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www.medjugorje.ws » Eco de Maria Reina de la Paz » Eco de Maria Reina de la Paz 152 (Julio-Agosto 2000)

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Julio - Agosto 2000 - Editado por Eco de Maria, c.p. 149, I-46100 Mantova - Fax (39) 0376/245075;
A. 16 N° 7-8 - Esp. Ab. Post., art. 2, com. 20/c, leg. 662/96 filial de MN - Autor. Trib. MN: 8.11.86
152
Mensaje del 25 de mayo de 2000:
“¡Queridos hijos! Me regocijo con vo-
sotros y en este tiempo de gracia os invito
a una renovación espiritual. Orad, hijos,
para que en vosotros habite en plenitud el
Espíritu Santo, a fin de que podáis testi-
moniar con gozo a todos aquellos que
están lejos de la fe. Hijos, orad en parti-
cular por los dones del Espíritu Santo,
para que en el espíritu del amor cada día
y en cada situación estéis más cerca del
hermano a fin de que con sabiduría y
amor superéis toda dificultad.
Yo estoy con vosotros e intercedo por
cada uno de vosotros ante Jesús. ¡Gracias
por haber respondido a mi llamada!”
Que en vosotros habite
en plenitud el Espíritu Santo
En el mensaje de abril (ver Eco 151),
María nos reprendió que estuviéramos
demasiado preocupados por las cosas
materiales y poco por las espirituales; en este
mes de mayo comienza diciendo: me alegro
con vosotros
y esta afirmación llena los
corazones de nosotros sus hijos, de conso-
lación, de gozo, de esperanza. Su mirada,
tierna y alegre, nos abraza a todos, no por
nuestros méritos sino por su amor de madre.
Este amor materno queda enseguida
reafirmado cuando dice: en este tiempo de
gracia os invito a una renovación espiri-
tual.
Con esta invitación vuelve a dirigirnos
la llamada del mes pasado a las cosas espi-
rituales
; ella, que es realmente nuestra madre,
sabe qué es lo que necesitamos y no se cansa
de repetirlo. Cercana la fiesta de Pentecostés
nos sugiere que oremos para que el Espíritu
Santo habite plenamente en nosotros
; de
hecho, la vida de Dios en nosotros, la vida de
Jesús en nosotros es obra del Espíritu y es
posible únicamente si dejamos que el Espí-
ritu nos invada plenamente.
María, la llena de gracia, es la única
criatura humana capaz de ser completamente
habitada por el Espíritu de Dios y en ella
Dios asume la naturaleza humana, se hace
carne. No se puede invocar al Espíritu sin
dejarle espacio en nosotros; no es posible
poner a Dios junto a nuestros ídolos, aunque
se llamen ideales; nuestro Dios es un Dios
celoso (Es 20,5; Dt 5,9) que nos ama con un
amor exclusivo, incompatible con otros
amores.
¡El amor de Dios por el hombre se llama
Jesús y Jesús no es sustituible por nada ni
nadie del mundo! Por esto debemos preocu-
parnos por las cosas espirituales y no por las
materiales, por esto debemos invocar la ple-
nitud del Espíritu Santo en nosotros. Jesús, o
está plenamente en nosotros o no está. Si está
en nosotros, entonces podremos darlo a los
demás, seremos capaces de testimoniar con
gozo a todos los que están lejos de la fe
y
podremos hacer posible a los otros la expe-
riencia gozosa del encuentro con Él. Si no
está en nosotros, en cambio, podremos como
máximo dar algo nuestro que, aunque pueda
ser útil, resulta siempre inadecuado a la ver-
dadera necesidad del hombre.
María también nos invita a pedir en la
oración los dones del Espíritu Santo para
estar cada día y en cada situación más
cerca del hermano.
No se trata de una sim-
ple invitación a la comprensión y a la solida-
ridad, sino de algo infinitamente más
importante. Una vez más, se trata de ser
dispensadores de los dones de Dios, vehícu-
los de su amor; se trata de llevar al hermano
la salvación querida y predispuesta para él
por Dios, garantizada por el sacrificio de
Cristo y facilitada por la intercesión de María;
se trata además de testimoniar con la vida
que es posible tener experiencia de Dios ya
en este mundo, en la concreción de nuestra
existencia terrena; en la sabiduría y en el
amor
, que son dones del Espíritu, será posi-
ble superar todas las dificultades, arrancar
cualquier duda, acoger y gustar la paz que
deriva de su presencia y vivir en su consola-
ción las distintas vicisitudes de la vida.
Tomemos en serio esta invitación de María,
trabajemos en su escuela sin cansarnos.
El Papa, en Fátima, en la homilía de la S.
Misa de beatificación de los pastorcillos Fran-
cisco y Jacinta, el pasado 13 de mayo,
dirigiéndose a los numerosos niños presen-
tes, les invitó a ofrecer oraciones y sacrifi-
cios por la conversión de los pecadores y a
apuntarse a la escuela de la Virgen, asegu-
rando que se avanza más en poco tiempo de
sumisión a María que durante años enteros
de iniciativas personales, apoyadas sólo en
las propias fuerzas
(S. Luis M. Grignion de
Montfort, Tratado de la verdadera devoción
a María,
n.155).
En Medjugorje, desde hace muchos años,
María nos exhorta, nos invita, nos instruye
con paciencia infinita; tomemos en serio sus
mensajes, acojamos sus invitaciones y
recordemos que este tiempo de gracia pue-
de acabar, por esto, acojamos la invitación de
María a renovarnos en el Espíritu; Ella está
con nosotros e intercede por cada uno de
nosotros cerca de Dios.
¿Qué es lo que
esperamos todavía?
* *
Mensaje del 25 de junio de 2000:
“Queridos hijos, hoy os invito a la
oración. Quien ora no teme el futuro.
Hijitos, no lo olvidéis: Yo estoy con voso-
tros y os amo a todos. Gracias por haber
respondido a mi llamada.”
La oración libera
del temor del futuro
La incertidumbre del futuro, ya sea en el
plano individual como en el social e incluso
en el cósmico, se deriva del intento de con-
trolarlo y dirigirlo a nuestro gusto, condicio-
nando así pesadamente nuestra vida. La cau-
sa de tantas codicias, atropellos e injusticias,
tanto de individuos concretos como de
naciones enteras, a menudo reside en el
deseo de resolver en el plano puramente
humano un problema que no puede encontrar
solución definitiva en el ámbito exclusivo de
nuestras facultades o capacidades.
La pretensión de resolver los problemas
de la vida y de la existencia contando exclu-
sivamente con las fuerzas humanas tiene
raíces antiguas, que enraizan en el primer
pecado del hombre, y lleva inevitablemente
a caídas desastrosas. Ninguna forma de pre-
vención, ninguna técnica de previsión,
ninguna programación puede evitar la
incertidumbre del futuro y el miedo que ésta
lleva consigo.
Quien ora no teme el futuro, nos dice
María en este brevísimo pero esencial
mensaje. Con las solas fuerzas humanas no
podemos solucionar problemas que van más
allá de las capacidades humanas; hay que
hacer referencia a Dios Creador y encontrar
en Él el cabo de la madeja para devanarla;
prescindir de Dios significa autodestruirse.
La oración hace que se supere el temor
del futuro no porque aliene o distraiga de las
preocupaciones, sino porque resuelve
radicalmente el problema de nuestra existen-
cia sumergiéndonos en la Vida.
Orar no es repetir fórmulas sino vivir en
la presencia de Dios, aprender a apoyar su
proyecto y luego sentir su Vida latir en
nosotros, respirar su eternidad; de esta forma
se entra en una nueva dimensión, desconocida
para el mundo y para quien quiere permane-
cer en el mundo, pero experimentada concre-
tamente por los pequeños y los sencillos, por
las almas que saben y quieren abandonarse a
Dios y a su amor.
Hoy os invito a la oración nos repite una
vez más María y nos asegura que quien ora
no teme el futuro
y cada uno de nosotros, al
menos alguna vez en su vida, ha experimen-
tado la verdad de estas palabras.
Pero María no nos invita a encontrar
alguna consolación, hace mucho más; la suya
es una invitación, o mejor una llamada, a
vivir cotidianamente este estado de gracia; el
hoy
de María es nuestro cada día para que
cada jornada nuestra, cada instante de nuestra
vida, sean vividos no en el temor del mañana,
sino en la esperanza, en la luz y en el gozo
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que acompañan siempre, en cualquier cir-
cunstancia alegre o triste de nuestra existen-
cia, la presencia de Jesús en nosotros.
Hijitos, no lo olvidéis: Yo estoy con
vosotros y os amo a todos. Ante una
declaración como ésta cae cualquier temor;
sólo si olvidamos el Amor de María por
nosotros y su cercanía podemos tener miedo;
pero para no olvidar hay que orar, abrirse en
la oración a su escucha; debemos tener siem-
pre presente que la oración no debe consistir
en escucharnos a nosotros mismos sino en
escuchar a Dios; en la oración nosotros
debemos liberar el Espíritu de Dios que ha-
bita en nosotros y dejar que sea el Espíritu el
que ore por nosotros, interceda por nosotros
y acoja para nosotros la Voluntad del Padre
(Rm 8, 26-27).
¡María es nuestra Madre y podemos estar
seguros de crecer bien en su escuela!
Pongamos en práctica sus enseñanzas;
sigamos fielmente sus invitaciones y perci-
biremos cada vez más claramente la presen-
cia de Jesús en nosotros; Ella está llamada a
ser Madre eternamente y el Hijo que Ella
genera es Jesús.
Nuccio
María en el diálogo
ecuménico de las Iglesias
El diálogo ecuménico con las otras Iglesias
cristianas es uno de los objetivos más
importantes que la Iglesia católica, después
del Concilio Vaticano II, está llamada a per-
seguir. En este camino hacia la plena comu-
nión
las Iglesias cristianas deben enfrentarse
a muchas problemáticas históricas y doctri-
nales, entre las que está también la cuestión
mariana, es decir, el papel de la Virgen María
en la economía de la salvación.
