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www.medjugorje.ws » Eco de Maria Reina de la Paz » Eco de Maria Reina de la Paz 177 (Septiembre-Ottobre 2004)

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Mensaje del 25 de julio de 2004:
“Queridos hijos, os invito de nuevo:
estad abiertos a mis mensajes. Hijitos,
deseo acercaros a todos a mi hijo Jesús.
Por eso, orad y ayunad. Os invito de
modo particular a orar por mis intencio-
nes, para que pueda presentaros a mi
hijo Jesús, y Él transforme y abra vues-
tros corazones al amor. Cuando tengáis
amor en el corazón, en vosotros reinará
la paz. Gracias por haber respondido a
mi llamada”.
Que Jesús transforme
vuestros corazones
María sintetiza el objetivo de Su
Presencia en Medjugorje con claridad extre-
mada, los objetivos que tenemos que alcan-
zar, Su papel y el nuestro.
La premisa está en su invitación renova-
da: estad abiertos a mis mensajes. Nuestra
disponibilidad es necesaria para que los
mensajes de María sean acogidos en su ori-
ginalidad y por tanto en toda su fuerza reno-
vadora que consiste en dejar al Espíritu
Santo la más amplia libertad de acción en
nosotros. No somos nosotros los que llega-
mos a Dios; nosotros sólo podemos desear
ser alcanzados por Él o cerrarnos a Su
Acción de Amor; es una premisa que refiere
pues a nuestra disponibilidad.
El primer objetivo de María: hijitos,
deseo acercaros a todos a mi hijo Jesús;
nuestro primera tarea: para esto, vosotros
orad y ayunad.
No se trata de ser un poco
más buenos, más honestos, más generosos,
más píos. Todo esto no nos acerca a Cristo;
no es la causa de que nos parezcamos cada
vez más a Él, sino que es el fruto de esto.
María nos dice que Su deseo es acercarnos a
Cristo y nos pide que oremos y ayunemos
para que Ella pueda realizar este deseo
Suyo. Ella necesita nuestra oración y el
ayuno para llevarnos junto a Jesús; no son
peticiones insoportables: es exactamente lo
que hizo Jesús en Su existencia terrena. Si
Él, que es Dios, oró y ayunó mucho, ¡cuán-
to más nosotros, pobres pecadores, necesi-
tamos la oración y el ayuno!
En un mundo ajeno a estos dos valores
María nos los propone una y otra vez con in-
sistencia y nosotros debemos acogerlos con
docilidad, con humildad, honrándolos escru-
pulosamente, viviéndolos en la letra y en el
espíritu (Mt 6, 5-18).
Nuestra segunda tarea: orar por las in-
tenciones de María; el objetivo: para que
pueda presentaros a mi hijo Jesús, y Él
transforme y abra vuestros corazones al
amor.
El acercamiento a Jesús es asimila-
ción con Él. Así es como María, por gracia
de Dios, por el poder del Espíritu Santo, por
voluntad de Jesús (Jn 19, 26-27) realiza ple-
namente Su Maternidad. No sólo Madre de
la Iglesia, sino Madre mía, Madre tuya,
Madre de toda persona que la acoja en su
casa,
es decir, en la propia alma, en el pro-
pio corazón. Ella nos presenta a Él, nos ofre-
ce a Él como el fruto de Su Pasión y Muerte
y nosotros, regenerados por Su Sangre,
somos transformados y capaces de amar, es
decir, de vivir según Su imagen. Ésta es la
conversión y se realiza en la medida en que
no somos ya nosotros los que vivimos, sino
que es Él el que vive en nosotros (Gál 2, 20).
Finalmente: cuando tengáis amor en el
corazón, en vosotros reinará la paz. Aquí
la paz es consecuencia del amor. Pero tener
amor en el corazón
es al mismo tiempo un
deber (el deber de amar) y un don ya obteni-
do, un objetivo ya alcanzado: es Jesús que
vive en nosotros. Él es el Amor, Él es la Paz
y en Él somos reconciliados con el Padre y
los hermanos. El hombre está hecho para
Dios y sólo Dios puede llenarlo. Los dones,
los carismas, las acciones no bastan para sa-
tisfacer el vacío que sólo Dios puede llenar.
Es inútil y desviado buscar en las cosas lo
que sólo Dios puede dar. Es inútil esforzarse
por conseguir lo que sólo un corazón abier-
to puede recibir (Lc 10, 38-42). Acógenos,
oh Padre, en Tu Hijo Jesús; que Tu Voluntad
se cumpla en nosotros como se cumplió en
Él, para ser en Él un único Hijo. Te lo pedi-
mos por intercesión de María nuestra
Madre.
Nuccio Quattrocchi
Mensaje del 25 de agosto de 2004
“Queridos hijos, os invito a la conver-
sión del corazón. Decidíos, como en los
primeros días de mi venida aquí, por un
cambio total de vuestra vida. Así, hijitos,
tendréis la fuerza de arrodillaros y delan-
te de Dios abrir vuestros corazones. Dios
escuchará vuestras oraciones y las aten-
derá. Yo intercedo ante Dios por cada uno
de vosotros. Gracias por haber respondi-
do a mi llamada.”
