que la sostiene mien-
tras atraviesa el desierto de este mundo,
desecado por sistemas ideológicos y econó-
micos que no promueven la vida, sino que,
más bien, la mortifican. Un mundo - añade -
donde domina la lógica del poder y del pose-
er en lugar de la del servicio y del amor; un
mundo donde, no en pocos casos, triunfa la
cultura de la violencia y de la muerte”.
No descuidemos pues este precioso equipa-
je, indispensable en nuestro viaje terreno:
“El Misterio eucarístico”, concluye el Papa,
“es el don que Jesucristo hace de sí mismo,
revelándonos el amor infinito de Dios por
cada hombre. Los apóstoles lo recibieron del
Señor en la intimidad de la Última Cena,
pero estaba destinado para todos, para el
mundo entero. Por esto debe ser proclamado
y expuesto abiertamente, para que cada uno
pueda encontrar a Jesús que pasa como
sucedía en las calles de Galilea, de Samaria
y de Judea; para que cada uno, recibiéndolo,
pueda ser sanado y renovado por la fuerza de
su amor”.
Red.
ra el sentido de la vida… Detrás de ese estilo
de vida estaba el deseo de felicidad que habi-
ta en cada corazón humano. ¿Pero podía
aquella vida dar la alegría verdadera?
Francisco ciertamente no la encontró.
Vosotros mismos, queridos jóvenes, podéis
comprobar esto a partir de vuestra propia
experiencia. La verdad es que las cosas finitas
pueden dar destellos de felicidad, pero sólo el
Infinito puede llenar el corazón… Como le
sucedió a Francisco, Cristo habla también a
nuestro corazón. Corremos el riesgo de pasar
la vida entera ensordecidos por voces ruido-
sas pero vacías, corremos el riesgo de dejar
pasar su voz, la única que cuenta, porque es la
única que salva”.
Los jóvenes estaban muy atentos a las
palabras paternales del papa Benedicto, que
deseoso de tenerlos cerca, en un momento
determinado exclamó: “Sois, queridos jóve-
nes, mi alegría, como lo fuisteis de Juan
Pablo II”. Naturalmente los aplausos y los
coros que hacían eco de su nombre ya res-
pondían a esta petición de afecto y de com-
partir que el anciano pontífice lanzó a estas
nuevas generaciones de cristianos: “Es tiem-
po de jóvenes que, como Francisco, se
tomen en serio y
sepan entrar en una
relación personal con
Jesús. Es momento
de mirar a la historia
de este tercer milenio
iniciado hace poco
como a una historia
que necesita más que
nunca ser fermentada
por el Evangelio”.
Redacción
Cristo Señor,
Que hace ocho siglos pediste a Francisco
Que reparase tu casa,
y en este Año de la Conversión
Nos llamas a seguir sus huellas,
Concédenos convertirnos a Ti,
Con todo el corazón.
Infunde en nosotros tu Espíritu Santo,
Y danos una fe recta,
Esperanza cierta, caridad perfecta.
Haz que te contemplemos
Como Francisco en San Damián,
En tu mirada viva de Crucificado Resucitado.
Haz que te encontremos,
Como Francisco te encontró en el leproso
En tantos sufrimientos y pobrezas
De nuestros hermanos.
Concédenos ser Iglesia viva,
Ardiente en la práctica y
En el anuncio del Evangelio,
Salvada en la unidad de sus familias,
Rica en amor y generosa en el servicio,
En comunión con los Pastores,
Y en diálogo con todos.
Enseña a los jóvenes el camino
del amor verdadero,
Y llama a muchos a servirte
En el sacerdocio y en la vida consagrada.
Ilumina y sostén al Papa Benedicto XVI,
Al que esperamos con amor de hijos,
Dispuestos a seguir sus enseñanzas.
Que María nos acompañe,
Tu Madre y nuestra Madre,
Virgen hecha Iglesia.
Que nos sostengan nuestros Santos Patronos.
Honor y gloria a ti,
Que vives y reinas con el Padre y el Espíritu
Por los siglos de los siglos. Amén.
2
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Quién es la Madre del Buen Consejo
“…Entre todas las flores
de la primavera,
Virgen
Santa, tú eres la más bella
flor...”
Es el comienzo del
himno a la Madre del Buen
Consejo que la gente de
Genazzano, pequeño pueblo
del Lazio, cerca de Roma,
canta a “su Virgen” con todo
el corazón y con todo el amor.
En el lenguaje humano
algunos términos tienen un
gran valor y un gran peso que
con sólo nombrarlos vibra el
corazón, así sucede también con el título,
Madre del Buen Consejo, con la que es hon-
rada la Virgen Santísima en la Orden
Agustina y por todo el pueblo cristiano. De
hecho, ¿que persona no se ilumina con luz
especial, al nombrar la palabra “madre”, con
reflejos como: el agradecimiento, el afecto,
el sacrificio, la gratuidad, la oblación y la
precaución? Porque el ser madre, significa,
principalmente, dar vida.
Así, el apelativo “Buen Consejo” com-
pleta este “ser madre” en una relación de
amistad y de confianza propia de dos cora-
zones que se buscan y se aman por vía natu-
ral, pero en la experiencia de Maria, lo hace
proyectando sobre lo humano una luz divina
porque Cristo es el “Consejo” del Padre para
una humanidad que arriesga ahogarse y per-
derse entre los pecados.
El origen de este título nace del
Santuario agustino de Genazzano (Roma)
donde desde 1467 es muy venerada una pre-
ciosa pintura mural que representa a la
Virgen tiernamente cogida del cuello por su
hijo Jesús. El origen hace referencia a un
hecho en cierto modo prodigioso, por lo
menos así fue visto por la gente de la época:
una muy devota imagen de la Virgen Maria
que acaparó la atención de todos. El padre
Ambrogio de Cori afirma que el 25 de abril
de 1467, hacia el ocaso, “quaedam imago
Beatae Virginis in pariete dictae aclesiae
mirabilia apparuit”
(la imagen que se vene-
ra en la pared de esta iglesia apareció mila-
grosamente
). De este escrito se desarrolló
una espectacular tradición autenticada por el
testimonio de un pueblo que desde siempre
reconoce en esa imagen a su patrona y pro-
tectora: el pueblo de Albania.
En realidad este titulo pertenecía a la
pequeña iglesia, en ruinas y muy necesitada,
de los agustinos en el centro de Genazzano.
Quien se hizo cargo de esta obra fue la
Terciaria agustiniana, la Beata Petruccia,
que agotados los fondos de los que disponía,
mantenía su fe de que La Beata Virgen y San
Agustín iban a intervenir para llevar a cabo
la entera reconstrucción. Las oraciones fue-
ron escuchadas y la espera fue premiada.
Y justamente la noche del
25 de abril de 1467, fiesta de
San Marcos, al atardecer,
sucedió algo que cogió a todos
por sorpresa y que les hizo
gritar el milagro. Inicialmente
la pintura “aparecida” fue lla-
mada “ Virgen del Paraíso”,
por la dulzura y la belleza de
la imagen; luego “Virgen de la
Plaza”, por el lugar donde se
hallaba la iglesia, y también
“Virgen de Genazzano” por el
nombre del pueblo, pero para
todos se quedó el antiguo titulo de Madre del
Buen Consejo. Se dijo también que la pintu-
ra llegó de la ciudad de Scutari, en Albania,
en el tiempo de la invasión turca y que los
mismos Angeles la transportaron para que
esa Santa Imagen no fuera profanada. Aún
hoy, esta devoción es muy oída por los alba-
neses que llegan a cantar: “”Vuelve oh
Madre Pía, vuelve a Albania”.