Hay que precisar que María no ha sido
nunca una causa de separación entre las
Iglesias
, sino que al contrario se ha conver-
tido en la víctima sobre la que a lo largo de
los siglos han repercutido las divisiones
doctrinales más graves.
Precisamente por su marginalidad en el
problema de las divisiones entre las Iglesias,
el argumento es relativamente nuevo en el
debate ecuménico: el documento más signi-
ficativo fue publicado en 1992 al final de la
confrontación entre católicos y luteranos en
los USA. En Francia, el Grupo ecuménico de
Dombes imprimió en 1998 un interesante
documento sobre “María en el designio de
Dios y en la comunión de los santos”. Estos
textos constituyen un punto de referencia
equilibrado para las futuros análisis; a éstos
nos referimos y remitimos para una exposi-
ción más analítica.
Actualmente la Iglesia católica conserva
en el depositum fidei (depósito de la fe) cua-
tro dogmas referentes a María
: la materni-
dad divina, la virginidad perpetua, la concep-
ción inmaculada y la asunción al cielo.
Al proclamarlos, la Iglesia ha recurrido a
dos fuentes que guían la fe: la Sagrada Escri-
tura y la Tradición. El objetivo del dogma no
es ser un fin en sí mismo, sino que tiene una
función cristológica: ayuda a comprender más
profundamente el misterio de Cristo. Esto
debería valer también para los dogmas sobre
María.
El primer dogma es el más antiguo, se
remonta al Concilio de Éfeso (431) que pro-
clamó solemnemente a María como Theo-
tokos
, que significa Madre de Dios, en un
periodo en el que en la Iglesia hubo una
polémica (crisis nestoriana) que ponía en
discusión la divinidad de Jesucristo redu-
ciéndolo a sólo hombre. El Concilio de Éfeso,
al reconocer a María el título de Madre de
Dios
reafirmaba ulteriormente la divinidad
de Jesús.
Sobre esta verdad de fe todas las Iglesias
cristianas, es decir, católicas, ortodoxas,
anglicanas y las reformadas (protestantes) -
que hasta el siglo XI estaban unidas - están
de acuerdo.
El segundo dogma, el de la virginidad
perpetua de María, es una convicción de fe de
la Iglesia antigua, expresada en todas sus
liturgias, un dato ampliamente aceptado por
la Tradición de la Iglesia unida y acogido
incluso por los primeros reformadores pro-
testantes, Lutero, Calvino y Zwingli (s.XVI).
Pero algún siglo más tarde, en el interior de
la reflexión católica protestante este dato ha
sido objeto de revisión, por lo que hoy no hay
un consenso unánime de las Iglesias
reformadas.
La Iglesia Ortodoxa y la
Anglicana, en cambio, acogen esta verdad de
fe.
Los dos últimos dogmas, el de la
Inmaculada Concepción y el de la Asun-
ción al cielo
, son los que crean mayores
dificultades en el plano ecuménico.
Éstos son recientes: el de la Inmaculada,
que data de 1854 con Pío IX, afirma que “La
bienaventurada Virgen María en el primer
instante de su concepción, por gracia singular
y privilegio de Dios omnipotente, en vista de
los méritos de Jesucristo, salvador del género
humano, fue preservada inmune de toda
mancha de pecado original” (bula Ineffabilis
Deus)
La Asunción al cielo de María fue procla-
mada verdad de fe por Pío XII el 1 de
noviembre de 1950: “La inmaculada Madre
Dios siempre virgen María, terminado el curso
de la vida terrena, fue asunta a la gloria
celeste en alma y cuerpo” (cost. apost.
Munificentissimus Deus)
La Iglesia ortodoxa, que ha conservado
una destacada devoción mariana tanto en la
liturgia como en la devoción popular, sostie-
ne que estos dos últimos dogmas han sido
definidos y precisados por el Papa de forma
ilegítima, sin recurrir a la vía conciliar,
utilizando la infalibilidad que se deriva de su
magisterio ( que por otro lado no reconocen),
y sobre todo sin que ninguna circunstancia
exterior lo haya obligado (como ocurrió por
ejemplo con el dogma de la maternidad
divina). Sin embargo, más allá de estos no
insignificantes aspectos formales, los
ortodoxos podrían aceptar su contenido. De
hecho, entre los espléndidos títulos marianos
de los cristianos orientales, uno de los más
usados es el de Panàghia, “Toda pura”: que
evidencia la pureza integral y la impecabilidad
de la Madre de Dios.
Por lo que respecta a la Asunción, la
Iglesia oriental utiliza probablemente el
mismo término, pero habla más a menudo de
Dormición para indicar el destino final de
María en la tierra. La doctrina de la Asun-
ción, por otro lado, está en línea directa con
las enseñanzas de san Juan Damasceno, el
último gran padre de la Iglesia oriental.
Las Iglesias nacidas de la Reforma, en
cambio, han formulado objeciones más fun-
damentales respecto a la doctrina de la Asun-
ción y de la Inmaculada Concepción. Por
éstos y por otros puntos doctrinales los pro-
testantes
- no sin una excesiva rigidez -
consideran verdad de fe sólo lo que está
contenido en la Sagrada Escritura o en los
símbolos de fe de la Iglesia unida, en los que
no hay elementos para deducir los dos últimos
dogmas marianos.
Por su lado, la Iglesia católica los dedujo
hace tiempo, a través de una reflexión
teológica de datos que sólo en germen están
contenidos en la Escritura y en la Tradición
más antigua. La Iglesia adoptó este mismo
principio de desarrollo teológico del dogma
también para otros importantes aspectos
doctrinales que no siempre están claramente
explicitados en la Biblia, como por ejemplo
la definición de los siete sacramentos y la
infalibilidad pontificia.
Sintetizando mucho, la crítica protestante
sostiene que los dos últimos dogmas marianos,
además de no tener el apoyo escriturístico
necesario, corren el riesgo de separar a María
del común de los mortales, elevándola de su
estado de criatura (por ser excelsa) a uno
paralelo al de Jesucristo, que también nació
sin pecado y ascendió al cielo. Además, dicen
que éstos, tan tardíos, han sido proclamados
después de un debate secular que - especial-
mente en lo que refiere a la Inmaculada - vio
contrapuestas dos escuelas igualmente
autorizadas.
La Iglesia católica responde a estas críti-
cas con aclaraciones que permiten una co-
rrecta interpretación
doctrinal y alejan aque-
llas ambigüedades que además de perjudicar
el camino hacia la unidad, deforman la fe
recta. María, como toda criatura, también ha
sido salvada por Cristo: más que estar “dis-
pensada” , ha sido “preservada” del pecado
original, esto es, ha gozado anticipadamente
de la redención obrada por Cristo.
Haciendo una comparación un poco ba-
nal, se podría decir que ocurrió lo que hoy
pasa cuando se pide un crédito: se puede
gozar enseguida del bien adquirido aunque el
pago se haga despúes. Así, María gozó
enseguida de la plenitud de los frutos de la
redención que los otros fieles gozarán más
adelante. Es ciertamente un privilegio pero
que no la sustrae de la suerte de los otros
hombres: sólo la anticipa. (continúa)
Mirco
La sangre de los mártires
es semilla de nuevos cristianos
“Después de esto vi una gran muche-
dumbre, que nadie podría contar, de todas
las naciones, razas, pueblos, y lenguas. Todos
estaban de pie delante del trono y del Cor-
dero, vestidos con vestiduras blancas y con
palmas en sus manos…Éstos son los que
vienen de la gran tribulación, han lavado sus
vestiduras y las han blanqueado con la san-
gre del Cordero… (Ap. 7, 9-14).
El Santo Padre rindió homenaje a esta
multitud inmensa de hermanos y hermanas
en la fe el 7 de mayo en Roma, en una
conmemoración en el Coliseo que reunió una
vez más en oración a los representantes de
las distintas Iglesias cristianas.
El modo más bello de llevar adelante el
camino de la reconciliación y el diálogo no
podía ser otro que el de celebrar juntos la
memoria de aquellos que, sin tener en cuenta
la fe que profesaban, supieron dar testimonio
de su fidelidad a Cristo con el derramamiento
de sangre.
CRÓNICAS DEL JUBILEO
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El hecho de que en cada época de la
historia humana siempre hay alguien dis-
puesto a ofrecer su vida a Dios por los
hermanos, siguiendo el ejemplo de su Pastor
que da la vida por las ovejas, es un signo del
amor de Cristo por su Iglesia y de la acción
continua y vivificante del Espíritu Santo.
El siglo XX no es una excepción; tal
como lo recordó el Santo Padre, en todo el
1900, incluso más que en el primer periodo
del cristianismo, hay quien ha preferido morir
antes que faltar a su misión.
La Cruz de Cristo, símbolo de salvación
para todos los pueblos y sus brazos extendi-
dos sobre el leño de la cruz y abiertos sobre
el mundo entero, nos recuerdan que Él dio su
vida para hacer de muchos un solo pueblo.
Del mismo modo, el martirio de muchos
hermanos y hermanas de cada lengua, pueblo
y nación nos invitan a reflexionar que sólo el
ofrecimiento de la propia vida a Dios, con
la muerte completa de sí mismo y de las
propias razones, reconducirán de nuevo a
la Iglesia a la unidad.
El ecumenismo de los mártires y de los
testigos de la fe es el más convincente; es lo
que indica el camino de la unidad a los cris-
tianos del siglo veintiuno. Es la heredad de la
cruz vivida a la luz de la Pascua: heredad que
enriquece y sostiene a los cristianos, mientras
se encaminan al nuevo milenio.