Una conversión auténtica
El hombre y la mujer son, de todo lo cre-
ado, las únicas criaturas creadas a imagen de
Dios (Gen 2, 27) y realizan esta naturaleza
en la medida en que esta imagen resplande-
ce en ellos. Si hay comunión entre Dios y el
hombre, su imagen vive en el alma e im-
pregna cada acción, cada charla, cada acti-
tud… en definitiva, se manifiesta visible-
mente en la vida. El pecado interrumpe esta
comunión entre la criatura y su Creador y
provoca la decadencia de la naturaleza hu-
mana. Esto ya aconteció en el plano cósmi-
co con el primer pecado, pero continúa
aconteciendo hoy con cada pecado del hom-
bre. El cristiano no está inmune de pecado,
es más, su pecado es más grave porque no
daña solamente la imagen de Dios sino que
hiere al Cristo que, por el bautismo, vive en
él. Si nos quedamos en el plano meramente
humano, podemos decir ahora como enton-
ces (Lc 18, 26) ¿quién podrá salvarse? Pero
conocemos la respuesta de Jesús: Lo que no
es posible para los hombres es posible para
Dios
(Lc 18, 27).
Fortalecidos por esta respuesta nuestro
corazón se abre a la esperanza, pero para que
la esperanza no sea vana es necesario nuestro
fiat. Debemos querer, debemos buscar, dese-
ar la salvación; debemos convertir nuestro
corazón.
No basta con alguna práctica reli-
giosa, puede que no baste tampoco la fre-
cuencia eucarística: incluso quien ha comido
y bebido en su presencia puede no ser reco-
nocido por Jesús (Lc 13, 26). María nos
llama a decidirnos por un cambio total de
nuestra vida.
Es la invitación a emprender el
camino de la salvación. Si el fervor de los
primeros tiempos ha cedido el paso al can-
sancio, si la esperanza se ha ofuscado, es
porque una vez más hemos intentado conver-
tirnos con nuestros medios en lugar de pedir
a Dios nuestra conversión. María nos invita a
retomar el camino como en los primeros
días de su venida
en Medjugorje. María no
nos pide que realicemos nosotros el cambio
de nuestra vida, pues para nosotros es impo-
sible, sino que nos decidamos a este cambio.
Si nosotros deseamos verdaderamente ser
transformados,
honrar la imagen de Dios que
llevamos en nosotros, dejar crecer en noso-
tros al Cristo, entonces la transformación en
nuestra vida acontecerá y habrá un cambio
“Si no os convertís
y no os hacéis como niños,
no entraréis en el reino de los cielos”.
(Mt 18,3)
Septiembre-ottobre 2004 - Editado por: “Eco de Maria”, C.P.
27 31030 Bessica (TV)
(Italia) Tel/ fax (39) 0423.470331
A. 20 N° 9-10 - Esp. Ab. Post., art. 2, com. 20/c, leg. 662/96 filial de MN - Autor. Trib. MN: 8.11.86
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total, una conversión auténtica. La conver-
sión del corazón
es el deseo profundo de
dejar obrar a Dios en nosotros, y el abando-
no que María nos pide desde hace más de 23
años, consiste en la sustitución, operada por
Dios, del corazón de piedra por un corazón
de carne
(Ez 36, 26), es la acogida en noso-
tros del espíritu de sabiduría y de revelación
(Ef 1, 17). Si nos tomamos en serio la deci-
sión que María nos pide tendremos la fuer-
za de arrodillarnos y delante de Dios
abrir nuestros corazones.
El corazón
abierto de par en par ante Dios es ya una ora-
ción, más, es una oración que le agrada; es la
repetición del fiat de María, del fiat de Jesús.
Dios no dejará de escuchar esta oración;
Dios oirá vuestras oraciones y las atende-
rá.
Si nosotros, que somos malos, sabemos
dar cosas buenas a nuestros hijos, ¡cuanto
más nuestro Padre que está en los cielos
dará cosas buenas a aquellos que se las
pidan!
(Mt 7, 11).
N.Q
“Vuestro sufrimiento es el mío”
El icono vuelve a casa
Hace un centenar de años había dejado la
tierra que la había generado y ahora, por vo-
luntad del Santo Padre, el Icono de la
Madre de Dios de Kazan
ha vuelto a su
casa, a Moscú, a la Catedral de la Dormición
en el Kremlin. Tras haber recorrido varios
países y haberse detenido durante un largo
tiempo en el Santuario de Fátima, hace más
de 10 años llegó providencialmente a la casa
del Papa, que lo custodió en su propia habi-
tación: “El Obispo de Roma ha orado ante
este Icono sagrado, implorando que llegue
el día en el que estaremos todos unidos
y
en el que podremos proclamar al mundo,
con una sola voz y con la comunión visible,
la salvación de nuestro único Salvador y su
victoria sobre todas las fuerzas maléficas e
impías que dañan nuestra fe y nuestro testi-
monio de unidad”.
Extremadamente explícitas estas pala-
bras dirigidas a Alexis II, Patriarca de
Moscú
y de Rusia entera, que acogió la de-
legación guiada por el card. W. Kasper, pre-
fecto de la Congregación para la unidad de
los cristianos. Incansable en su empeño de
unificación de los cristianos, el Papa conti-
núa realizando gestos de reconciliación y de
apertura: “Por un diseño insondable de la
Divina Providencia, en los largos años de su
peregrinación, la Madre de Dios, en su Icono
sagrado conocido como Kazanskaya, ha
reunido en torno a sí a los fieles ortodoxos
,
como también a sus hermanos católicos de
otras partes del mundo, que han orado ar-
dientemente por la Iglesia y el pueblo que
ella protegía desde hace siglos. Más reciente-
mente, la Divina Providencia ha permitido
que el pueblo y la Iglesia en Rusia encontra-
sen de nuevo la libertad y que el muro que
separaba Europa del Este de la Europa del
Oeste cayese. A pesar de la división que, a
pesar de todo, persiste aún entre los cristia-
nos, este Icono sagrado aparece como uno de
los símbolos de la unidad de los discípulos
del Hijo unigénito de Dios, de Aquél hacia el
cual ella nos guía a todos nosotros”.