Entre todos
los santos y beatos que han visitado el san-
tuario debemos subrayar las numerosas visi-
tas de la Madre Teresa de Calcuta, también
ella originaria de Albania.
El tema que tal imagen representa es el
intenso abrazo del Hijo a la Madre, donde
se ve con claridad que la fuente de energía
esta en el Dios encarnado, de quien la
Madre recibe una fuerza y una luz que la
hacen “divinamente bella”.
El culto de la Madre del Buen Consejo,
difundido por los agustinos y favorecido por
los Sumos Pontífices, ha hallado en el cora-
zón de los fieles un gran favor y seguimien-
to, hasta llegar a multiplicarse sin medida en
iglesias, altares e imágenes dedicadas a Ella.
León XIII, en 1903 dispuso que en las
Letanías Lauretanas se invocara a la Virgen
con el titulo Mater Boni Consilii. La fiesta
litúrgica, que al principio coincidía con el
25 de abril, día de la “Venida”, ahora se
celebra el 26 del mismo mes.
Invoquemos ahora, como verdaderos
hijos, a la más tierna de las madres:
Alégrate, oh María, Imagen de la Iglesia
y Madre dulcísima del Buen Consejo. Tú
eres nuestro modelo, la señal de esperanza
segura en nuestro peregrinar. Por esto en el
camino de la vida, árido y tortuoso a causa
de las fuerzas devoradoras de la violencia y
del poder, mirándote aprendemos a que
Cristo crezca en el corazón de los hombres,
aprendemos, a pesar de todo, a sembrar el
Bien, la Verdad y la Belleza; porque confia-
mos en la fuerza del Evangelio, la única que
nos hace semejantes a ti, oh Maria, Imagen
de la Iglesia y Madre nuestra dulcisima del
Buen Consejo. Amén
P. Ludovico Maria Centra O.S.A
Un canto para Él
(pensamientos sencillos)
de Pietro Squassabia
Leyendo la Biblia, y no sólo los
Evangelios, te encuentras muchas veces con
Jesús. Lo ves en multitud de sucesos narra-
dos en este Libro Santo. Casi diría te Lo
encuentras en todas partes. Toda la Biblia
parece hablarnos del plan de amor de Dios
para la humanidad, realizado a través de
Jesús. Toda ella parece desvelarnos el miste-
rio de Dios que sacrifica a su propio Hijo
para donárnoslo, a pesar de nuestro pecado.
Toda ella parece el Tesoro escondido aún por
descubrir, toda parece hablarnos de Jesús.
Así, en la figura de Moisés ves a Jesús
que libera a cada hombre de la esclavitud del
pecado. Lo puedes ver incluso en el maná
que alimenta a cada persona hambrienta de
Verdad, en la serpiente de bronce que salva
de las mortíferas mordeduras del pecado, en
la semilla que muere para donarnos frutos
de salvación, en los niños porque El se ha
hecho pequeño para estar junto a nosotros y
en nosotros. Y así se puede decir de cada
página de la Biblia: todas hablan de Jesús.
La Biblia, en definitiva, parece toda escrita
para El, parece toda ella un canto a Jesús, “el
mas bello de entre los hijos del hombre”
que
por amor del Padre y del hombre se hizo
muy humilde, como uno ante el cual se ocul-
ta el rostro”
(Is 53, 3).
La Biblia parece el canto del Padre al
Hijo en el que se complace desde la eterni-
dad; el canto de la Madre al Hijo, de quien
siempre está en contemplación, y de quien
alcanza todo el amor; el canto del hombre a
Jesús, Cordero sacrificado para la salvación
de todos. La Biblia parece el canto del cielo
y de la tierra al Amigo, que llega a ser moti-
vo de júbilo para el universo entero.
Por esto María nos invita a leer la
Biblia y a tenerla a la vista en nuestras
casas, porque nos quiere llevar a Jesús. Si.
Maria, invitándonos a leer la Sagrada
Escritura, nos acompaña inevitablemente a
Jesús, nos hace descubrir a la persona de
Jesús. Esto desea nuestra Madre: llevarnos
todos a El.
Guardemos pues las palabras de este
Libro, conservémoslas en el corazón y con-
templémoslas de manera continuada.
Hagamos como María que custodiaba y
meditaba lo que veía y oía de Jesús: así
podremos seguramente encontrarle a Él.
Maria quiere ayudarnos en esto: pidámoselo
con fe.
Tal vez, así, podremos experimentar la
felicidad de caminar junto a Jesús, a través
de un recorrido que pasa inevitablemente
por esa puerta estrecha, que para Jesús ha
sido su Pasión, como ejemplo para nosotros.
Gracias María, porque nos sugieres este
instrumento de salvación. Gracias, Jesús
porque eres nuestra salvación.
“Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea plena” (Jn 16, 24)
La alegría que prometió Jesús y la alegría de quien sabe encontrar la plenitud en el vaciarse continuamente de un
camino que nunca acaba y de un viaje que siempre va adelante que es propio de ese dinamismo de relación en el
que el Señor, muerto y resucitado, quiere introducirnos: la vida intradivina que está siempre en movimiento y
nunca permanece estática y satisfecha de sí misma, sino que es toda deseo.
Fratel Michael Davide
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Eco 194
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V
ACACIONES
,
TIEMPO DE
D
IOS
En un encuentro de oración en el que participé hace unos días, varios jóvenes fueron
invitados a meditar sobre el tiempo de las vacaciones como tiempo de Dios, como tiem-
po favorable para buscarLe y dedicarse a El. En este contexto, un joven de 24 años explicó
que pasará todo el mes de agosto en una misión salesiana de Kenya, junto a otros veinte
jóvenes de nuestra diócesis de Macerata (Italia). Su testimonio me ha realmente impresio-
nado. Es bello y confortante oír a los jóvenes que entre tantas voces reconocen la Voz, que
entre tantos valores, saben escoger lo que mas vale.
No es común esta elección para gestionar el tiempo libre personal, pero hay quien lo
hace, quien está listo para apostar, para arriesgar. Cierto, no todos podemos hacer lo mismo,
no todos tenemos las mismas posibilidades y no a todos el Señor les pide las mismas cosas,
pero seguramente que a todos nos llama a saber vivir nuestro tiempo como Su tiempo,
tiempo que Él ha venido a habitar y a redimir. Así nos anuncia San Lucas: “el tiempo se ha
cumplido...” El tiempo en el que vivimos es tiempo de Dios, es un tiempo pleno, un tiempo
cumplido.... Ya hoy se nos permite percibir ese cumplimiento y esa plenitud que es el Verbo
de Dios hecho carne.
Quisiera que todos los lectores se pararan a considerar los días que van a disponer pró-
ximamente para descansar y relajarse también como un tiempo que la Providencia ofrece
para el encuentro con Dios. Porque solo encontrándole a El, hallamos el verdadero des-
canso
, la verdadera paz.