La comisión vaticana encargada de
redactar la lista de estos testimonios, publica-
rá una lista de doce mil, pero en el día de la
conmemoración se recordaron sólo diecisiete
en representación de todos. Se recordó a los
mártires del totalitarismo soviético, las vícti-
mas del comunismo en otras partes de Europa,
los mártires de la intolerancia étnica (nazismo
y fascismo) y todos aquellos fieles misioneros
e indígenas que perdieron sus vidas en tierra
de misión: Asia, África, América Latina,
Papua Nueva Guinea. En una oración se
recordó también a mons. Romero, muerto en
San Salvador, y al que recientemente
recordábamos con motivo del aniversario de
su muerte.
“Si el grano de tierra caído en tierra no
muere se queda sólo; si en cambio muere, da
mucho fruto”.
Que estas palabras de Jesús,
que esconden en sí tanta riqueza, guíen los
pasos de cada cristiano, de cada bautizado,
para vivir profundamente la propia vocación
bautismal y para ofrecer a Dios la vida en
sacrificio de alabanza por la salvación del
mundo.
Actual la invitación de la Virgen en
Fátima: “Conversión y penitencia”
El trece de mayo el Santo Padre fue a
Fátima para beatificar a los dos pastorcillos,
Francisco y Jacinta Marto y, en aquel clima
lleno de emociones y de grandes gracias, una
vez más consiguió sorprender al mundo
entero. Contra el deseo de quien, ya desde
hace tiempo, hubiera querido que dimitiese
por considerarlo incapaz de guiar a la Iglesia,
el Papa demostró en cambio saber bien lo que
quiere: sus gestos y sus decisiones manifiestan
más que nunca, a los ojos de los pequeños del
Evangelio, una gran sabiduría divina.
Su peregrinación a Fátima, la tercera de
su pontificado, fue (así lo expresó él mismo
en la audiencia general del 17 de mayo) un
agradecimiento a María por todo lo que ha
comunicado a la Iglesia a través de los viden-
tes y por la protección que me ha proporcio-
nado durante mi pontificado.
Y en efecto expresó su gratitud de forma
concreta ofreciendo a María el anillo episcopal
que le ofreció el Cardenal Wyszynski pocos
días después de su elección y haciendo públi-
ca la tercera parte del secreto. Así, proclamó
cuánto la divina misericordia ha realizado
en el siglo veinte gracias a la intercesión
materna de María.
Con la beatificación de los dos pastorcillos
la Iglesia ha proclamado por primera vez
beatos a dos niños no mártires y esto porque
vivieron las virtudes cristianas en grado
heroico, a pesar de su tierna edad; su santidad
sin embargo no depende de las apariciones,
sino de la fidelidad con la que correspondie-
ron al don recibido del Señor y de María
Santísima. Dejemos que la experiencia de
aquellos días nos la cuente quien tuvo la
suerte de estar presente en aquel lugar de
gracia y de oración.
“Una inmensa multitud, formada por
600.000 fieles procedentes de 24 naciones se
reunió en Fátima en torno al Santo Padre, los
días 12 y 13 de mayo de este año jubilar.
Una multitud exultante de gozo y, al
mismo tiempo, capaz de crear momentos
de silencio absoluto y de recogimiento
intenso,
dijo el Papa en la audiencia del
miércoles 17 de mayo. Ya en la tarde del día
12, cuando el Papa, recién llegado, se recogió
en oración ante la Virgen en la capilla de las
apariciones, un silencio sobrenatural invadió
la inmensa plaza; ningún ruido, ninguna voz,
ningún motivo de distracción; la multitud
desbordante entró, en religioso silencio, en la
oración del Santo Padre, absorta y embargada
en largos minutos de recogimiento intenso;
un sólo corazón y una sola alma con su pas-
tor, ante María; es comunión profunda, es
experiencia de presencia divina, es la Iglesia
universal recogida y elevada en oración.
Análoga y más fuerte la experiencia del
día de la beatificación de los pequeños Fran-
cisco y Jacinta; había algo insólito en el aire
que unía en una fraternidad real y palpable a
gente de toda lengua, raza, pueblo y nación,
algo nuevo que interpelaba a cada uno y que
parecía esperar una respuesta de cada uno,
pero al mismo tiempo, era como si Alguien
hubiese ya respondido por ti; y esta sensación
alejaba cualquier ansiedad, inundaba de paz
el corazón, suscitaba esperanza y generaba
alabanza y agradecimiento.
En esta atmósfera desaparecían las pre-
ocupaciones usuales, perdían importancia las
necesidades, incluso las más legítimas y la
vida transcurría más sencilla y infinitamente
más libre.
Estáis demasiado preocupados por las
cosas materiales y poco por las cosas espi-
rituales,
nos advirtió la Virgen en el mensaje
del 25 de abril de este año; pues bien, en
Fátima, en los días 12-14 del mes de mayo de
2000, la preocupación por las cosas
materiales
desapareció prodigiosamente y
las cosas espirituales, que la infinita bondad
y sabiduría de Dios revela a los pequeños y
humildes, llenaron cada vacío, satisficieron
cada espera.
Como un manso rebaño, conducido por
los pastorcillos Francisco y Jacinta, la multitud
de los fieles supo encontrar alivio en una
fuente de agua, descanso bajo la sombra de
un árbol, reposo en sillitas providenciales
generosamente compartidas, sueño, apoya-
dos a un muro, bajo un paño o una manta,
hombres y mujeres, niños y ancianos,
indiferentes al frío nocturno, dormidos bajo
la mirada amorosa de María.
Y por la tarde, cada tarde, miles de
lamparillas que iluminaban la noche, para
testimoniar de forma extremadamente sim-
ple y, por esto mismo, extremadamente efi-
caz, que no hay tiniebla si cada uno está
dispuesto a encender en su corazón la antorcha
de la fe, si es capaz de ayudar al hermano en
el camino, si quiere seguir a la bella Señora
entre los pequeños.”
Redacción
Fátima, el camino
que lleva al III milenio
“El tiempo estaba maduro para revelar
el tercer secreto” afirmó el Papa el pasado
13 de mayo en Fátima, en el día de la beati-
ficación de los dos pastorcillos, Jacinta y
Francisco. El tiempo estaba maduro: esta-
mos en el Jubileo y nos asomamos, como
desde una ventana, al III milenio que se abre
ante nosotros; pero es también la postura
ideal para volver la mirada sobre el siglo que
acaba de transcurrir. Voluntariamente, el
Santo Padre nos invita a alzar la mirada desde
esta ventana. Voluntariamente nos lleva de
nuevo al corazón del mensaje de Fátima y nos
dedica la santidad de los dos pastorcillos y el
tercer secreto. ¿Por qué, nos lo preguntamos?
Porque Fátima es el signo de los tiempos,
la clave de lectura para comprender el siglo
XX. Porque Fátima es la espiritualidad
adaptada a estos tiempos de la que Medju-
gorje es la prolongación y el cumplimiento.
Porque Fátima es la vía espiritual que nos
lleva al tercer milenio. Vamos a intentar cla-
rificar esta vía espiritual trazada por la Vir-
gen, asomándonos desde esta ventana sobre
la historia y sus recodos; sobre el presente,
con el signo vivo de Medjugorje, y sobre el
campo abierto del 2000 que seremos nosotros
los que lo cultivemos si sabemos escuchar y
seguir a la Madre del Salvador.
Preguntarse cuál es el núcleo de esta vía
espiritual equivale a preguntarse qué es lo
que vivieron los pastorcillos que hoy la Iglesia
nos presenta como beatos.
Pues bien, los fundamentos de la espiri-
tualidad indicada por N.S. de Fátima son
sustancialmente tres: el Rosario, ofrecerse
por el mundo y el Corazón Inmaculado. Son
cosas sencillas, pero en el fondo, en la bea-
tificación de los pastorcillos, descubrimos la
indicación que esta nueva vía es para los
pequeños. Dos certezas, pues: el tercer milenio
será de María y de los pequeños, en sentido
evangélico naturalmente.
En Fátima, el Papa rinde homenaje a la Virgen
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El Rosario
“Quiero que recéis el Rosario todos los
días para obtener la paz en el mundo y el fin
de la guerra.”
Sor Lucía ha escrito, hablando
de la llamada de la Virgen al mundo desde
Fátima: “esta invitación no quiere llenar las
almas de miedo, es sólo un reclamo urgente,
pues como la Virgen Santísima ha dado una
gran eficacia al Santo Rosario, no hay proble-
ma material ni espiritual, nacional o
internacional que no pueda resolverse con el
Santo Rosario y con nuestros sacrificios.
Rezado con amor y devoción, consolará a
María, secando muchas lágrimas de su Cora-
zón Inmaculado.”
Ofrecerse por el mundo
“¿Queréis ofreceros a Dios, dispuestos a
soportar todos los sufrimientos que Él os
envíe, en reparación de los pecados con que
Él es ofendido, y para obtener la conversión
de los pecadores?”
Los niños respondieron
que sí.
Tomemos un ejemplo concreto para com-
prender mejor el valor del Rosario y del
ofrecimiento por el mundo: el Papa.
El tercer secreto fue publicado el 26 de
junio con el comentario del Card. Ratzinger,
pero el Card. Sodano anticipó algunos rasgos
fundamentales el 13 de mayo en Fátima. Uno
de éstos es que los niños vieron un Obispo
vestido de blanco que caía bajo los golpes de
un arma de fuego. Todos los papas se habían
abstenido de revelarlo
Ocurrió el 13 de mayo de 1981 en la Plaza
de S. Pedro. Aquí puede intuirse qué significa
ofrecerse por el mundo. El Papa había afir-
mado: nuestra sociedad necesita el signo de
un Papa sufriente.
Ahora que ha sido revelada
una parte del tercer secreto, todo se clarifica:
Juan Pablo II, en el Vía Crucis del siglo XX
es un signo para el mundo, su sufrimiento es
un poco como el de los dos pastorcillos.
Sufrimiento y oración, un binomio que con el
pasar de los años, en él se hace cada vez más
urgente.