Una vez más María se hace mediadora
de paz, una vez más bajo su manto los hijos
pueden encontrar protección, una vez más el
Papa nos la señala a Ella como camino ma-
estro que conduce a la reconciliación: “
Oremos con confianza a María, pues sabe-
mos que Ella pide para nosotros y para todas
las naciones el don de la paz”.
El Papa en Lourdes:
150 años de gracia purísima
“Deseaba vivamente realizar esta pe-
regrinación a Lourdes, para recordar un
acontecimiento que continúa dando gloria
a la Trinidad una e indivisa.
La concepción
inmaculada de María es el signo del amor
gratuito del Padre, la expresión perfecta de
la redención llevada a cabo por el Hijo, el
comienzo de una vida totalmente disponi-
ble a la acción del Espíritu.”
Éstas son las palabras con las que el
Santo Padre saludó a los fieles presentes
en Lourdes con ocasión del 150 aniversario
de la proclamación del dogma de la
Inmaculada Concepción,
el pasado 15 de
agosto, fiesta de la Asunción.
Una vez más Juan Pablo II quiso estar
presente personalmente en su cita con
María, estrella luminosa de su pontificado
y punto de referencia constante en la guía
de la Iglesia. “Con sus palabras y su silen-
cio, la Virgen María se nos presenta como
modelo en nuestro camino. No es un cami-
no fácil:
por el pecado de nuestros prime-
ros padres, la humanidad lleva en sí la heri-
da del pecado, cuyas consecuencias pesan
también sobre los redimidos. Pero el mal y
la muerte no tendrán la última palabra.
María lo confirma con toda su existencia,
como testigo vivo de la victoria de Cristo,
nuestra Pascua
. Los fieles lo han entendi-
do. Por eso, acuden en multitudes a esta
gruta para escuchar las exhortaciones ma-
ternas de la Virgen, reconociendo en ella a
“la mujer vestida de sol” (Ap 12, 1), la
Reina que resplandece al lado del trono de
Dios e intercede en su favor.”
El ejemplo de María Asunta al cielo
nos ha dado a todos horizontes más am-
plios
y una nueva esperanza en la que cada
hombre puede concebir un futuro glorioso,
plenamente realizado en Dios, en una reali-
dad transfigurada en la que misteriosamen-
te también participará nuestro cuerpo mor-
tal. María es sólo la primicia y nosotros sus
herederos: Hoy la Iglesia celebra la glorio-
sa Asunción de María al cielo en cuerpo y
alma
. Los dogmas de la Inmaculada
Concepción y la Asunción están íntima-
mente unidos entre sí
– continúa el
Pontífice en su homilía - Ambos procla-
man la gloria de Cristo Redentor y la santi-
dad de María, cuyo destino humano ya
desde ahora está perfecta y definitivamente
realizado en Dios.
“Cuando haya ido y os haya preparado
un lugar, volveré y os tomaré conmigo,
para que donde esté yo estéis también vo-
sotros”, nos ha dicho Jesús (Jn 14, 3).
María es la prenda del cumplimiento de la
promesa de Cristo
. Su Asunción se con-
vierte así, para nosotros, en “signo de espe-
ranza segura y de consuelo” (cf. Lumen
gentium
, 68).
Un tiempo decididamente nuevo, en el
que la Virgen se hace cada vez más cerca-
na
a sus hijos, nos traza el camino, nos ex-
plica el recorrido, nos anima, nos acompaña
y, al mismo tiempo, nos precede. Su mater-
nidad es un hecho real, su cercanía es palpa-
ble. Juan Pablo II lo sabe y no teme afir-
marlo con fuerza, aunque aún a muchos en
la Iglesia les cuesta reconocer la centralidad
del papel de María. Entonces el Santo Padre
apela a aquellas que, como María son “na-
turalmente” madres, y que pueden compren-
der cómo en la aparente debilidad de la
mujer, Dios manifiesta toda su omnipoten-
cia: “Desde esta gruta os hago una llamada
especial a vosotras, las mujeres. Al apare-
cerse en la gruta, María encomendó su men-
saje a una muchacha, como para subrayar la
misión peculiar que corresponde a la mujer
en nuestro tiempo, tentado por el materialis-
mo y la secularización: ser en la sociedad
de hoy testigo de los valores esenciales que
sólo se perciben con los ojos del corazón. A
vosotras, las mujeres, corresponde ser centi-
nelas del Invisible
. A todos vosotros, queri-
dos hermanos y hermanas, os dirijo un apre-
miante llamamiento para que hagáis todo
cuanto esté a vuestro alcance a fin de que la
vida, toda vida, sea respetada desde la con-
cepción hasta su término natural. La vida es
un don sagrado, del que nadie puede hacer-
se dueño.”