Todos conocemos esa bellísima expresión de Jesús, descrita por Mateo en el capitulo 18,
versículo 22: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Luego
sigue “Aprended de mí....”Reposar con Dios siempre es constructivo. Estando con el Señor
siempre se aprende. Estar con Él en cada momento de nuestra vida sólo nos hará crecer,
mejorar y entrar en la “verdadera vida”, como a menudo ama repetir el Sumo Pontífice.
Sí, los cristianos son aquellos que deben aprender a apreciar cada instante de la vida, y
también el tiempo de las vacaciones, como lugar del que Dios se sirve para mostrarse,
para llamar, para sanar, para infundir su Espíritu que renueva todas las cosas.
Quien tenga ocasión de poder gozar de vacaciones, lo haga pues en la escuela de Jesús, que
es escuela del Padre, escuela de amor, recordando siempre que Dios no se va de vacaciones
y que nosotros no podemos irnos de vacaciones lejos de Él.
p. Gabriele Pedicino O.S.A.
¿Conoces
el agua fresca?
de Stefania Consoli
¡Qué alegría encontrarla cuando el calor
nos agobia, o cuando nos abrasa el cuerpo
expuesto al sol! Su frescura nos alegra, pero
también su pureza, signo de que nada sucio
la ha contaminado. Nos sentimos seguros
cuando con su transparencia, el agua deja
ver “el fondo” de las
cosas, y somos atraídos
para explorarla.
Tocándola, sumergién-
donos en ella, o bebién-
dola es como si todas
estas cualidades entraran
en nosotros y nos trans-
formaran. ¡Y porque no, visto que en gran
mayoría estamos hechos de agua!
¿Conoces el agua fresca? Bien, pues
así es María: agua fresca y pura, siempre
lista para recorrernos y limpiarnos de la
suciedad del pecado. Sumergidos en ella
advertimos la levedad del ser, al no existir
gravedad, y podemos abandonarnos a ella
libremente. Como en el mar, cuando flota-
mos. Sólo que aquí no me refiero a la fuerza
de gravedad sino a la gravedad de la culpa,
nuestra o ajena, al peso del mundo, que nos
oprime con sus exigencias materiales, ago-
biantes y molestas.
Brotando del corazón del Padre, fuente
de gracia perennemente abierta, María llega
a nosotros como un ágil riachuelo, capaz de
superar cualquier obstáculo, incluso esas
piedras de nuestra obstinación e insinuándo-
se en las fisuras de nuestra alma, para sose-
garla y apagando su sed. Cada toque suyo es
un beneficio, cada gota, un alivio. Procede
segura y tranquila como un torrente que flu-
ye desde la eternidad y entra en el tiempo,
llenando sus canales de vidas desecadas,
regando los campos de los pobres usurpados
por los ricos, llenando el vacío de las muer-
tes imprevistas, de lutos inesperados.
Poblaciones enteras sufren la sequedad de la
fe, y Ella, como lluvia beneficiosa, se derra-
ma con calma y regularidad, enterneciendo
los corazones, que como piedras del desier-
to yacían endurecidos porque nadie les
anunciaba la Verdad
Pero esto no es todo. Si callamos, si
hacemos silencio, sentimos como el agua se
vuelve música y relaja la mente ansiosa;
como cuando junto al
mar la ola bate sobre la
orilla, o junto a una
fuente que va echando
agua a ritmo acompasa-
do. Escuchar nos da paz
y tranquiliza al alma. Y
así, si permaneces en
silencio mientras oras,
oyes la voz de Maria, adviertes su canto, la
melodía de notas que salen incesantemente
de su corazón para hablarnos, consolarnos y
tranquilizarnos, como les sucede a los niños
cuando oyen la voz de su mamá.
Entre los montes de una zona de piedras,
una fuente purísima ha brotado hace ya 26
años y sigue dándonos agua, cada día, para
mitigar la sed de Dios que cada uno de noso-
tros lleva dentro. En Medjugorje, María es
agua fresca
, y está allí para todos. Millones
de peregrinos de todas las razas recogen ese
agua para luego llegar a casa con sus enva-
ses llenos: de conversión, de oración renova-
da, y de sacramentos vividos. Esta allí desde
hace tanto tiempo y no se estanca, esta siem-
pre en movimiento porque es dinámica la
falda de la que surge: el mismo seno de la
Trinidad.
Es fácil recibir este agua, basta con
poner las manos. Posiblemente vacías.
También el corazón, así Ella no se irá nunca.
Al servicio
del testimonio
Son todavía incontables los peregrinos
que siguen llegando a esta tierra bendita,
muchos de ellos por vez primera. Todos
muestran esa sed de saber algo más, de cono-
cer a Dios, de oír esa voz adicional que les de
algún consejo de como orar, de como acer-
carse a Dios. Es una alegría ver ese deseo en
las almas y pienso que la Virgen desea que
cada peregrino comience un verdadero y
propio camino de conversión personal.
Sólo el Espíritu Santo puede comunicar
el amor de Dios, sólo Maria conoce la
manera correcta de tocar el corazón de cada
uno. Yo, desarrollando mi servicio de tes-
timonio
, me doy cuenta cada vez con mayor
claridad, de que mas allá de mis palabras,
las personas reconocen y “absorben” una
gracia ya presente, gracia donada por María,
y protegida y comunicada por nuestro ofre-
cimiento y por la oración de toda mi comu-
nidad. Son tantas y tantas las cosas que se
pueden leer o contar sobre Medjugorje,
pero los peregrinos buscan sobre todo el
testimonio directo de una vida vivida.
A menudo preparándome para encontrar
a los peregrinos, siento que no es importan-
te lo que vaya a decir, sino sólo el deseo de
comunicar a Dios y el deseo de ellos de par-
ticipar interiormente en este intercambio
profundo. Siento cómo el momento del tes-
timonio no difiere de lo que es la vida en lo
cotidiano. Tras cada encuentro siento la exi-
gencia y la responsabilidad de retirarme en
oración para entregar a Dios todas las inten-
ciones que me fueron dadas y todas las rea-
lidades presentes en esas almas con las que
tuve contacto, para que la luz que recibieron
del Señor no se difumine al primer soplo de
viento, sino que de verdad tenga la fuerza de
transformar profundamente sus vidas.
Son muchos aquí en Medjugorje los
que cumplen este servicio, que no siempre
es fácil, porque exige la entrega de uno mis-
mo. Quien de verdad ha sido llamado a ofre-
cer su propia vida al mensaje de Maria, tiene
siempre algo original para ofrecer a los
demás. De hecho existen comunidades y
carismas muy diversos, pero en esencia el
mensaje que estamos llamados a transmitir
es único porque solo es uno el mensaje de
Maria, única es la meta para cada uno de
nosotros que debemos alcanzar por caminos
diferentes. Reflexiono en la sencillez del tes-
timonio de los videntes, y “siempre igual”
en su contenido, y a pesar de ello, ¡Cuántos
corazones son tocados por sus palabras!,
¡Cuántas personas se convencen al oír esas
palabras simples y accesibles a cualquiera!,
ya que es simplemente su misma persona la
que transmite esperanza y alegría, la que
comunica a las almas la vida de Dios.