Y el tiempo dedicado a la oración es cada
vez más largo. El P. Tadeusz Styczen, el
confidente del Papa, explica: para él rezar es
como respirar, lo hace con naturalidad, en
cada momento… es siempre muy afable con
la gente, se entretiene gustosamente pero en
un momento dado coge el rosario, lo aprieta
sonriendo como para dar a entender a su
interlocutor que debe retirarse a orar.
Y esto puede bastar para ilustrar los dos
primeros fundamentos de la espiritualidad de
Fátima. El tercer punto es sin embargo el
verdadero núcleo.
El Corazón Inmaculado
“No te desanimes - dijo la Virgen a Lucía
- mi Corazón Inmaculado será tu refugio y
el camino que te llevará a Dios.”
¡Éste es el
camino propuesto por María! Y María ha
indicado también una meta: “Dios quiere
establecer en el mundo la devoción a mi
Corazón Inmaculado”.
¿Cómo se ha correspondido a las expec-
tativas de Dios? ¿Qué podemos hacer hoy?
Es el momento de asomarnos a nuestra ven-
tana abierta a la historia.
El Corazón Inmaculado como refugio y
camino hacia Dios: no es una espiritualidad
individual - como una devoción - sino una
indicación para la Iglesia universal, puesto
que la misma Virgen pidió que el Papa con-
sagrase el mundo entero, y luego Rusia, a su
Corazón Inmaculado.
Pío XI no lo hizo, Pío XII al principio
vaciló pero luego, viendo el horror de la II
guerra mundial, inesperadamente, el 31 de
octubre de 1942, en un mensaje radiofónico
en portugués realizó la petición con estas
palabras: A Vuestro Corazón Inmaculado en
esta hora trágica de la historia humana,
confiamos, consignamos, consagramos no
sólo la Santa Iglesia…sino todo el mundo
lacerado por discordias funestas.
Pasado apenas un mes, los alemanes fue-
ron derrotados en la histórica batalla del El-
Alamein, en África del Norte, que abrió la
puerta de Europa a los americanos. Después
de algunos meses con la derrota alemana en
Stalingrado, Churchill dijo: “La rueda del
destino se ha girado”.
Tenía razón, porque la
II guerra mundial acabó en poco tiempo.
Los hechos por sí mismos bastan para
explicar la riqueza de gracia que se esconde
tras este misterio de la consagración al Cora-
zón Inmaculado. Pío XII quedó tan impre-
sionado que a continuación, el 1/11/1950,
recurriendo a su infalibilidad, definió el dogma
de fe de la Asunción de María al cielo,
instituyó numerosas fiestas y años marianos
y finalmente, en el lecho de muerte expresó
el deseo de que cada nación, cada diócesis,
cada parroquia y cada familia se consagrasen
al Corazón Inmaculado de María.
El Papa Pío XII había experimentado de
cerca la potencia del corazón Inmaculado en
el Corazón de Su Hijo. Éste es un signo de los
tiempos, es decir, una necesidad para el tiempo
difícil que vivimos, que Dios mismo nos
indica a través de la Virgen.
También Juan Pablo II ha acogido esta
necesidad, por esto, el próximo 8 de octubre,
en presencia del episcopado mundial, que se
reunirá para el jubileo de los Obispos, consa-
grará el mundo y el tercer milenio al Corazón
Inmaculado. Y es deseo del Papa que esta
consagración sea preparada primero en los
corazones, en las familias, en las parroquias,
y luego en las diócesis, tal como quería Pío
XII. ¿Cómo podemos nosotros, ahora, en el
tiempo presente, concretar estas indicaciones
con sencillez? La respuesta nos viene de la
historia, de un Papa sencillo: Juan XXIII, que
quiso que Italia como nación se preparase a
la solemne consagración del Corazón
Inmaculado a través de una iniciativa que él
mismo bendijo “La peregrinación de las
maravillas”
que es como fue llamado el
recorrido de la Virgen peregrina de Fátima
por toda Italia en 1959.
Como conclusión de la peregrinación, el
13 de septiembre, el mismo Papa consagró
Italia al Corazón Inmaculado. Hemos, pues,
desde nuestra ventana, echado una mirada
sobre los “timoneles” de la Iglesia pasada,
presente y futura, con esta iniciativa promo-
vida por el Santo Padre actual.
¿En qué sentido Medjugorje es el
cumplimiento de Fátima?
Creo que Medjugorje fue ya claramente
anunciado por la Virgen en Fátima. Éstas son
las palabras de sor Lucía en una carta al P.
Agustín Fuentes en 1958: “La Virgen me ha
repetido que los últimos remedios dados al
mundo son: el Santo Rosario y la devoción al
Corazón Inmaculado de María. Luego me ha
dicho que, agotados los otros medios despre-
ciados por los hombres, nos ofrece temblorosa
el último ancla de salvación: la SS. Virgen en
persona, sus numerosas apariciones, sus
lágrimas, los mensajes de los videntes espar-
cidos en todas las partes del mundo.”
Me parece que ésta es la característica
fundamental de Medjugorje: allí la SS. Vir-
gen ha dado su persona
; en este sentido es
el último ancla de salvación. Desde hace 19
años, la Virgen baja cada día sobre la tierra y
la novedad no está tanto en sus palabras como
en la eficacia de su presencia: cada día su
corazón de Madre está allí abierto y todos
pueden alcanzar, casi “robar”, las gracias como
de un pozo sin fondo. ¿Qué más podemos
pedir? Si hemos comprendido esto, entonces
hemos captado la esencia del tercer secreto de
Fátima, no tan sólo el sentido profundo de las
apariciones de Medj., y con esto también el
deseo del corazón de nuestra Madre que es
también el deseo de Dios. Por esto, ¡no nos
retrasemos, corramos a esa fuente! Consagré-
monos y llevemos a los sedientos a este “Cor
Inmacolatum”
, “Vaso y receptáculo de todos
los misterios.” (S. Gregorio Taumaturgo). La
última palabra es de María: “Al final, mi
Corazón Inmaculado triunfará”.
Nicola
* Como hemos mencionado, el 26 de ju-
nio la Congregación para la doctrina de la fe
completó la revelación de la tercera parte del
secreto de Fátima, acompañada por el comen-
tario teológico del Card. Ratzinger y por la
introducción histórica de Mons. Bertone.
Publicamos el texto íntegro y nos reservamos
continuar nuestras reflexiones más profunda-
mente en el próximo número del Eco.
Tercera parte del secreto revelado el 13
de julio de 1917 en la Cova de Iría-Fátima,
tal como fue escrita por sor Lucía el 3 de
enero de 1944:
“Escribo en obediencia a Vos, Dios mío,
que me lo ordenáis por medio de su Excelen-
cia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria
y de la Santísima Madre, vuestra y mía.
Después de las dos partes que ya he expuesto
hemos visto al lado izquierdo de Nuestra
Señora, un poco más alto, un Ángel con una
espada de fuego en la mano izquierda;
lanzaba llamas de fuego que parecían desti-
nadas a incendiar el mundo; pero se apaga-
ban al contacto con el resplandor que, desde
su mano derecha Nuestra Señora enviaba
hacia él; el Ángel, señalando la tierra con la
mano derecha, con voz fuerte exclamó: Peni-
tencia, Penitencia, Penitencia
(palabras que
aparecen subrayadas).
Y vimos, en una luz inmensa que es Dios:
“algo semejante a como se ven las personas
en un espejo cuando pasan ante él” a un
Obispo vestido de blanco “tuvimos el pre-
sentimiento de que fuera el Santo Padre”.
También a otros obispos, sacerdotes,
religiosos y religiosas subir una montaña, en
cuya cima había una gran Cruz de maderos
toscos como si fueran de alcornoque con la
corteza; el Santo Padre, antes de llegar a
ella, atravesó una gran ciudad medio en
ruinas un poco tembloroso con paso vacilan-
te, apesadumbrado de dolor y pena, rezando
por las almas de los cadáveres que encontraba
en el camino. Llegado a la cima del monte,
postrado de rodillas a los pies de la gran
Cruz fue muerto por un grupo de soldados
que le dispararon varios tiros de arma de
fuego y flechas; y del mismo modo murieron,
unos tras otros, los Obispos y sacerdotes,
religiosos y religiosas, y personas laicas,
hombres y mujeres de varias clases y posicio-
nes. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos
Ángeles, cada uno de ellos con una jarra de
cristal en la mano, en las cuales recogían la
sangre de los Mártires y regaban con ella las
almas que se acercaban a Dios”.
background image
Cómo la presencia de Jesús
transfigura el sufrimiento
Hoy ha sido un día de gracia particular.
En mi cuarto del hospital he podido celebrar
la Eucaristía y he recibido de nuevo la unción
de los enfermos, a través de las manos del
obispo de Nazaret, en la presencia de
religiosos y religiosas. Una pausa de alegría,
incluso sensible, que ha dejado huella hasta
en los días siguientes, marcando un cierto
bienestar incluso físico. La oración de los
hermanos me ha envuelto inefablemente; una
especie de abrazo delicado e intenso, nacido
de la mejor caridad de Cristo, esparcida en
sus corazones. Las muestras de afecto no
acababan nunca; las sentía dirigidas a ese
Jesús que en pequeña medida dejaba
transparentar mi condición, pero que su fe
sabía individualizar bien y magnificar, valo-
rando todo lo mío, dejándome dulcemente
amado y deleitado de afectos fraternos. ¡Je-
sús, mi hermano y mi Dios, tras unas efusio-
nes de gracia tan grandes me inclino a con-
siderar muy cercana mi inserción en la co-
munión de los santos del cielo! Advierto que
la contemplación intensa de Ti es infinita-
mente eficaz para hacernos reconocer y vivir
como hermanos de palabra y de obra. Y
también esto genera deseos de cielo…
¿Señor mío, son acaso estas degustaciones
preludio del banquete? ¿Y el banquete no
siguió inmediatamente después a la degusta-
ción? Date prisa pues para que no sean
engañosos tus dones para la larga espera y
no defrauden la débil esperanza de mi cora-
zón. En la riquísima liturgia de hoy, he sen-
tido el eco de la liturgia del cielo…
No pasó mucho tiempo hasta que dos
empleados del hospital de otra religión se
acercaron a mí pensativos y me preguntaron:
“¿Por qué vienen tantas personas a visitarte,
y a hablar largo rato contigo, eres acaso alguien
importante? Vienen de todas las clases,
lenguas y razas: ¿qué es lo que buscan?”