Cuánta fuerza en estas palabras, cuánta
verdad, y sin embargo cuánto dolor suscita
la conciencia de que el mundo hoy dema-
siado a menudo niega la vida y se hace es-
clavo de la lógica de la muerte… Y enton-
ces resulta apropiado la última invitación
que el Papa nos dirige a todos nosotros que,
de un modo u otro, estamos atados por el
poder del mal: “La Virgen de Lourdes, por
último, tiene un mensaje para todos. Es
éste: ¡sed mujeres y hombres libres!. Pero
recordad: la libertad humana es una liber-
tad marcada por el pecado. Ella misma ne-
cesita también ser liberada. Cristo es su li-
berador,
pues “para ser libres nos ha libera-
do” (Ga 5, 1). Defended vuestra libertad.
Queridos amigos, sabemos que para
esto podemos contar con Aquella que, al no
haber cedido jamás al pecado, es la única
criatura perfectamente libre.
A ella os
encomiendo. ¡Caminad con María por las
sendas de la plena realización de vuestra
humanidad!”
Redacción
Al llegar a la Gruta de Massabielle, el
SANTO PADRE quiso dirigir su primer
saludo a los enfermos, que en número cada
vez mayor llegan al santuario de Lourdes, a
cuantos los acompañan, a los que los cui-
dan y a sus familias.
“Estoy con vosotros, queridos herma-
nos y hermanas, como peregrino ante la
Virgen. Hago mías vuestras oraciones y
vuestras esperanzas. Comparto con voso-
tros un tiempo de la vida marcado por el
sufrimiento físico
, pero no por esto menos
fecundo en el admirable plan de Dios. Para
mi ministerio apostólico, siempre he tenido
gran confianza en el ofrecimiento, en la
oración y en el sacrificio de los que sufren.
Queridos hermanos y hermanas enfermos,
quisiera abrazaros con afecto a cada uno y
deciros que me siento muy cercano y soli-
dario con vosotros.
Lo hago espiritualmente, encomendándoos
al amor maternal de la Madre del Señor, y
pidiéndole que os obtenga las bendiciones
y las consolaciones de su Hijo Jesús”.
2
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Inmersa en Dios
No se debe pensar en arrebatos fantásti-
cos o en extraños movimientos en el aire
cuando imaginamos el momento de la
asunción de la Virgen María.
Ciertamente, esto nos viene espontánea-
mente porque la iconografía clásica la re-
presenta en vuelo, proyectada hacia lo alto.
Pero esta representación es sólo una mane-
ra de visualizar aquel misterio
que quizás ningún ojo ha visto
y que, de cualquier modo, no
nos ha sido explicado. Sabemos
solamente que ha ocurrido. Lo
creemos por fe, lo acogemos
como dogma proclamado por la
Iglesia, lo festejamos en el co-
razón del verano como un
acontecimiento importante de
la historia de la salvación, pero
no conocemos el modo en que
María entró en el cielo con su
cuerpo mortal.
Meditando en este aconteci-
miento extraordinario que anti-
cipa nuestra suerte futura – cuando también
nosotros penetraremos en los cielos con
nuestros miembros – me viene a la mente la
imagen de un poco de agua colocada cerca
de una esponja: si éstas entran en contacto,
el líquido desaparece de nuestra vista y es
absorbido por el tejido poroso, que senci-
llamente lo asimila a sí.
Así es como me gusta imaginar ese mo-
mento glorioso.
María, constantemente en
camino hacia Dios, vive inclinada con todo
su ser hacia Él, con un deseo siempre más
ardiente que la llevó, finalmente, a entrar en
la sustancia divina. En aquel preciso instan-
te, cuando tuvo lugar el contacto, Dios sen-
cillamente la absorbió en sí
y Ella desapa-
reció de la mirada humana. ¿Es atrevido
pensarlo? ¿Es arbitrario? Quizás. Pero po-
dría ser plausible. Y entonces, sigamos ima-
ginando…
El agua, que ahora absorbe la esponja, es
invisible para nosotros y, sin embargo, per-
manece igual a sí misma: íntegra, intacta,
pura. Está unida a cada fibra de la esponja
y con ésta forma “un todo”. Así imagino a
María Asunta
: inmutable en su naturaleza
y al mismo tiempo asimilada por la
Trinidad Santísima que la une a sí en modo
perfecto. María permanece como criatura y,
al mismo tiempo, es parte del Creador.
¡Qué extraordinario, qué delicia de
amor comporta todo esto! Es la fusión de la
esposa con el Esposo. Es el beso del
Amante que absorbe con deleite la dulzura
de la amada. Es el perfume de una flor que
impregna el corazón y los sentidos del
Enamorado. Como tierra ardiente por el
fuego del amor, Dios anhela apagar la sed
con Aquella que un día salió de su seno, in-
maculada, límpida, fresca como el agua de
un manantial. El “arroyo Maria” cumplió
finalmente su recorrido: atravesó el lecho
de la vida, superó la insidiosa rapidez de las
pruebas, venció los obstáculos de la incom-
prensión y superó todas las barreras, hasta
la de la muerte.
Héla aquí, pues, corriendo gozosa hacia
Él – el mar – para derramarse con ímpetu y
deseo en el abismo de misericordia y bon-
dad, y vivir allí inmersa en la ilimitada pro-
fundidad de su amor.