Francesco Cavagna
Tu corazón circunda el mío,
oh María.
Haz que tu pureza me penetre
y que tu obediencia me guíe.
Oh Madre mía,
cuando tú oras, oro contigo,
y cuando sonríes, sonrío contigo
Isabelle
4
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S u c e d e e n M e d j u g o r j e . . .
“U
N
P
UEBLO DE UN
P
AÍS
L
EJANO
A primeros de Mayo, mes consagrado a
la Madre de Dios, se ha notado una ola de
peregrinos
algo diferente de lo acostumbra-
do. He notado especialmente la presencia de
un pueblo muy fiel a la devoción mariana,
un pueblo también muy ligado a mi corazón,
“un pueblo de un país lejano, lejano pero
siempre tan cercano a la comunión de la fe
y de la tradición cristiana”.
Sí, hablo de los
polacos, ellos son el núcleo principal de esta
ola tan numerosa de peregrinos de la prime-
ra semana de mayo. Han venido a dar gra-
cias a Dios por el don de la Virgen María,
para enaltecer su alabanza al Señor.
A través de la historia, ellos han experi-
mentado en varias ocasiones una especial
ayuda de la Madre de Dios. La fuerza y el
esplendor de esta “mano maternal apoyada
sobre su tierra”
se han manifestado en
varias ocasiones, entre ellas la más conocida
es la protección milagrosa de la Virgen
durante la invasión de los suecos. Durante
siglos todo el pueblo polaco ha tocado de
cerca la especial protección del manto de la
Virgen y varios reyes de este país la declara-
ron “Reina de Polonia”. Pío XI instituyó la
fiesta de la Virgen María, Reina de Polonia
el 3 de mayo y el Papa Juan XXIII proclamó
a Maria principal protectora de la tierra
polaca, tras San Stanislaw y San Wojciech.
Y he aquí entonces esta invasión de
polacos en Medjugorje, esa lengua polaca
que se oye en los himnos de alabanza y
agradecimiento sobre las colinas que rodean
esta tierra bendita, he aquí esta ola de pere-
grinos llegada de un país lejano...
Pero pienso que todo peregrino que haya
visitado Medjugorje se habrá dado cuenta
de que cada periodo del año trae consigo
peregrinaciones de países diversos, más cer-
canos o más lejanos. Viviendo aquí, poco a
poco se aprenden las características típicas
de cada país (llegando incluso a reconocer-
los por su modo de vestir, por su comporta-
miento, por su aspecto, o hasta por su mira-
da...) Sí, de verdad, Medjugorje está siem-
pre en movimiento y la diversidad entre
las personas la hace aún más viva.
M
AYO NOS
P
REPARA
La tradición de la devoción a la Madre
de Dios en el mes de Mayo tiene sus raíces
ya en el siglo V. Está ligada a la época del
brotar de las flores que los fieles antepasa-
dos solían depositar a los pies de las nume-
rosas imágenes marianas presentes en las
iglesias y capillas, pero también incluso en
los capiteles construidos a lo largo de los
caminos que unen los pueblos. Reflexiono
también sobre una realidad: La Virgen
Maria en este mes nos prepara para algo
más importante. Ella nos guía siempre hacia
el único Bien, o sea Dios...Después de
mayo, viene junio, mes consagrado al
Corazón Divino de Jesús, del que salió san-
gre y agua para nuestra salvación. Ella,
“humilde sierva”, justo por esto es “Reina
del cielo y de la tierra” porque no mira a si
misma, sino que desea ser para nosotros una
“señal-flecha” que tiene como única finali-
dad dirigir nuestros pasos hacia donde está
nuestro Padre....
L
A BELLEZA DE LOS
N
IÑOS
Es una alegría ver a los niños vestidos
solemnemente acercarse por vez primera al
Señor, presente en el sacramento de la euca-
ristía, con su sencillez pero también con
cierta seriedad y simpática impaciencia. “Si
no os hacéis como niños, no entraréis en el
reino de los cielos”
Estos pequeños corazones a menudo
quedan más maravillados que nosotros adul-
tos por este misterio en el que “un Dios tan
grande que ni el mundo entero puede conte-
ner, se hace tan pequeño y humilde para
entrar en nuestros pobres corazones...”
Esta imagen de los niños que han recibi-
do la santa comunión por vez primera
podría tocarnos tan ardientemente y empu-
jarnos para acercarnos con fe y amor a este
sacramento, a esta fuente de la vida y de
toda gracia....
M
ARÍA NOS
V
ISITA CADA
D
ÍA
Me pregunto, ¿somos conscientes de
esta verdad: que la Madre de Dios, la Llena
de gracia
, nos visita cada día, así como visi-
tó a santa Isabel?
Fra Ljubo repite a menudo a los peregri-
nos: “Vivo en Medjugorje desde hace ya sie-
te años, pero tengo miedo de decir que
conozco Medjugorje. Medjugorje se puede
conocer sólo estando arrodillados en ora-
ción”.
Me acordé de esta frase contemplan-
do a un grupo de jóvenes “aparcado” sobre
el Podbrdo a los pies de la Virgen, en un
atardecer del día de la Visitación. Mi cora-
zón se alegró al verles y al oír sus oraciones
libres de grandes filosofías ni teologías; ora-
ciones muy concretas, sinceras y expresadas
con el lenguaje típico de los jóvenes. Eran
así como son... ¡eso es lo importante!
Acompañados por la luz de la luna llena,
habían venido a recibir la visita de la Madre
de Dios (eran tan parecidos a los jóvenes
que se pierden en la vida nocturna, y tan dis-
tintos, a la vez, solo por haber respondido a
la invitación de la Madre celestial).
L
A FIESTA DE
S
U
C
UERPO
Es Él el que pasa por las calles de
Medjugorje. Cuerpo eucarístico, cuerpo
real. Su bendición quiere alcanzar cada rin-
cón del ambiente en el que vivimos y cada
cosa que se halla en el corazón humano....
Yo, personalmente, a parte de la alegría
que siento al seguirle, siento a la vez dolor
viendo no poca gente que se toma la proce-
sión del Corpus Christi como un paseo, pre-
cisamente aquí, en el lugar donde la Virgen
nos llama a la conversión desde hace 26 años.
Siento hacer esta crítica pero es inevita-
ble. Sí, porque nuestro Dios es tan bueno,
paciente y misericordioso, y nosotros hom-
bres no lo vemos, no nos damos cuenta ni
aún cuando está tan cerca nuestro.
Pero había bastantes personas que con
corazón sincero acompañaron al “Cuerpo
del Señor” por las calles, con dignidad y
verdadero amor hacia el Manso Cordero,
“bueno como un trozo de pan”….en el que
ha quedado presente, en verdad por noso-
tros, para siempre.
(de los apuntes de sor Halina)
El Amor
me manda a vosotros
Son siempre intensos los mensajes que la
Reina de la Paz confía a la vidente Mirjana,
cuando el dos de cada mes se detiene a orar
con ella por la conversión de los no creyen-
tes. En el encuentro de junio, Maria nos ha
dicho:
“Queridos hijos, en estos tiempos difíci-
les, el amor de Dios me envía a vosotros.