“¡Nosotros trabajamos aquí y no sabemos
nada!”. Les respondí: “Son todos apasiona-
dos de Jesús, lo saben descubrir bajo la
apariencia miserable de mi sufrimiento y
mi amor.
Es su fe y su clarividencia las que
me fascinan, es mi amada y alegre nulidad
que les fascina. Pero todos estamos igual de
fascinados por Jesús. Sin Él es imposible
vivir
: hebreos que vienen a hablarme del
Evangelio de Jesús, drusos que me recuerdan
nuestro amor fraterno más allá de la religión,
de la raza; musulmanes que aprecian el aban-
dono en Dios misericordioso…; los cristia-
nos que ven a Jesús y lo querrían ver a menudo,
más a menudo… ¡Es Jesús la persona
importante!”
Durante la liturgia de los enfermos, oramos
por muchos de estos motivos. Al final de la
oración de los fieles, el Obispo me pidió
también formular alguna oración particular.
Sin embargo, no tenía fuerza para hablar y
además el recinto estaba abarrotado de perso-
nas hasta el punto de sacar el oxígeno a mi
fatigosa respiración. Cuando decliné la
invitación, me lamenté de no haber podido
expresar lo que llevaba en el corazón. En
realidad quería haber rezado por uno de mis
hermanos ancianos que se encontraba en otro
hospital de la ciudad; hubiera formulado una
oración personal que rezaba más o menos así:
“Te pido Jesús que, cuando haya acaba-
do de extender los brazos en la cruz, pueda
extenderlos sobre tu cuello, una vez para
siempre por los siglos eternos.”
El Obispo lo hizo todo tan simple y
decoroso, que dejó que me transportara del
todo por lo que sucedía sacramentalmente.
La unción me traía a Jesús, me ponía en
sus manos benditas y salvíficas…
Desde lo
más profundo parecía decir: “ ¡Gloríate en
mí como creas que será mejor! Tú lo conoces
todo de mí y esto me evita cualquier molestia
de saber y no saber” (…)
Naufragar en Ti es ya un deseo ávido y
dilatado, un gemido del Espíritu Santo. Oh
Espíritu Santo de Dios, ven. Cuántas veces te
llama mi corazón…sobre todo ahora con
motivo de la extensión de la enfermedad, me
siento llamado a Ti con vigor renovado.
Combatido entre el ardor y la hinchazón, por
instinto de gracia, medito sobre el agua viva
que brota del corazón de Cristo y de los que
creen en Él, como símbolo del Espíritu Santo,
cuyo manantial santificante está ya en
nosotros. ¡Bendita enfermedad de mis
miembros, que siempre me hace descubrir
tanta gracia en mí!
Cuando en algún momento de crisis, me
parece acercarme a Jesús a través del penoso
ahogo y el desfallecimiento del colapso o la
devastadora impresión de perder la cabeza de
dolor… te invoco, extiendo las manos hacia
Ti y canto la Voluntad de Dios que, cuando
quiera, decidirá llevarme con Él. A veces me
parece que el velo que nos separa sea mínimo:
bastaría sólo un incremento de la crisis, un
dolor más agudo, un poco más de desfalleci-
miento, un pequeño desgarro. ¡Y Tú estás
allí, tras aquella fragilísima pared, quizás aún
más jadeante que yo, sufriendo más que yo,
deseando más allá de toda medida un abrazo
más estremecedor que el mío! ¡Suframos
juntos, Jesús mío, también estos instantes de
espera!
(…) Cómo me gustaría contemplarte
directamente más allá del velo de la vida
terrena, para medir cuidadosamente los latidos
de tu Corazón, los estremecimientos de todo
tu ser… me gustaría conocerlos para anunciar
a mis hermanos quién eres realmente y el
potente eco que tienen en Ti nuestras condi-
ciones terrenas, pero conocerte tan bien es ya
el paraíso y es necesario esperar, hasta no
darme cuenta de dónde estoy realmente…
quizás porque ya me he cogido a tu cuello con
mis brazos débiles, blancos, reducidos a la
nada… ¡pero tan enamorados!
(Testimonio de un sacerdote carmelita, P.
Maurizio Vigani, muerto a los 62 años en Israel)
La Eucaristía,
corazón del Jubileo
Cuando el Concilio Vaticano II habló de
la Eucaristía, no pudo menos que definirla
como “fuente y culmen de toda la vida
cristiana”
(LG 11). El Padre no se nos podía
entregar más que dándonos el Hijo. Jesús no
podía darnos más que darse a sí mismo.
“Después de haber amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extre-
mo”
(Jn 13,7).
Veamos cómo la Eucaristía expresa el
culmen del amor de Jesús por nosotros, con-
siderándola en sus tres aspectos fundamenta-
les:
1. Es sacrificio: “Éste es mi cuerpo que
es entregado por vosotros…Ésta es mi sangre
derramada por vosotros.”
2. Es el alimento de la vida nueva: “Mi
carne es verdadera comida… Mi sangre es
verdadera bebida”.
3. Es presencia constante: “Me quedaré
con vosotros hasta el fin de los tiempos”.
El Año Jubilar acentúa la necesidad de la
Comunión Eucarística como una de las con-
diciones para la adquisición de cada
indulgencia. Pero ha querido poner también,
en el centro del Año mismo, una considera-
ción especial sobre la Eucaristía, convocando
el Congreso Eucarístico Internacional, del 18
al 25 de junio.
Propongo a los lectores algunas breves
consideraciones sobre la Eucaristía, sacrifi-
co-sacramento-presencia,
para que cada uno
se interrogue con sentido práctico: ¿Qué es
para mí el sacrificio de la Misa? ¿Qué es para
mí el sacramento de la Comunión? ¿Qué es
para mí la presencia continua de Jesús en
todos los tabernáculos del mundo?…
Sacrificio
Asisto a la Misa: Jesús se está inmolando
por mí: hasta este punto me ama. Él sabe que
aquél es el único sacrificio digno del Padre,
el único sacrificio capaz de expiar mis peca-
dos. “Haced esto en memoria mía” no es
sólo un recuerdo, sino una realización; es
hacer presente el único sacrificio de la Cruz.
Es Jesús vivo y resucitado que se ofrece
continuamente al Padre por nuestra salva-
ción.
¿Cómo asisto a Misa, con qué compromi-
so?
Hace 26 años fui a ver al Padre Pío. No
hay duda de que el Padre Pío, en cada Misa
revivía la Pasión del Señor. Era un hecho
evidentísimo para todos los que asistían al
rito con la mirada fija en su rostro. Y es un
hecho confirmado tantas veces por sus mismas
palabras que he llegado a esta conclusión: el
sacrificio de la Misa hace presente de forma
incruenta el sacrificio de la Cruz. Pero en las
misas del Padre Pío la participación del cele-
brante era cada vez cruenta; y a menudo con
derramamiento visible de sangre que brotaba
de sus estigmas. Nosotros no somos el Padre
Pío. Pero hay maneras de participar en la
Misa con algo nuestro.
Hace años en una reunión de liturgistas,
se respondió de forma unánime a la pregunta:
¿Qué recomendar a los fieles, qué sentimien-
tos sugerirles cuando asisten a la Misa? Su-
gerir el ofrecimiento de sí mismos, aceptando
la situación concreta y cotidiana de su vida,
salud, trabajo, circunstancias o dificultades
particulares. Aquellos liturgistas partían del
presupuesto que los sentimientos de Jesús,
durante la pasión, eran de aceptación conti-
nua de la voluntad del Padre: “Hágase tu
voluntad y no la mía”.
Un santo sacerdote oraba así: “Señor, por
la mañana yo soy el sacerdote, tú la víctima
y te ofrezco al Padre. El resto del día tú eres
el sacerdote, yo la víctima y me ofreces al
Padre”. Así su jornada era un continuo ofre-
cimiento a Dios, casi en respuesta a la Misa.
Sacramento
Invito a releer sobre este tema el capítulo
VI del Evangelio de Juan, del que extraigo
algunas frases. “Yo soy el pan de la vida. Si
uno come de este pan, vivirá para siempre. Si
no coméis la carne del Hijo del hombre y no
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí, y yo en él. El que me coma
vivirá por mí; el que coma de este pan vivirá
para siempre”.
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¡Qué unión tan profunda entre nosotros y
Jesús! Verdaderamente podemos decir con S.
Pablo: “No vivo yo, sino que es Cristo quien
vive en mí”
(Gál 2,20). Pero no podemos
olvidar las advertencias de S. Pablo a propó-
sito de la Comunión. “Quien coma el pan o
beba la copa del Señor indignamente será
reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
Examínese, pues, cada cual, pues quien come
y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe
su propia condena”
(1 Cor 11, 27-28).
Nosotros, los sacerdotes, advertimos dema-
siadas comuniones y demasiadas pocas con-
fesiones
. Para poder comulgar es necesario
estar en gracia de Dios; si no, es necesario
confesarse primero. Un acto de arrepen-
timiento no es suficiente, la confesión
sacramental es necesaria.
La Eucaristía es alimento del cristiano, o
sea, de quien vive en Cristo. Es fortaleza, es
consuelo, es gracia puesto que incluso nos da
al autor de la gracia.
Comulguemos a menudo, mejor todos los
días o al menos el domingo. La Eucaristía es
consagrada en la Misa y la Comunión integra
la participación en ella.
