Mensaje, 27 de junio de 1985


¡Queridos hijos! Hoy les doy un mensaje, con el cual deseo invitarlos a la humildad. En estos días ustedes han experimentado un gran regocijo por todas las personas que han venido y con amor les han contado sus experiencias. Ahora los invito a ser humildes y a hablar con un corazón abierto a todos aquellos que vengan a ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado!
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Para que Dios pueda vivir en sus corazones, deben amar.

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