Hijos míos, no tengáis miedo. Yo estoy con
vosotros. Con total confianza dadme vues-
tros corazones para que yo pueda ayudaros
a reconocer los signos de los tiempos que se
viven ahora. Yo os ayudaré a conocer el
amor de mi Hijo. Yo, a través de vosotros,
triunfaré. Os lo agradezco”
Como de costumbre, también en esta oca-
sión la Virgen ha invitado a orar por los sacer-
dotes y ha subrayado la importancia de la
bendición sacerdotal diciendo: “Cuando os
bendice un sacerdote, os bendice mi Hijo”.
¡El aniversario!
Una vez más el Aniversario de las apa-
riciones llega con su carga de gracias. El 25
de junio Medjugorje estaba lleno de peregri-
nos, procedentes de todas partes para agra-
decer a María que desde hace 26 años nos
visita cada día y nos guía a su Hijo Jesús.
Ganas de fiesta, ganas de alegría en el
corazón de todos, con la certeza de llevar a
casa nuevos dones espirituales para caminar
aún más ligeros y decididos por el camino
que nos indica la Reina de la Paz. ¡Dios a
través de Medjugorje lleva adelante un gran
plan
y quien va allí no puede no sentirse
importante!
5
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EN LA CONCLUSIÓN DEL JUBILEO:
El misterio de una gracia
aún por descubrir
de Giuseppe Ferraro
Existe un mensaje sin palabras que María
nos transmite con extraordinaria intensidad
en Medjugorje, seguramente el más valioso y
que da fecundidad y significado a los demás:
una corriente de gracia que a través de Su
presencia viva se comunica a las almas con la
fuerza inefable del amor. Esta gracia comen-
zó a manifestarse a partir de un evento que,
colocado en el espacio y en el tiempo, nace
del misterio del Corazón de Dios: al atardecer
de la Solemnidad de San Juan Bautista de
hace 26 años, la Madre de Dios se apareció a
seis jóvenes en lo alto de un monte sobre un
pueblo desconocido de Hercegovina y se ha
presentado al mundo:
“Yo soy la
Bienaventurada Virgen María, Reina de la
Paz” (Mens.26.6.81). De esta inesperada
irrupción del misterio en un humilde pueblo
de campesinos, que ve de repente abrirse el
Cielo, sobre un remoto paraje de la Europa
cristiana, en la absoluta indiferencia de los
grandes de la tierra y de los potentes aparatos
mediáticos de nuestro mundo hipercivilizado,
comienza a desarrollarse, con la fuerza y sua-
vidad de la levadura evangélica, una misterio-
sa dinámica espiritual que transforma los
corazones de multitud de hijos.
Aquí comienzan a venir siempre en
mayor número, primero de las regiones cer-
canas, luego de todos los continentes, millo-
nes de hombres y mujeres que María llama
a la que Ella misma denomina “fuente de la
gracia”: “¡Queridos hijos! Vosotros sois res-
ponsables de los mensajes. Aquí se encuen-
tra la fuente de la gracia y vosotros, queri-
dos hijo , sois las vasijas a través de las cua-
les es transmitida esa gracia. Por tanto,
queridos hijos, os invito a cumplir este ser-
vicio con responsabilidad. Cada uno res-
ponderá en la medida de su propia capaci-
dad. Os invito a distribuir con amor los
dones a los demás y a no conservarlos para
vosotros mismos. ¡Gracias por haber res-
pondido a mi llamada!
(Mens.6.5.86).
Éste es un relato archiconocido para
muchos que se hayan acercado aunque sea
superficialmente a la gracia de Medjugorje.
Sin embargo, es evidente que si todo se
parara aquí se trataría de un evento muy fas-
cinante pero carente del elemento funda-
mental de cualquier gracia espiritual: la
implicación de las almas en el gran servicio
de Cristo para la salvación del mundo. Por
desgracia, sobre este punto, muchos, incluso
figuras ilustres especializadas en la materia,
se han detenido empantanándose incom-
prensiblemente en las lógicas reductivas del
“santuario mariano” y del icono devocional
de una “Virgencita”, que aparentemente se
ha aparecido principalmente para acceder a
las más variadas peticiones de los peregri-
nos, con la finalidad de hacer más soporta-
ble la existencia en este “valle de lágrimas”.
En realidad, si bien es verdad que en
Medjugorje también las gracias particulares
han sido numerosísimas y absolutamente
extraordinarias, es cada vez más evidente
que todo esto se coloca en la economía de
un vertiginoso plan de gracia de respiración
cósmica que va mucho más allá de los estre-
chos esquemas espirituales en los que en
principio se imaginó circunscribirlo.
Ya desde una más atenta consideración
del detalle de los tres grandes fuegos espiri-
tuales inicialmente elegidos por María en
Medjugorje: Podbrdo, Krizevac e Iglesia
Parroquial, se puede intuir la connotación
profunda de la gracia especial que Dios está
ofreciendo al mundo a través de la presencia
de la Reina de la Paz .Es una gracia dinámi-
ca que lleva impreso el sello del misterio tri-
nitario y se comunica a las almas guiándolas
a pasos espirituales sucesivos que implican
gracias de diversos tipos y que a pesar de
todo, como pétalos de una única flor, for-
man entre ellos una inseparable unidad.
Concretamente en el Podbrdo, María
hace palpable su presencia para implicarnos
profundamente en el misterio de su ser
Inmaculada y que podamos compartirlo con
Ella plenamente. Sobre el Krizevac, nos
comunica su mismo ofrecimiento total, per-
fectamente insertado en aquel real del
Cordero, en la señal de la Cruz gloriosa. De
hecho, sólo del corazón traspasado del Hijo
nace el misterio de la Iglesia, la fuente
perenne de ese Amor que funde las almas
para formar un único Cuerpo Eucarístico de
Cristo, sacramento de creación nueva para el
universo entero, simbólicamente representa-
do en Medjugorje por el edificio que reúne a
la Comunidad parroquial.
No es casualidad que Maria se haya apa-
recido en estos tres lugares de gracia de
manera tan especial y tan larga, como que-
riéndonos guiar por un recorrido espiritual
que nos hace progresivamente partícipes de
su misma misión corredentora.
Pero el hecho nuevo que aparece como
más concreto es que Medjugorje parece ser el
“granito de mostaza” de un proyecto mucho
más grande destinado a implicar a todas las
almas y a la entera creación. A través de
muchos signos concordantes y del claro
anuncio profético de la Reina de la Paz, éste
parece iluminar el cielo de la definitiva reali-
zación de aquel “misterio de su voluntad” (Ef
1,9) anunciado por las Escrituras, “el plan de
recapitular en Cristo todas las cosas, las del
cielo y las de la tierra. (Ef 1,10).
Esa misma corriente de gracia que se
comunica a las almas en los lugares escogi-
dos por María en Medjugorje, se está mani-
festando con igual o incluso con mayor
intensidad, en nuevos lugares espirituales,
espacios de vital comunión con su Corazón
Inmaculado, que Ella misma ha suscitado y
que personalmente guía también a través de
dones y carismas especiales. Éstos están
destinados a difundirse y a multiplicarse por
todo el mundo según un inescrutable plan de
gracia escrito en el corazón de Dios, para
regenerar plenamente los miembros del
Cuerpo Místico del Hijo, en la luz del mis-
terio nupcial del Cordero Inmolado (Ap
19,7), “a fin de presentársela a sí gloriosa,
sin mancha, arruga o cosa semejante, sino
santa e intachable.” (Ef 5,27).