Stefania Consoli
Madre de la vida
para la creación entera
La Reina de la Paz en sus mensajes se
dirige a nosotros llamándonos constante-
mente “queridos hijos”, una llamada afliji-
da a nuestros corazones distraí-
dos para implicarse más pro-
fundamente en el don inefable
de su maternidad divina. En
muchas ocasiones la Virgen nos
invita insistentemente, con con-
movedora pasión maternal, a
una relación filial más auténtica
y consciente: “¡Qué contenta
estoy cuando me decís: ‘Madre
mía’!”. Qué bello sería que yo
pudiese ser vuestra verdadera
madre y vosotros mis hijos”
(Mens. 25.10.1985). “Queridos
hijos, Yo deseo que compren-
dáis que yo soy vuestra madre y
que quiero ayudaros…” (Mens. 25. 08.
1993); “¡Ahora es cuando debéis ser mis
hijos! ¡No mañana o pasado mañana, sino
ahora!” Si tenéis dificultades, entregádme-
las, porque yo soy vuestra madre y os espe-
ro siempre y os amo…”
(Mens.
15.12.1985); “Hace mucho tiempo que no
os encontráis conmigo como madre. En
estos días meditad sobre esto y decidíos a
cambiar algo.”
(Mens. 28.07.1985).
¿Pero por qué razón María pide tan
insistentemente que acojamos su presen-
cia viva de Madre en nuestra vida,
como
si fuera un sello decisivo capaz de marcar
para siempre nuestra identidad más auténti-
ca y nuestra misión espiritual?
Nos parece que la respuesta toca el nú-
cleo profundo del significado de la presen-
cia de María en el mundo en este tiempo.
Ésta de hecho se inscribe en el gran plan sal-
vífico del Padre de re-generar los miembros
del Cuerpo Místico de Cristo, de cada uno
de nosotros y de toda la Iglesia – su Esposa
– que, hoy como nunca, está llamada a ser
“inmaculada, sin mancha y sin arruga” (Ef
5, 27), preparada finalmente para las bodas
eternas con su Señor. Esto se realiza necesa-
riamente a través de la misma Madre de su
Hijo divino que Ella, verdadera y única
“Theotokos”, ha dado a luz en el tiempo y
que hoy está llamada de nuevo a re-generar-
lo en las almas de los hombres y en toda la
creación. De hecho, como proclama la
Iglesia: “esta maternidad de María en la
economía de la gracia perdura sin pausa…
hasta el coronamiento perpetuo de todos los
elegidos” (Lumen Gentium, nº 62).
La “maternidad nueva” de María de
hecho ha sido para Ella el don más pre-
cioso que ha manado del Corazón de
Dios,
un don inescindiblemente asociado a
una excelsa misión salvífica y real que,
como cualquier madre auténtica, Ella desea
compartir ardientemente con sus hijos, de
modo especial con los que Ella misma ha
llamado a servir más de cerca en los pro-
yectos de salvación confiados por el
Altísimo en este tiempo. Y éste de hecho es
un don que “nace de lo íntimo del misterio
pascual del Redentor del mundo”
(Redemptoris Mater nº 44), y que pasa obli-
gatoriamente a través de un abandono ili-
“Volved al fervor primitivo”
mitado y del ofrecimiento incondicional de
la vida a Dios que sólo a Ella entre todas las
criaturas le fue concedido realizar.
Por esto Ella representa para siempre
el único camino inmacu«lado a través del
cual se comunica y se hace partícipes a los
hijos del don inefable de la maternidad di-
vina. Por esto la Reina de la Paz no cesa de
llamarnos para que la acojamos en la ver-
dad profunda del corazón como nuestra
verdadera madre. Ella de hecho nos quiere
sumergir en un espacio especial de comu-
nión con su Corazón Inmaculado:
“Dejadme ser vuestra unión con Dios y con
la vida eterna”
(Mens. 02.02.1990). En un
vínculo de unión total de los corazones que
se realiza en el modo más perfecto en la re-
lación Madre-hijo, elevada y transfigurada
en el orden de la gracia.
Sólo si aceptamos, como Ella nos pide
en los mensajes, entregarle incondicional-
mente nuestro corazón – “¡Dejadme hacer!
Os digo de nuevo: ¡abrid vuestros corazo-
nes! ¡Dejad que yo os guíe! Mi camino
lleva a Dios”
(Mens. 18.03.1994), “Como
madre os lo ruego, abrid vuestro corazón,
ofrecédmelo”
(Mens. 18.03.2002), “Yo soy
vuestra madre y deseo que vuestros corazo-
nes se parezcan a mi Corazón”
(Mens.
25.11.1994) – dejando que lo modele según
la imagen de su Corazón Inmaculado, Ella
podrá convertirnos en sus verdaderos “que-
ridos hijos”. Hijos que participen plena-
mente de su pureza inmaculada y de su “ar-
diente caridad encauzada a realizar en
unión con Cristo la restauración de la vida
sobrenatural en las almas” (ibídem nº 39).
Sólo así el amor puro de Dios podrá fluir li-
bremente a través de los que han respondi-
do a la llamada de María y regenerar real-
mente la vida del Resucitado en multitud de
hermanos y en el universo entero, según los
inescrutables planes del Altísimo.
La maternidad divina de María se re-
alizó plenamente en el tiempo y alcanzó su
culminación auténtica sólo a los pies de la
Cruz.