Presencia permanente
Jesús está siempre presente entre nosotros,
vivo con toda su divinidad y humanidad, en
todos los tabernáculos del mundo. Él nos
espera y nos invita para que lo adoremos,
para consolarnos, para darnos todo. ¡Cuántas
sanaciones materiales y espirituales han tenido
lugar ante Jesús Eucarístico, y cuántas deci-
siones tomadas, vocaciones, iniciativas apos-
tólicas e iluminaciones recibidas! A menudo
buscamos consejo a diestro y siniestro; qui-
zás se recurre a un astrólogo, a un sanador, a
un carismático, y no se acude a Jesús. Sin
embargo, el Señor lo ha previsto y aceptado
todo. Ha previsto el abandono y la soledad;
ha previsto los sacrilegios y el desprecio.
Pienso en las profanaciones eucarísticas, en
las comuniones sacrílegas, en los robos de
hostias para realizar misas negras o ritos
satánicos…
¡Cuánto hay que reparar! Han nacido
congregaciones de hermanas adoradoras en
las que día y noche la Eucaristía está expuesta
solemnemente para la adoración de estas
almas generosas. En todas las ciudades hay
alguna iglesia con el Santísimo expuesto para
la adoración de los fieles. Para cada necesidad,
para cualquier ocasión alegre o triste, nuestro
primer pensamiento debe ser el de dirigirnos
a Jesús presente en el tabernáculo.
¿Lo he comprendido yo? ¿Cuánto apro-
vecho esta extraordinaria presencia?
Don Gabriele Amorth
(de Medjugorge Turín)
En Roma el Congreso
Eucarístico del 2000
Los distintos Congresos Eucarísticos han
surgido para subrayar los distintos aspectos
de la Eucaristía, para hacer comprender su
importancia.
Así, también en este año jubilar ha tenido
lugar en Roma el 47° Congreso Eucarístico
Internacional, que comenzó el 18 de junio en
la Plaza de S. Pedro y concluyó el 25 de
junio, fiesta del Corpus Christi,
con la so-
lemne Misa celebrada por el Santo Padre.
El tema escogido es: “Jesucristo, único
Salvador del mundo, pan para la nueva vida”.
Queda clara la referencia al sacrificio
salvífico que se renueva en la Misa y el
alimento que sostiene la vida del cristiano. Es
una invitación para que todos profundicemos
una vez más en la necesidad y en la influencia
de la Eucaristía para cada uno de nosotros.
Una semana de adoración ante la Eucaristía;
una semana de cantos, de himnos, de
oraciones, de silencio. Toda la Iglesia y todo
el mundo dirigieron la mirada hacia la Iglesia
Madre de Roma, que celebró el Gran Jubileo
del Año 2000; este Congreso Eucarístico
Internacional fue definido por Juan Pablo II,
el “corazón del Jubileo”.
¡La Eucaristía, corazón de la Iglesia y
corazón del Jubileo, es el corazón del
mundo!
Se quiera o no, ésta es la verdad
transformadora y transfiguradora del cristia-
nismo: sin la Eucaristía no hay Iglesia y sin
Iglesia no hay Eucaristía. Jesús pan, Jesús
vida, se hace alimento y bebida de salvación.
Quien no tiene fe, ve la Eucaristía como un
acto devocional, en el marco interior de la
Iglesia católica; es nuestra tarea, en cambio,
testimoniar con los hechos que no es así, que
este sacramento puede transformar el mundo.
Cuatro catequesis pronunciadas por cua-
tro cardenales, trataron los temas siguientes:
“Eucaristía fuente de cultura”; “Eucaristía,
conversión y reconciliación”; “Eucaristía,
presencia de Cristo en medio de los hombres”.
Temas a los que se volvió, junto con la misión,
en los sumarios - guía de las jornadas únicas,
sin olvidar naturalmente los aspectos de la
espiritualidad y la oración. De hecho, en casi
todas las parroquias romanas, hubo adoración
eucarística perpetua
noche y día. Y esta vez,
a diferencia de los jubileos específicos, todo
el pueblo de Dios fue invitado a participar:
adultos, fraternidades, niños que acababan de
hacer la 1ª comunión, jóvenes, obispos de 90
conferencias episcopales de todo el mundo y
religiosos. Naturalmente, tampoco se olvidó
a los enfermos, a los que distintos sacerdotes
visitaron de casa en casa y se celebraron S.
Misas en los centros sanitarios a lo largo de
toda la semana.
Juan Pablo II intervino cuatro veces a lo
largo de esta semana: en la ceremonia de
apertura, en la catequesis del miércoles, en la
Misa y procesión del Corpus Christi, y en la
Statio Orbis que concluyó los actos el domingo
25 de junio. Esto subraya la importancia que
el Pontífice da al Congreso, situado en la
mitad del Jubileo, en cuanto que es un año
intensamente eucarístico.
Redacción
¡Ánimo: sed santos!
El domingo 27 de mayo el Santo Padre
canonizó a 27 beatos mejicanos, casi todos
mártires, víctimas entre 1915 y 1937 del
periodo revolucionario que llevó, entre otras
cosas, a una feroz persecución anticatólica.
Veinticinco son sacerdotes y laicos fusi-
lados o ahorcados por su condición creyente
a los que se añaden un sacerdote y una religiosa
que se distinguieron en cambio en el campo
de la caridad. Con su vida fueron testimonios
de una entrega completa a Dios a través de la
senda del martirio o a través del servicio a los
pobres.
Según datos proporcionados por Radio
Vaticano, son 297 los santos proclamados
por Juan Pablo II, uno más que los proclama-
dos desde 1594 hasta Pablo VI incluido; por
lo que respecta a los beatos, Juan Pablo II ha
proclamado 989, mientras que los proclama-
dos desde 1609 hasta el pontificado de Pablo
VI incluido eran sólo 808.
El próximo 1 de octubre serán canoniza-
dos 120 mártires en China (chinos y extran-
jeros).
El 1 de octubre coincide con el 51
aniversario de la llegada de los comunistas al
poder en China; por este motivo, el anuncio
de la canonización que se hizo el pasado 10
de marzo no gustó mucho a Pekín que comu-
nicó, a través del Ansa, que espera que el
Vaticano no haga de nuevo cosas que hieran
los sentimientos de los chinos.
Cristo es la única puerta
de la eternidad
Los obispos de Emilia Romagna se
reunieron en Bolonia para poner remedio al
problema del espiritismo que se extiende como
una mancha negra de aceite en los últimos
tiempos; por la multiplicación de muertes
violentas entre jóvenes y adolescentes,
muchos padres optan por escoger la vía del
espiritismo para ponerse en contacto con ellos.
El problema ha llevado a reflexionar so-
bre la posibilidad de incrementar en el interior
de la Iglesia una pastoral adecuada que
responda a las demandas de ayuda de los que
se encuentran en el dolor por la pérdida de
una persona querida, como las visitas a las
familias y encuentros de oración.
La alternativa propuesta por los obispos
es la de difundir en las comunidades cristia-
nas un nuevo ministerio, el “ministerio de la
consolación”
a través de la evangelización
del sentido cristiano de la muerte, de la
resurrección y de la comunión de los santos.
Es importante no dejar sola a la familia en el
dolor, pero para esta finalidad es necesario
organizar grupos formados de personas
dotadas de una especial sensibilidad humana
y espiritual (por ejemplo, de quien ya ha
probado la misma experiencia del dolor), con
el compromiso de ayudarla a vivir, a la luz de
la fe, este momento difícil.
Otro aspecto (no menos importante) es el
de ayudar a estas personas a encontrar un
justo contacto con los suyos a través de la
oración.
A este propósito, el Concilio Vaticano II
dice: “Algunos entre sus discípulos (de la
Iglesia) están aún en camino sobre la tierra,
otros ya han abandonado esta vida y están
sometidos a purificación, otros, finalmente
gozan la gloria del cielo contemplando cla-
ramente a Dios mismo uno y trino así como
él es; aunque todos, en grados y modos
diversos, nos comunicamos en la misma ca-
ridad hacia Dios y hacia el prójimo… De
hecho, los que están en Cristo y poseen el
Espíritu, forman juntos una sola Iglesia y
en Él están unidos unos a otros. La unión de
los que están aún en el camino con los
hermanos que han muerto en la paz de
Cristo no está interrumpida por la muerte,
sino que como cree la Iglesia desde siempre,
está consolidada por la comunión en los
bienes espirituales”
(LG 49: EV 1/419)
Es con la caridad y con la oración, más
que con ningún otro medio, que se puede
ayudar a quien está herido por el dolor a salir
de la desesperación y de la soledad de la
incomprensión, porque el camino de la oración
no evita, sino que al contrario nos conduce
directamente a nuestra única esperanza: Je-
sucristo.
La Redacción
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La fe salva a los justos
En Ruanda, el obispo de Gikongoro,
Mons. Augustin Misago, detenido desde el
14 de abril de 1999 en la prisión de Kigali y
condenado a pena de muerte, fue absuelto el
15 de junio de todas las acusaciones; éstas se
remontaban a 1994, cuando hacían estragos
en la región los enfrentamientos entre tutsis
y hutus.
El obispo de hecho estaba acusado de
haber sido cómplice de las matanzas que
provocaron la muerte de 150 mil tutsis en su
diócesis y de haber rechazado acoger a los
refugiados, acusación que había sido
desmentida por el testimonio de un joven
que, según las acusaciones públicas, tendría
que haber muerto junto a los otros jóvenes en
los enfrentamientos del ’94, pero que en cam-
bio dijo haber sido salvado junto con los otros
jóvenes precisamente por Mons. Misago.
Más bien, el motivo de su presunta con-
dena habría que buscarlo en el hecho que en
todos estos años nunca ha cesado de denunciar
la violencia y de pedir justicia para las vícti-
mas, ya fuesen tutsis o hutus, y cuando en su
diócesis, en 1995, se perpetró una masacre
contra los hutus, él no vaciló en reclamar la
apertura de una investigación oficial.
El 10 de mayo el Santo Padre , ante la
noticia de la condena a pena de muerte, había
enviado al obispo un telegrama en el que le
renovaba su unión y la de toda la Iglesia y le
deseaba además que pudiera volver pronto a
guiar a su comunidad diocesana.