Por esto, a partir de la gracia fundamental
de Medjugorje, que ya había hecho germinar
la semilla a través del primer grupo de ora-
ción de Jelena, María hoy está generando
nuevas familias espirituales. A través de
ellas Ella multiplica su presencia especial en
el mundo, con modalidades diversas, con la
misma intensidad, realidad y concreción que
usó al principio de las apariciones a los
videntes. Estas nuevas comunidades, que son
algunas veces denominadas erróneamente
“frutos” de la gracia de Medjugorje, repre-
sentan en cambio una más avanzada y diná-
mica evolución. Éstas, mancomunadas por el
mismo sello espiritual que se expresa en los
grandes fuegos de gracia originarios de
Medjugorje, reúnen a almas escogidas y lla-
madas a vivir en intima unión con María el
misterio de su mismo ser Inmaculada, de su
ofrecimiento total, vitalmente unida a la del
Cordero Inmolado y a la de su misma
Comunión con el fuego del amor trinitario. A
través del si incondicional de las almas que
Ella misma ha elegido y llamado, quiere aho-
ra comunicar esta invitación a toda la crea-
ción,”¡Queridos hijos! Hoy me regocijo con
vosotros y os invito a abriros a Mi y a conver-
tiros, en mis manos, en un instrumento para
la paz del mundo. Yo deseo, hijos, que todos
vosotros, los que habéis sentido el aroma de
la santidad a través de estos mensajes que os
estoy dando, que los llevéis a este mundo
hambriento de Dios y del amor de Dios. Os
agradezco a todos que hayáis respondido en
tal cantidad y os bendigo a todos con mi ben-
dición maternal. ¡Gracias por haber respon-
dido a mi llamada!
(Mens.25.3.94) Solo así
la muerte en todas sus expresiones será defi-
nitivamente consumada por el Amor y todo el
universo podrá ser recapitulado en Cristo,
para ser ofrecido al Padre: “Pues preciso es
que El reine hasta poner a todos sus enemigos
bajo sus pies. El último enemigo destruido
será la muerte...para que sea Dios en todas las
cosas”. (1 Cor 15,25-26.28).
El poder transformador
de la oración
Te aferra si se lo permites, te envuelve de
modo invisible cuando te sumerges con todo
tu ser en la dimensión en la que lo humano
cede el lugar a lo divino. Sientes su toque que
se insinúa en tu alma y se difunde por todo tu
ser a medida que la oración avanza. Es el
Espíritu que ora en nosotros, es él que excla-
ma Abba Padre con gemidos inenarrables.
Esto ya se sabe, pero experimentarlo es otra
cosa. Para esto hace falta honestidad cuan-
do nos ponemos a orar, para dejarlo todo y
dedicarnos sólo a la oración; un instrumento
capaz de cambiar la suerte de pueblos ente-
ros incluso en la distancia, gracias a la omni-
potencia que la caracteriza, si se hace con el
corazón.
Hace falta humildad para dejarle hacer
a Él, para consentirle que lleve nuestra alma
a formular súplicas, intercesiones y bendi-
ciones según las necesidades reales de la
gente y no en función de nuestras previsio-
nes. Hace falta pequeñez para hacerse cada
vez más pequeños mientras Dios nos invade
convirtiéndonos en canales.
Si verdaderamente te dejas llevar, como
una barca que se deja llevar por la corriente,
poco a poco sentirás que tu ser se transfor-
ma. Gradualmente la realidad con sus orope-
les se aleja mientras que se acerca la reali-
dad celeste, con sus habitantes y sus resplan-
dores. La mente se pacifica y los miembros
del cuerpo reposan. Caen del corazón los
muros detrás de los cuales normalmente nos
defendemos. La gracia lo envuelve y lo sua-
viza; lo abre para introducir otra vida, la de
Dios, y hacer salir los pensamientos que
yacen allí encerrados.
La mirada interior se alarga, requiere
penumbra y atención para captar imágenes
invisibles que comunican el Cielo. Por esto
los ojos espontáneamente se cierran. La voz,
instrumento de oración, se atenúa y fluye
plácida con el ritmo que escoge para orar,
mientras los silencios se convierten en abis-
mo. Y todo cambia en ti cuando orando tú
mismo te transformas.
S.C.
6
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“¡Ofreced vuestras vidas!”
La victoria
sobre el egoísmo
Desde hace ya varios números, recorre-
mos con los lectores un camino para com-
prender el sentido de la llamada a ofrecer
nuestra propia vida en sacrificio a Dios, para
la salvación del mundo. La hemos definido
también “Amor sacrificado en paz”, por-
que este camino nos ayuda a donar con
generosidad el amor que Dios ha imprimido
en nosotros permaneciendo siempre en paz,
sobre todo cuando debemos afrontar las ine-
vitables pruebas. Es entonces cuando se
verifica la autenticidad de la respuesta per-
sonal: cuando las circunstancias se presen-
tan adversas, contrarias a nuestras expectati-
vas; cuando no sólo no vemos los frutos de
nuestros sacrificios, sino que por añadidura
parece que todo se venga abajo. Hay veces
que las pruebas vienen seguidas y no vemos
un final, y nuestro yo se rebela pidiendo a
Dios cuentas y explicaciones por las indese-
adas dificultades. Es la experiencia de
muchos de nuestros antepasados, que la
misma Biblia testifica, como es el caso del
santo Job, que pasa de ser rico a muy pobre
y atormentado, y a pesar de ello no deja de
alabar a su Señor.
Muchos nos han pedido que especifique-
mos algunos conceptos, que si bien parecen
simples a priori, tienen necesidad de profun-
dizarse para ser vividos con mayor conoci-
miento. A continuación intentamos ofrecer
una respuesta
a estas preguntas con el
deseo de profundizar en algunos elementos
básicos de nuestro caminar.
¿Que es lo que se debe sacrificar?
Para responder a esta llamada se requie-
re fundamentalmente un sacrificio interior:
el del propio yo y el de todas sus máscaras,
o sea de esa riqueza humana que hace de
pantalla al egoísmo, permitiéndole actuar
libremente.
Intentemos comprender mejor. Algunas
personas, en el deseo de cumplir su camino
de ofrecimiento, hallan refugio en sus capa-
cidades, están sumamente activos pensando
que con su obra pueden resolver cualquier
problema. En general, suelen presumir de
saberlo todo, actúan según su lógica y se
enorgullecen al oír las felicitaciones por su
obra, obviando la cosa de mayor importan-
cia: sacrificar su propio “yo” y permitir que
sea Dios quien actué a través de ellos.
¿Cómo se deben utilizar, en este caso, los
talentos personales?
Con sencillez y sobre todo sabiendo que
todos estamos sujetos a errar. Si con pacien-
cia soportamos nuestras limitaciones sin
camuflarlas para aparentar ser más de lo que
somos en realidad, Dios se servirá de ellas y
así obtendremos la virtud de la humildad,
que seguramente es un bien superior a cual-
quier éxito exterior.