De hecho, aquí se cumplió en Ella la
fusión total de su Corazón Inmaculado con
el Corazón del Padre, aquí Ella abrazó con
el mismo amor sacrificado del Hijo a toda la
humanidad sufriente y herida por el pecado
de todos los tiempos, aquí María recibió de
los labios del Salvador agonizante el don
definitivo de la maternidad universal. La
Iglesia no cesa de proclamar esto: “ Esta
nueva maternidad de María, generada por la
fe, es fruto del nuevo amor que maduró en
Ella definitivamente a los pies de la Cruz,
por su participación en el Amor redentor del
Hijo” (Redemptoris Mater, nº 23).
Se intuye entonces cuál es el camino
espiritual concreto por el que la Reina de
la Paz nos quiere conducir
para hacernos
plenamente partícipes del don de su mater-
nidad divina y de su realeza gloriosa:
“Queridos hijos, deseo daros mi amor para
que lo difundáis y lo derraméis en los
demás…vuestra Madre os ayudará”
(Mens. 17.09.1988). Es el camino de la
unión total de nuestros corazones con su
Corazón Inmaculado y, en Ella y por medio
de Ella, con el de su Hijo Jesús: “…por esto
estoy con vosotros, para acercaros a mi co-
razón y al corazón de mi hijo Jesús…”
(Mens. 25.08.1993); “Yo os guío hacia la
Vida eterna. La vida eterna es mi Hijo:
aceptadlo y habréis aceptado el Amor

(Mens. 18.03.1995).
Ésta es la gran llamada de María, que
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expresa el sentido profundo de todas sus
apariciones pasadas en el mundo y las de
estos años en Medjugorje que, en cierta ma-
nera, las recapitula y resume todas. Éste es
el gran camino espiritual que nos sitúa con-
cretamente en el rayo salvífico del Corazón
de Cristo, haciendo de nosotros auténticos
canales de vida nueva y de salvación para
todas aquellas almas, vivas y difuntas, que
Dios ha unido misteriosamente a nuestra
respuesta de amor a la invitación de María.
Es la llamada a convertirnos verdaderos
padres y madres en el orden de la gracia
de multitud de hermanos en todo el univer-
so, a darlos a luz en la vida nueva e inmor-
tal, en la luz de una nueva creación que
María va descubriendo cada vez con mayor
claridad ante los ojos y el corazón de cada
uno y de la Esposa, que en este tiempo, en
presencia de su Señor, junto al Espíritu,
dice “¡ven!” (Ap
22, 17).
Giuseppe Ferraro
Una maternidad
transfigurada
Me convertí en madre unos meses antes
de cumplir veinte años. En la maternidad
he descubierto un don y una gracia in-
sospechada.
El Señor me ha llamado a ser
mamá otras nueve veces. Cada hijo ha sido
para mí un encuentro siempre más profun-
do con el Señor, un gozo siempre mayor…
Cada concepción ha sido experiencia de
acogida de Jesús, el embarazo con sus tiem-
pos de luz y dolor, experiencia de camino
con Jesús, cada nacimiento, cada lactancia
estallaban en oración, en alabanza, en con-
templación de un misterio. De un afecto
más humano, en cada hijo que nacía descu-
bría siempre más la presencia de Dios.
Me esperaban momentos de sufrimiento
en mi vida y el Padre, que lo sabía, me puso
delante un camino: me hizo encontrar
Medjugorje.
Con el paso de los años, caminando
paso tras paso, consigo comprender en
parte lo que esto significa: ser acogida en el
seno de María para que cualquier mal en mí
quede purificado, transformado, y aquí
María
me ha llevado a ocuparme de otra
maternidad: la espiritual.
He observado que mi alma puede hacer-
se contenedor para acoger sufrimientos,
problemas, dificultades de muchas perso-
nas y llevarlas a Jesús en la adoración y en
la santa Misa cotidianas para que Él con su
Espíritu las visite, las sane, las haga resur-
gir….. Todo esto es muy profundo y tam-
bién muy sencillo: puede tener lugar en mi
vida cotidiana al tiempo que cumplo con
mis deberes.
De vez en cuando me siento atraída
hacia Medjugorje…
Me refiero a
Medjugorje tanto como lugar geográfico,
tanto como lugar de comunión entre los
hermanos que quieren seguir el evangelio
unidos a Jesús, acompañados por María,
dispuestos a escuchar y poner en práctica
las sugerencias que la Reina de la Paz nos
dirige en estos tiempos. Entonces me doy
cuenta que la Virgen, en lo oculto, con gran
discreción y humildad y a través del amor
compartido con los hermanos, me da fuerza
y confianza, me toma de la mano al propo-
nerme un paso adelante, me invita a cola-
borar en un aspecto nuevo de la transmi-
sión de la vida.
Elena Ricci
Paternidad y maternidad
divina en nosotros
Del p. Tomislav Vlasic’
El título de esta reflexión hace pensar
enseguida en un aspecto del matrimonio o
en su preparación. Sin embargo, el tema no
se agota aquí, porque el matrimonio no es la
única condición para ser padres y madres.
Pensemos, en cambio, en la paternidad
y la maternidad divina en el hombre, desde
su concepción. Pensemos en la paternidad y
en la maternidad en los jóvenes que tienen
que reflexionar sobre su propio camino: si
iniciar una vida consagrada o matrimonial.
Vemos entonces que desde esta perspectiva
la paternidad y la maternidad divina com-
prende también a los sacerdotes y consagra-
dos, según el modelo de María y José, que
no generaron en la carne, pero fueron padre
y madre en modo perfecto. Pensemos en la
creatividad de Dios presente en cada alma,
una potencia que quiere manifestarse, libe-
rarse y encontrar en nosotros un espacio
libre para expresarse.
