Mensaje, 25 de septiembre de 1989


¡Queridos hijos! Hoy los invito a dar gracias a Dios por todos los dones que ustedes han descubierto en el curso de sus vidas e incluso por el don más pequeo que hayan percibido. Yo doy gracias con ustedes y deseo que todos ustedes experimenten el gozo de estos dones y deseo que Dios lo sea todo para cada uno de ustedes. Y entonces, queridos hijos, ustedes podrán crecer continuamente en el camino de la santidad. Gracias por haber respondido a mi llamado!
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Para que Dios pueda vivir en sus corazones, deben amar.

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