El perfeccionismo, tanto humano como
espiritual, es un producto dañino de nuestro
yo. La voluntad de ser perfectos en todo, nos
empuja a desear que cada cosa se correspon-
da con nuestra expectativa, por lo que nos
esforzamos en no cometer error alguno. Y
como ello es imposible, nos afanamos en
esconderlo después, para no quedar mal ante
los demás. Quien actúa de este modo vive en
el miedo y en la esclavitud porque intenta
contentar a todos, desea que todo marche
bien, pero luego se vuelve victima de si mis-
mo y hace incluso la vida difícil a los
demás. Comprendamos pues que el querer
ser perfectos hace que nos pongamos
muchas máscaras, haciéndonos infelices,
irreales y mentirosos.
¿Que otros disfraces debemos temer?
En la vida espiritual existe otra máscara
muy sutil: la divinización del propio yo. Se
trata de un orgullo muy fuerte presente en el
alma, especialmente en las almas sensibles,
abiertas a los dones espirituales. Este tipo de
orgullo empuja al alma a identificarse con
Dios.
Cualquier experiencia espiritual, incluso
la más perfecta, nunca es Dios: es sólo un
rayo, un pequeño rayo de la divinidad. Al
afirmar que lo que experimentamos es Dios,
caemos de inmediato en el orgullo. Se nos
pide que seamos pequeños, sacrificados, para
que Dios se manifieste en nosotros como el
Señor y nos atraiga en su divinidad. No debe-
mos nunca auto-divinizar nuestro yo.
¿Porqué a la prueba se la considera una
gracia?
Normalmente el hombre combate las
dificultades de la vida, o bien las rehuye.
Pero si queremos que nuestro yo sea purifi-
cado, debemos aceptar también que sea pro-
bado. Es Dios quien permite la prueba.
Nadie la elige por voluntad, porque nuestro
instinto de supervivencia nos protege. Pero
se nos ofrece poderla transformar en oca-
sión de gracia cuando dejamos que sea Dios
mismo quien nos proteja.
Cuando en el dolor reconocemos a Dios
como nuestro Señor, cuando con serenidad y
fe permitimos que las ofensas traspasen
nuestro corazón, en ese mismo instante
entramos en las llagas de Jesús en las que
hallamos completa protección. Entonces
nuestras heridas se convierten en las mismas
heridas de Cristo y de la llaga del corazón
fluye el Amor misericordioso.
¿Por qué es tan difícil entrar en nosotros
mismos?
Porque nuestro yo es muy fuerte, es el
lugar donde retenemos muchos intereses,
derechos, ideas...Por ello es oportuno entrar
en la pobreza interior donde aceptamos
morir a nosotros mismos. La Iglesia afirma
que la Eucaristía es la fuente y la culmina-
ción del culto a Dios. Esto, para nosotros,
debe convertirse en vida y realidad. Es en el
ofrecimiento cuando comenzamos a ser ver-
daderos. El hombre vive su perfección en el
amor y en el ofrecimiento, prescindiendo de
cualquier don espiritual.
Pero es importante que ese ofrecimiento
sea responsable, vivaz y lleno de entusias-
mo. Debemos ser expresión del amor vivo y
tierno de Dios, no para satisfacer a los
demás - en ese caso sería una esclavitud -
sino para alimentar el amor mismo de Dios
que habita en nuestros hermanos.
¿Como gestionar los dones que Dios nos
confía?
Cada don presente en un alma viene de
Dios y tiene la tarea de activar los dones
presentes en los demás, como en un orga-
nismo, en el que unos miembros dependen
de otros. Tampoco los dones espirituales
son fines en sí mismos, destinados a una
necesidad personal de quien los posee
(sería ya egoísmo). Nuestro ofrecimiento,
sacrificando nuestros intereses, da vida a
nuestros hermanos.
Nosotros ya no nos pertenecemos, sino
que vivimos para los demás. Es aquí donde
muere nuestro egoísmo definitivamente.
Muchos no quieren involucrarse en discu-
siones y mucho menos morir a sí mismos,
pero así no pueden ni siquiera resucitar!
¿Cual es la diferencia entre exaltación y
elevación?
Exaltación significa elevación de sí
mismos. Podemos hallar en el mundo
muchas almas exaltadas pero pocas “eleva-
das”. La única que lo es de verdad es
María, elevada en alma y cuerpo.
Las personas exaltadas viven en las
nubes; en cambio las personas que Dios
eleva son humildes, pequeñas, simples y en
cada situación manifiestan a Dios. Por esto
Jesús glorifica al Padre en los niños, porque
El mismo se hace presente en ellos. Quien
quiera ser elevado al Padre debe ser el últi-
mo, como Jesús, como Maria, porque es
Dios quien atrae al alma, El es quien la ele-
va, nosotros sólo le damos la posibilidad de
hacerlo. Nadie puede ser elevado sin antes
haberlo sacrificado todo, abandonándose
completamente a la acción de Dios. El lo
atraerá a si, y a través de su alma atraerá a
muchas más. Llegados a esto, se hacen rea-
lidad las palabras de Jesús: “Cuando seré
elevado, atraeré todos a mi”. Si vivimos
esto de corazón, entraremos también noso-
tros en el sacerdocio real de Cristo para la
salvación de las almas.
p. Tomislav Vlasic
(5. continua)
Estaba prisionero,
y me visitasteis…
Queridísimos todos del Eco,
os escribo desde la cárcel de Montorio
Veronesa para poder agradecer a través de
vosotros a las numerosas personas que me
han escrito para comunicarme su apoyo en
la oración por mí, por mis dos hijos y por mi
mujer. Con vosotros y con los numerosos
grupos de oración que me han escrito he
acogido el amor de la Bienaventurada
Virgen y he comprendido la inmensidad de
su Misericordia.
Desde aquí no puedo hacer gran cosa por
los demás, pero una cosa grandísima la hago
todos los días: ruego a la Virgen que nos
cubra con su manto para hacernos a todos
hermanos en su amor.
Doy las gracias de nuevo a todos y mien-
tras lo escribo me doy cuenta de que hoy es
el Día de la Madre y encuentro esta carta
idónea para festejar y agradecer a nuestra
Madre Celeste.
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Los lectores escriben…
Sor Stefania Bassan de Khartoum –
Sudán: Hace dos años que recibo el Eco y
agradezco al Señor por el bien que me ha
hecho a mí y a muchas otras personas, espe-
cialmente en la misión de Won donde esta-
ba. Ahora hace un año que he vuelto a
Khartoum. El trabajo no me falta, ya sea con
los pobres, pero especialmente en casa: diri-
jo la cocina de nuestra maternidad que tiene
una media de entre veinte y treinta partu-
rientas al día. Ayudamos a todas, cristianas y
musulmanas, y vivimos el diálogo en lo con-
creto. Admiro a la mujer africana sí, fuerte,
valiente, con tantos hijos; será ella quien sal-
ve a este gran pueblo.
Os agradezco mucho que me hayáis
enviado siempre el Eco, ¡os ruego que conti-
nuéis haciéndolo! Ahora os saludo afectuo-
samente, ruego por vosotros y pido una ora-
ción para este pueblo sudanés.