La naturaleza de cada ser es generar.
Si no genera queda frustrado. Un cristiano
que no genera la vida de Dios está incom-
pleto… La espiritualidad que no genera
Dios no es adecuada… La apertura al don de
la paternidad y maternidad divina es, pues,
la disponibilidad para generar la vida de
Dios en los demás. En esta perspectiva nos
encontramos frente a dos elecciones: gene-
rar la vida o generar la muerte. Quien gene-
ra la vida debe estar necesariamente unido a
Dios y entrar en armonía con Él, porque
Dios es la fuente de la vida, es nuestra vida,
la vida que debe ser generada en nosotros.
Satanás, por el contrario, genera la muerte,
cualquier tipo de muerte espiritual.
¿Qué quiere decir generar la vida?
Significa hacer que la vida de Dios fluya
como un río, como cuenta San Juan al final
del libro del Apocalipsis. En su visión el
apóstol veía cómo del templo de Dios – la
nueva Jerusalén –
brotaba la vida (simboli-
zada precisamente en un río), que no aho-
gaba la vida presente en el mundo, sino que
la sanaba y la purificaba.
Para vivir adecuadamente la paternidad
y la maternidad divina en nosotros, es fun-
damental que nuestra vida genere la gracia
de Dios y la irradie. A través de nosotros
fluyen continuamente pensamientos y dese-
os, a nivel consciente e inconsciente. Si nos
unimos a Dios día y noche, de nosotros flui-
rá la vida divina. Aunque no lo pensemos,
Dios actúa sobre todo el ambiente, incluso
la naturaleza siente llegar la gracia.
Nos sirven como modelo María y José:
allá donde dos personas dejan de lado sus
propios programas y deseos, Jesucristo se
encarna en ellos. Eso ocurre en cada uno de
nosotros: si nos abrimos de modo incondi-
cional a Dios, sin permitir que nuestro yo
ejerza ningún dominio, somos atravesados
por el río de gracia que viene del cielo.
Para recibir el don de la paternidad y
maternidad divinas ante todo es impor-
tante que la gracia nos envuelva y nos
cambie.
Si no somos regenerados, no pode-
mos ser padres y madres de la vida divina,
pues estaremos privados de ello. Podemos
incluso realizar grandes empresas con tras-
fondo religioso o humanitario, predicar cate-
quesis refinadas o lecciones de teología,
pero si no somos transformados en la vida
de Dios tampoco la podemos transmitir. Si,
en cambio, permitimos que la gracia nos en-
vuelva, nos transforme y nos eleve, nada
podrá impedir a la vida divina que nos utili-
ce como sus canales. No hay potencia algu-
na que pueda detenerla, nadie puede oponer-
se, ni siquiera la muerte o los infiernos.
En el bautismo nos convertimos en
hijos de Dios, pero no basta. Debemos ser
padres y madres, padres: ésta es una fe
adulta.
De aquí parte nuestra misión. ¿Pero
quién acoge este don de Dios? Pocos. Quien
se une completamente a Dios y desea entrar
en una comunión mística con Él lleva a tér-
mino la llamada del cristiano. La Iglesia no
ha vacilado ni tardado en elevar a los altares
a esos grandes santos que han sido padres y
madres: en la Madre Teresa y en el Padre
Pío se percibían la maternidad, la paterni-
dad, se sentía la vida que pasaba a través de
ellos. Y sin embargo no todos los santos han
vivido este tipo de experiencia.
¿Dónde y cómo las madres y los pa-
dres pueden expresarse? Sabemos por los
medios de comunicación cuántos y cuán
graves peligros está viviendo hoy la huma-
nidad. La creación nos ha sido confiada
para que Dios la gobierne a través de noso-
tros; por ello, es necesario que la oración ar-
diente que debe manar de nuestra materni-
dad y paternidad en favor de todas las cria-
turas sea una oración a través de la cual
Dios actúe potentemente con su gracia. Si el
don de la paternidad y maternidad divina
dentro de nosotros estuviese vivo, recono-
ceríamos claramente que todos somos sa-
cerdotes, mediadores: ésta es la chispa que
recibimos en el bautismo y que hace de no-
sotros un pueblo sacerdotal. El don está
dentro de nosotros.
La historia tiene sus caminos: tiene
crisis, revueltas, momentos triunfantes.
Hay muchos elementos que nos sugieren
que ha llegado el momento del triunfo de
María Santísima, de su maternidad. Sus
apariciones resplandecerán; los tiempos
están maduros. Las visitas a Medjugorje se
afirmarán de modo potente, pero hacen falta
padres y madres, hombres y mujeres que
generen la vida nueva, para que el Espíritu
Santo pueda actuar a través de ellos, tal
como hizo con los Apóstoles.
Preguntémonos qué es lo que queremos:
¿los relatos, las visiones, las palabras o al
Dios vivo que genera a su Hijo, - la Palabra
viva – dentro de nosotros? Hay una diferen-
cia abismal. Si escogemos las oraciones y
las devociones que aburren a Dios y no aca-
ban nunca – comenzadas y no acabadas, es-
cuchadas y no sentidas – no recibiremos la
vida y no sabremos cómo ésta debe fluir a
través de nosotros. Es necesario en cambio
que escojamos pertenecer a Dios y Él trans-
mitirá la vida. Ya no se podrá decir más:
“¿Dónde está Dios?”, porque todos lo vere-
mos. Ya nadie preguntará: “¿Cómo es
Dios?”, porque lo captaremos. Toda la histo-
ria tiende a alcanzar su vértice: el-Dios-con-
nosotros
y nosotros-con-Dios.