El 17 de mayo el obispo Misago respondía
así al Santo Padre: “Santo Padre, quien tiene
el honor de dirigirse a usted por escrito es uno
de vuestros hijos, obispo de Gikongoro,
detenido en la prisión de Kigali desde el 14/
04/99. Me ha llegado su conmovedor mensaje,
un mensaje paterno de consuelo y apoyo.
Llegó en el momento justo, en el momento
crucial en que el ministerio Público acababa
de solicitar la pena de muerte para mí: una
medida que considero totalmente injusta y
sin fundamento.
Santo Padre, deseo agradecerle desde lo
más hondo de mi corazón sus gestos de soli-
daridad y compasión…”
El percance del obispo Misago, ligado a
hechos de política interna y externa, es
emblemático de una situación muy delicada
que en los últimos años está viviendo África.
El cardenal Tomko, Prefecto de la con-
gregación para la Propaganda de la fe, co-
menta este evento recordándonos que en
muchos países de África hay una persecución
contra la Iglesia y que el único punto de mira
no es Mons. Misago. En África central y en
la zona de los Grandes Lagos, se está
intentando debilitar a la Iglesia con pretextos
diversos y muchos cristianos han sido asesi-
nados, víctimas de falsas acusaciones, arreglo
de cuentas, etc. Parece que en África se está
adoptando la misma estrategia que se utilizó
en América Latina en los años setenta, cuan-
do para debilitar el testimonio de la Iglesia,
se atacó a los obispos y se favoreció la difusión
de sectas e ideologías.
“Volved al fervor primitivo”
La llamada a la santidad:
motivo central de la presencia
de María en Medjugorje
(Continúa del Eco 151)
La Reina de la Paz nos lleva a la santidad
a través de un recorrido espiritual enteramente
positivo, completamente exento de recogi-
mientos pietistas y de actitudes pseudo-
victimistas mal entendidas, totalmente
trasvasado por la luz de la vida en Dios, que
nos libera de los pesos de nuestra vieja
humanidad herida por el pecado para
introducirnos siempre más plenamente en el
gozo de la nueva creación y de la libertad de
los hijos de Dios: “Queridos hijos, os invito
al gran gozo y a la paz que sólo Dios da
(mens 25.03.1989)… deseo continuamente
introduciros en el gozo de la vida. Deseo que
cada uno de vosotros descubra el gozo y el
amor que sólo en Dios se encuentran y que
sólo Dios puede dar”
(mens 25.05.1989).
Haciéndose eco del severo juicio evangé-
lico “qué estrecho es el camino y la puerta
que conducen a la vida.” (Lc 13, 24), Ella nos
recuerda que el camino de la santidad requiere
un gran compromiso y una perseverancia
vigilante: “Hace ya años que estáis invitados
a la santidad, pero estáis aún lejos. Yo os
bendigo.”
(mens 25.03.1989).
En los mensajes más recientes, la Virgen
parece dirigirse particularmente a todos los
que se han decidido por el camino de la
conversión, exhortándolos a dar nuevos pa-
sos espirituales más maduros y decisivos en
el camino de la santidad, para convertirse
verdaderamente en “instrumentos puestos en
sus manos para la salvación del mundo”
(mens 25.03.1994), capaz de derramar el don
de la santidad sobre muchos otros hermanos.
Sobre aquellos que el sensibilísimo Corazón
de María ve, mucho más allá de las aparien-
cias, desesperadamente hambrientos y se-
dientos de la verdad del amor divino: “De-
seo, hijitos, que todos vosotros que habéis
percibido el perfume de la santidad
transmitáis los mensajes que os doy, los llevéis
a este mundo sediento de Dios y del amor de
Dios”
(mens 25.03.1994)
Decidirse seriamente por la santidad es de
hecho la única manera para demostrar
auténticamente a María nuestro amor y para
estar concretamente cerca de Su Corazón
Inmaculado (mens.25.04.94). Parece ser un
eco de la exigente sentencia evangélica:
“Quien acoge mis mandamientos y los obser-
va, ése me ama” (Jn 14,21).
María desea que la finalidad consciente
de nuestro camino de santificación, que es
obra del Espíritu Santo (mens.25.07.94), sea
sobre todo la Gloria de Dios Padre y de su
nombre santo, que constituye también el fin
supremo en el que converge toda la acción
salvífica de Cristo: “Hijitos, deseo que seáis
un maravilloso ramo de flores para ofrecer
a Dios en el día de todos los Santos. Os invito
a abriros y a tomar a los santos como vues-
tros modelos”
(mens.25.10.1994)… “Queri-
dos hijos, hoy os invito a glorificar a Dios.
Que el nombre de Dios sea santo en vuestros
corazones y en vuestra vida. Hijitos, cuando
estáis en la santidad de Dios, Dios está con
vosotros y os da la paz y el gozo que sólo Él
puede dar…”
(mens.25.05.97)
Ella nos recuerda que el lugar espiritual
en el que se realiza de modo privilegiado la
santificación de los creyentes es la Celebra-
ción del sacrificio Eucarístico, “fuente y
culmen de toda la vida cristiana” (Conc.Vat.II,
Lum.Gent.) “que encierra al mismo Cristo
nuestra Pascua” (Conc.Vat.II,Presb.Ord.),
invitándonos a un compromiso siempre más
incondicional de toda nuestra realidad
existencial en su misterio pascual: “Que la
Santa Misa no sea para vosotros un hábito
sino vida; viviendo cada día la Santa Misa
sentiréis la necesidad de la santidad y crece-
réis en la santidad”
(mens.25.01.1998).
Oremos incesantemente y ofrezcamos
generosamente toda nuestra vida a Dios a
través de las manos de María, para que se
realice en plenitud el deseo que más que
ningún otro inflama el corazón de la Reina de
la Paz: que todos los que han sido llamados
en Medjugorje, “en esta fuente de gracia”,
“lleguen al Paraíso con el don especial que a
Ella le ha sido dado”, es decir, la santidad
encendida del amor de su Corazón Inmacu-
lado” (mens.13.11.1986).
Giuseppe Ferraro
Noticias de la tierra bendita
El viaje misionero de p. Slavko
A comienzos de abril el padre Slavko
visitó los Países Bajos, Bélgica y Francia. A
su regreso nos refirió sus impresiones:
“Los acontecimientos de Medjugorje, que
en estos 18 años y 10 meses han congregado
a una multitud de fieles en todo el mundo, se
propagan como una llama bendita en todas
las partes del mundo y continúan uniendo a
todos aquellos que desean permanecer unidos
unos a otros por medio de la oración. Por esto
los frailes de Medj, van de vez en cuando a
rezar con los fieles cerca de sus iglesias locales
y, con su presencia, ayudan a que el fuego
que se ha encendido en Medj., cerca del
hogar de la Virgen, arda cada vez más.
Para este propósito, en Bélgica se escogió
dos lugares para reunir a los fieles que viven
el espíritu de los mensajes de Medj., lugares
que además son santuarios nacionales:
Banneux y Beaurring.
Medj., con su espiritualidad, ha dado a
muchos un nuevo impulso a la oración, a la
participación en el Misa y sobre todo a la
adoración eucarística; la Iglesia se renueva
en el espíritu de oración. Después de estos
encuentros, agradecido a Dios por todos los
maravillosos encuentros con aquellos que han
acogido los mensajes de la Reina de la Paz y
que desean vivir realmente su vida con Dios,
volví a Medj.”
Un Festival para los jóvenes
Como de costumbre, también este año la
parroquia de Medj. invita a todos los jóvenes
del mundo a participar al ya célebre Festival
de los jóvenes del 31/7 al 6/8/2000.
El tema, que será motivo de diversas
reflexiones y favorecerá la profundización
espiritual, será: “El Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros”.
Los organizadores han previsto todo lo
necesario para acoger a miles de jóvenes pero,
como en las ediciones pasadas, aconsejamos
llevar consigo una pequeña radio FM con
auriculares
(para escuchar la traducción si-
multánea en la propia lengua), la Biblia y…
¡una sombrillita para protegerse del cálido
sol de agosto!
* El Eco de María es gratuito y vive sólo
de donaciones, que se pueden enviar al nuevo
número de c.c.p. 14124226, o mediante un
cheque a nombre de Eco di Maria, cuenta
corriente nº 68068/0: Banca Agricola
Mantovana, Ag.4, Frassino, Mantova, coor-
denadas CAB 11504, ABI 5024.¡Gracias a tu
contribución el Eco podrá continuar su misión
en el mundo!
background image
Resp.: A. Lanzani - Tip. DIPRO, Roncade (TV) Italia
Coincidencias… o mejor:
¡profecías!
Ya sabemos todos que el Papa el pasado 13
de mayo, con motivo de la beatificación de
Francisco y Jacinta, hizo pública una parte del
tercer secreto de Fátima.
Justamente en la vigilia de este gran acon-
tecimiento, la Virgen María había invitado (a
través del vidente Iván) a los peregrinos pre-
sentes en Medj. a asistir a la aparición de la
tarde en el Podbrdo. En aquella ocasión, la
Virgen se presentó especialmente alegre, y
ciertamente no es una casualidad que aquella
noche ella rezase de forma especial por la paz
en el mundo: de hecho, era esto lo que la
Virgen había pedido a los dos pastorcillos
cuando les dio los instrumentos para acelerar
el fin de la primera guerra mundial (la oración
cotidiana del S. Rosario y el ofrecimiento de
sacrificios a Dios a través de Su Corazón
Inmaculado). Recordemos que antes de morir,
Jacinta dijo a Lucía que Dios había confiado a
la Virgen la paz en el mundo y que nosotros
debemos buscarla a través de su Corazón
Inmaculado.
Sabemos además que el Santo Padre sufrió
el atentado a su vida el 13 de mayo de 1981.