Sor María del Rosario, de España:
Querida Familia de todas aquellas personas
que hacen posible que yo pueda recibir el
Eco de María, que me consuela tanto. Soy
una monja enferma; ya no puedo trabajar
como hacen las demás. Cada día miro el
correo para ver si ha llegado el Eco… ¡me
hace tanto bien! Lo leo con mucha atención,
y fotocopio algunas páginas para poder rele-
erlas y luego las paso a otras personas que lo
necesitan. La copia del Eco que me enviáis
yo la paso a una señora que ha estado en
Medjugorje; ella la lee y luego la pasa a otra,
formando así una cadena. No puedo enviar
dinero, pero ofrezco mi oración constante, y
mis dolores y limitaciones para que la
Providencia os dé lo necesario para poder
difundir los mensajes de la Gospa a todos.
¡Sí, yo deseo recibir vuestro Eco de María!
Sor M. Rosa de Chile: con gran gozo
esperamos vuestra publicación ECO, lleno
de reflexiones espirituales. Nuestro agradeci-
miento sincero sube a Dios en la oración
cotidiana. ¡Que Dios os lo pague! Que cada
palabra escrita pueda transformarse por
nuestra querida Madre en muchas perlas para
el cielo donde viviremos juntos para la eter-
nidad. Os encomendamos a todos y a cada
uno en particular a Jesús Misericorioso.
Sra Kraler de Austria: Gracias por
vuestra maravillosa publicación. ¡Me hace
feliz cada vez que llega!
María de Alemania: ¡El Eco es la mejor
publicación religiosa que conozco! Gracias
y que Dios os bendiga.
P. Jorge de Jerusalén: Entre tantas
publicaciones que recibo en Jerusalén, me
llega, siempre muy bienvenida, la vuestra.
La leo encantado y os ruego que sigáis
enviándomela. ¡Gracias y buen trabajo!
Carla de Italia: Felicitaciones a toda la
redacción por los interesantes artículos, que
nos enseñan mucho y nos hacen sentir cerca
de Medjugorje. ¡Buen trabajo a todos!
Giovanna de Italia: Gracias por todo lo
que hacéis por nosotros y por María. Es más
grande de lo que pensáis. ¡Que el Señor os
bendiga!
Sergio Grisenti de Pergine Valsugana
(Italia): Demasiado tarde he conocido este
periódico, verdaderamente formativo sobre la
¡La Virgen
está allí dentro!
Hoy me ha llegado el Eco (que esperaba
con verdadera ansia); imaginad la alegría
que sentí al recibirlo y la doble alegría de ver
citadas mis palabras rogándoos de no sus-
pender los envíos.
Recuerdo todavía hoy el modo con el
que supe de su existencia. Aquella mañana
acudí a la Plaza de San Lorenzo en Pistoia
para retirar unos análisis (un ala del antiguo
hospital tiene anexionada una pequeña igle-
sia): estaba saliendo cuando ví con sorpresa
la pequeña capilla de la iglesia de la VIR-
GEN DE LA CAMA que estaba todavía
abierta.
A pesar de ser muy temprano, entré y me
topé con una pequeña joya del barroco. La
iglesia ha sido construida sobre la cama de
una pequeña habitación del hospital.
Esa
cama - que data del 1400 - era de una niña
de 12 años, de nombre María, enferma de
tisis en fase terminal. Una noche, fue sanada
por nuestra Madre Celeste, la cual quiso
dejar un signo de Su amoroso pasaje con una
imagen Suya y de Su Hijo en la cabecera y
en la parte posterior de esa camita....Los
frailes quisieron entonces construir una
capilla sobre esa camita con esas imágenes
aparecidas misteriosamente (son dos iconos
muy bonitas).
Aun hoy quien entra, encuentra la cama
en una singular cripta, cerrada por una verja,
a modo de altar, y fue aquí que aquella
mañana me arrodillé para orar sobre mis
miserias y encontré muchos ejemplares de
ECO DE MARIA. Cogí uno, lo leí, y se
abrió ante mi una dimensión desconocida ( y
me ha venido en mente una frase, de no sé
quien, “el Hijo lleva siempre a la Madre, y la
Madre al Hijo”.Pedí de inmediato una sus-
cripción. Es como si María no me hubiera
abandonado nunca desde entonces.
Pensad que una mañana encontré la
puerta de la iglesia cerrada ( eran sólo las
8.30). Me sentí dolida, junto a otras mujeres
que, como yo, también querían entrar:
“Comprendemos su dolor por no poder
entrar” me dijeron en marcado acento tosca-
no “¡La Virgen está allí dentro!” añadieron.
espiritualidad mariana. He conseguido recu-
perar solamente los últimos números de este
año y del año pasado. De los textos de espiri-
tualidad a los que recurro para mi formación
interior, este periódico me ayuda muchísimo
a asimilar los deseos de María Santísima, a
través de los comentarios de sacerdotes y de
tantos testimonios de peregrinos y de devotos
de María y me infunden un espíritu de fe y de
confianza que desconocía, y que son esencia-
les para un auténtico crecimiento interior a
medida de Dios y no según mis parámetros
personales. Gracias sobre todo a las numero-
sas atenciones de María hacia la humanidad
en estos últimos significativos años de gracia
por su presencia continuada y sus exhortacio-
nes a la conversión.
Doy gracias al cielo por este don, por este
periódico que recoge los mensajes de la
Virgen, y al que podemos acudir en cualquier
momento y releerlos, meditarlos y acogerlos
como un don de bondad y de misericordia de
parte de Dios para esta humanidad atribula-
da. Con mi agradecimiento deseo todo bien a
este periódico y a todos los que lo mantienen
vivo y abierto al mundo.
“Los cristianos de Iraq
están muriendo”
Éste es el grito de alarma que se levanta
tras la muerte del Padre Ragheed Aziz
Ganni, sacerdote caldeo, asesinado el 3 de
junio en Mosul (Iraq) junto a 3 subdiáconos.
Apenas habían terminado de oficiar la euca-
ristía cuando fueron asesinados. Es el enési-
mo asesinato en tierras de Irak de quien
pone su propia vida al servicio del pueblo
cristiano.
“Desde hace tiempo la comunidad cris-
tiana iraquí se halla sumergida en secues-
tros, chantajes e intimidaciones, casi ya sin
protección alguna por parte del gobierno y
de las fuerzas de coalición”, ha denunciado
Padre Philip Najim, procurador caldeo en la
Santa Sede. “La Iglesia está desapareciendo
bajo golpes de persecución, amenazas y vio-
lencia por parte de extremistas que no dan
opción: o la conversión o la huida. Los cris-
tianos son tomados como objetivo, como un
chivo expiatorio para explotar o eliminar.
Ellos no pueden expresar su fe libremente, a
las mujeres se les impone el velo, y quitan
las cruces de las iglesias. Los secuestros de
sacerdotes son cada vez más frecuentes” ha
constatado. “El sacrificio de Padre Gianni,
su martirio, sea como linfa nueva y vital para
su comunidad, para su Iglesia iraquí y para
toda la Iglesia universal”.
(de Zenit)
Villanova M., 25 de junio de 2007
Resp. Ing. Lanzani - Tip. DIPRO (Roncade TV)
“Que el Señor os bendiga y os proteja.
El Señor haga brillar su rostro sobre
vosotros y os sea propicio.
El Señor dirija a vosotros su rostro
y os conceda la paz”.
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