Según un conocido biógrafo, mientras Juan
Pablo II era transportado al hospital, sus labios
pronunciaban continuamente una breve
oración: ¡María, ven; María, ven!…¡La Vir-
gen comenzó a aparecer en Medj. al mes si-
guiente! El 25de marzo de 1984, este Papa, del
que la Virgen había dicho en Medj.: “Lo he
escogido para este tiempo”
, hizo la consagra-
ción pedida por la Virgen en Fátima. Algunas
horas más tarde, en Medj., María dijo a los
niños: “Alegraos conmigo y con mis ángeles,
porque una parte de mi plan se ha cumplido.
¡Muchos se han convertido pero muchos aún
no quieren convertirse! ¡Orad!”
¡Era la apa-
rición número 1000 en Medj.! Aquel día, des-
pués de la ceremonia de consagración, el Santo
Padre estuvo durante cuatro horas a solas con
el obispo Paolo Hnilica, que acababa de regresar
de Rusia, donde había celebrado una misa en
el Kremlin (Moscú), en unión con el Acto de
Consagración realizado en Roma por el Santo
Padre. Sorprendido por el hecho de que en el
viaje de vuelta su amigo no se hubiera parado
en Medj., el Papa afirmó: ¡Medjugorje es el
cumplimiento y la continuación de Fátima!
La
Virgen confirmó las palabras del Pontífice
siete años más tarde: “Queridos hijos, también
hoy os invito a la oración, hoy más que nunca,
cuando mi proyecto ha comenzado a
realizarse… Os invito a la renuncia durante
nueve días para que con vuestra ayuda se
cumpla todo lo que quiero realizar a través de
los secretos que anuncié en Fátima. Os invito,
queridos hijos, a comprender la importancia
de mi venida y la seriedad de la situacion.”
(25/8/91)
Al mes siguiente, también en Medj., la
Virgen dijo: “Ayudad a mi Corazón Inmacu-
lado a triunfar en este mundo de pecado”
(25/
9/91) ¡Qué otro cumplimiento del plan de
Fátima puede ser más que el triunfo del Cora-
zón Inmaculado de María! Esto explica también
el motivo por el que se dice que las apariciones
de Medj. son las últimas apariciones de la
Virgen sobre la tierra. En Fátima ella dio “la”
profecía sobre el futuro: “¡A pesar de todo, al
final mi Corazón Inmaculado triunfará!”
Juan Pablo II, en su libro: “Cruzando el
umbral de la esperanza”, escribía: Si llega la
victoria, será traída por María. Cristo la con-
quistará a través de ella porque Él desea que
sus victorias presentes y futuras estén ligadas
a ella…María se apareció a los tres niños de
Fátima, diciéndoles aquellas palabras que
ahora, al final de este siglo, parece que llegan
a su cumplimiento.
Hoy muchas personas pres-
tan atención a cualquier tipo de profecía sobre
el futuro, mientras que los “sembradores de
miedo” acumulan ganancias. Pero nosotros,
hijos de Medjugorje, llamados a ser los após-
toles de María, tenemos la responsabilidad de
irradiar su misma alegría y lo que reinará en el
futuro: “¡un tiempo de paz que mi corazón
espera con impaciencia!”
(25 de junio de 1995).
Sor Emannuel
Nuestra vida: una peregrinación
con María, icono de Jesús
El proyecto de las Vírgenes peregrinas de
las que hemos hablado en los números recientes
del Eco, los dirige en Roma el Card. Medina
Estévez, Prefecto de la Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramen-
tos. Él mismo ha escrito el prefacio del libro
“Nuestra Señora de Francia ilustrada - Vol. II”
( disponible ahora en inglés, español y fran-
cés). Este libro presenta la historia del
movimiento de las Vírgenes peregrinas en el
mundo, ilustrado por numerosos testimonios
de Patriarcas, Cardenales, Arzobispos y Obis-
pos de los cinco continentes. Hemos extraído
del prefacio algunos puntos, en los que el
Cardenal, con la competencia que le caracteri-
za, analiza los fundamentos doctrinales,
eclesiales y espirituales de estas Visitaciones.
Su intervención aclara la postura de la Iglesia
ante esta iniciativa y ayuda a comprender su
alcance y riqueza.
¿Cuál es el fundamento espiritual de
estas visitaciones? La peregrinación de estas
imágenes bendecidas de la Madre de Dios
constituye para los que las reciben con corazón
puro y sencillo, un momento de gracia y una
invitación para recordar con emoción y gratitud
el sentido profundo de la propia vocación cris-
tiana y de la llamada a la santidad, y una
invitación para escuchar la Palabra de Dios y
ponerla en práctica. La Virgen, llevando entre
los brazos a su Hijo, el Señor Jesús, nos lo
indica como diciendo: “¡Ved y reconoced en
Él a la única prenda de salvación!” Él y sólo Él
es nuestro Maestro; Él y sólo Él es la Verdad”.
La seguridad del fundamento eclesial…
Las imágenes peregrinas de la Virgen María
constituyen una expresión legítima de la pie-
dad popular y numerosos obispos han testimo-
niado, con palabras, pero también por escrito,
los frutos espirituales que han surgido de estas
visitas, tejidas de amor filial, de devoción, de
confianza, de oraciones fervientes y finalmen-
te de gozo, porque el Señor ha hecho grandes
cosas en María, Él que es todopoderoso y cuyo
nombre está lleno de gloria.
y doctrinal… La visita de la imagen de
María se funda en la doctrina de la Iglesia
católica que desde hace más de mil años apoya
la seriedad del culto de las imágenes sagradas
a través de las cuales el creyente pone la
atención de su corazón hacia lo que la imagen
representa: el Señor, la Virgen, los ángeles, los
santos, la cruz. El Catecismo de la Iglesia
católica explica detalladamente el sentido
auténtico del culto que los fieles rinden a las
imágenes (CIC, nn 1159-1162). Durante
nuestra peregrinación terrena, etapa provisio-
nal de nuestra existencia, las imágenes sagra-
das nos ayudan a acordarnos de las realidades
del mundo futuro así como de los aconteci-
mientos a través de los cuales la Misericordia
de Dios nos ha salvado.
para encontrar en la Madre al Hijo: El
amor a la Madre de Dios empuja al fiel católico
a insertarse en el Cristo, fuente de vida, y en la
Iglesia que es Su Cuerpo. Puesto que Cristo
asumió la naturaleza humana en el seno virgi-
nal de María, y puesto que Ella acompañó a su
Hijo a los pies de la Cruz, el amor hacia la
Madre es inseparable de la vida sacramental en
la que el fiel recibe, en la comunión eucarística,
el Cuerpo del que se hizo hombre en el seno de
la Virgen para ofrecerse en sacrificio de
alabanza y de reparación sobre el altar de la
Cruz. Que el Señor Jesús y su bienaventurada
Madre bendigan a todos los que dirigirán su
mirada a las imágenes sagradas que se les
presentarán, para que descubran en la fe las
realidades que están más allá de las cosas
visibles y que son la sustancia de nuestra espe-
ranza y de nuestro gozo.
Jorge A. Card. Medina Estévez
¿Como participar en esta iniciativa
mariana? Para permitir que María visite a
todos sus hijos sería necesaria al menos una
estatua o un icono por cada diez mil personas,
es decir, cerca de quinientas mil imágenes que
llevarían de esta forma el Evangelio y el “Totus
Tuus” del Santo Padre al mundo entero, susci-
tando una avalancha de oraciones.
Se puede colaborar de diversas formas:
Concretamente podéis elegir la estatua o el
icono que prefiráis o bien una que ya sea
venerada en vuestra diócesis y organizaros
para hacerla peregrinar de parroquia en parro-
quia, de familia en familia, y en todos los
lugares donde María pueda hablar a sus hijos.
Pero si no pudieseis hacerla peregrinar voso-
tros mismos, lo mejor es ofrecer una, confian-
do a la asociación el compromiso de mandarla
a uno de los quinientos mil lugares asignados
donde cumplirá su visitación con la bendición
del Obispo local. En ese caso podéis encargar
una “¨Virgen peregina” a : NDF, 48 Avenue de
Paris 91410 Dourdan (precio -incluido el
transporte- 180 $). ¡Participemos con Cristo,
Vivo ayer, hoy y por siempre, en este regalo
para Su Madre!
Edmond Fricoteaux
* Don Alberto Bertozzi es el nuevo pre-
sidente de la “Asociación Eco de María”.
Actualmente es vicario parroquial de
Castiglione delle Stiviere (MN), lugar de
nacimiento de San Luis Gonzaga fue Don
Angelo quien despertó en él la vocación al
sacerdocio. Don Alberto abandonó a los
treinta y tres años su trabajo como obrero;
vivió durante doce años con Don Angelo en
la parroquia de Villanova Maiardina, seis
años de los cuales estudió teología en el
seminario de Mantova. Es sacerdote desde
hace seis años. Además de ser el referente
jurídico de la Asociación, don Alberto
acompañará con su bendición sacerdotal
cada número del Eco elaborado en la
redacción .
“Por reconocimiento y con temor entró a
formar parte de la asociación que se ocupa de
la existencia del Eco. Reconozco que no tengo
el carisma y las capacidades de don Angelo.
La Madre de Dios, si quiere, continuará
llamando a sus hijos a formar un solo cuerpo
en Cristo. Que Dios bendiga a todos los que
colaboran.”
Villanova M., 29 de junio de 2000
* Para los lectores del Eco ESPAÑOL:
Hna Maria Teresa - Foyer Nuestra Señora del
Carmen - tel: (041) 651332 - fax: 005641651127
- Casilla 15 - Tomé - Chili
S. Dolors Vallverdi Berges - tel: 34 933030049
- fax: 33088363 - C/ Andrade 88, 5, 2 - 08020
Barcelona - España.
Ernesto Falla - tel: 5023632114 - Colombus
center, 1002 - Ave. Las Américas, 189-91, zona
14 Guatemala - Guatemala - E-mail:
inrodeo@guate.net, efalla@quik.guate.com.