En la Sagrada Escritura, desde el
principio, se anuncia a la Mujer que
aplastará la cabeza del enemigo.
A la luz
de todo lo que hemos dicho, podemos aña-
dir que serán los padres y las madres – uni-
dos a María – los que aplastarán la cabeza
de la serpiente antigua. Aquellos que gene-
ren la vida serán también aquellos que aca-
barán con la muerte y con aquél que la ha
generado. Es una bella llamada. A esto nos
llama Dios.*
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Noticias de la tierra bendita
“Queremos ver a Jesús”
Es una cita a la que muchos ya no quie-
ren faltar y a la que otros, movidos por la cu-
riosidad, acuden para saborear el alcance de
gracia que cada año en Medjugorje el
Festival de los jóvenes
da a sus participan-
tes. Pero esta vez el número de participantes
ha sorprendido hasta a los organizadores, su-
perando todas las previsiones: fueron bien
bien unas 30 000 personas las que llegaron
al santuario de la Reina de la Paz del 1 al 6
de agosto,
cada una deseando encontrar a la
Virgen y, en ella, a su Hijo.
“Queremos ver a Jesús” era el tema del
encuentro, en línea con el pensamiento del
Papa, que propuso este tema para la Jornada
Mundial de la Juventud, prevista para el ve-
rano del 2005 en Colonia (Alemania). El en-
cuentro fundamental que está escrito en la
profundidad del corazón humano es el en-
cuentro entre el Creador y la criatura y “la
más alta dignidad del hombre consiste en su
llamada a entrar en relación con Dios en un
intercambio de miradas que transforma la
vida”
(Mens. del s. Padre para la JMJ 2005).
Por esto los jóvenes han acudido a
Medjugorje, realizando quizás viajes no pre-
cisamente cómodos y reposados (“He viaja-
do 60 horas desde Australia, estoy agotado,
pero no podía faltar…”,
explica Joshua, vi-
siblemente cansado por el cambio en el huso
horario). Y como él muchos otros, cada uno
con un bagaje propio de historia para entre-
gar, y un corazón lleno de esperanzas para
colmar con certezas. Los jóvenes saben muy
bien que sólo Jesús es capaz de desatar los
nudos que condicionan sus existencias, y
sabe ofrecer perspectivas de luz donde se
puedan realizar a sí mismos y esos deseos
profundos que están impresos en el alma
desde la concepción.
El programa del Festival ha querido
pues representar un recorrido que conducía
al encuentro con Él: con el amigo, con el
hermano, con el Señor Jesús. “Oración, mú-
sica y reflexiones nos encaminarán a dejar
que Jesús nos mire (tema del primer día),
porque sólo a través de la experiencia de Su
mirada llena de amor podrá nacer en noso-
tros el deseo de encontrarlo” – explica el pá-
rroco fray Branko Rados en su homilía in-
troductoria.
“Después descubriremos que el encuen-
tro con Jesús llena de sentido nuestras vidas
(tema del segundo día) y este encuentro se
realiza en la Eucaristía (tema del tercer día)
y en el Amor Eucarístico, que consiste en
entregarse sin egoismo y sacrificarse por los
demás, porque “amar no significa sólo sen-
tir, sino que es un acto de la voluntad; el
amor consiste en preferir el bien de los
demás antes que el propio bien”
(Mens. del
Santo Padre para la JMJ 2005). Finalmente,
los participantes serán invitados a convertir-
se en testigos de Aquél con el que se han en-
contrado (tema del cuarto día) porque el
mundo busca testimonios auténticos del
Único que da la vida”.
Los jóvenes quieren ver a Jesús porque
desean conocer la verdad sobre su propia
vida:
“Yo soy el camino, la verdad y la
vida”
les asegura el Maestro (cfr Jn 14, 6);
ellos lo han creído y han llegado a
Medjugorje para escucharlo.
La voz de Cristo resuena en los distintos
testimonios que suben al estrado y que
muestran concretamente cómo cada llamada
realiza plenamente la voluntad divina si se
decide, con sinceridad, comprenderla y se-
guirla (“Me quedaron dentro las palabras
de sor Elvira que nos exhortaba a no tardar
en nuestras elecciones, -
explica Loredana
de Pompeya – refiriéndose sobre todo al há-
bito, cada vez más corriente, de traspasar el
umbral de los cuarenta años sin saber a qué
se está llamado…”).
Parejas jóvenes, mamás embarazadas,
consagrados, religiosas, sacerdotes, repre-
sentantes de nuevas comunidades que el
Espíritu suscita y crea continuamente, vi-
dentes y otros se acercan al estrado. Muchas
vocaciones acogidas, muchas vidas realiza-
das, muchos ejemplos explicados, para tra-
zar a los jóvenes un horizonte hacia el que
dirigirse y ser felices: “Vosotros habéis oído
el testimonio sólo de algunos de los que han
escuchado una voz que no podían resistir y
han dejado todo para servir al Señor”,
dice
a los jóvenes, con tono paterno, el p. Jozo
Zovko.
“En Medjugorje son miles las per-
sonas que entre lágrimas han decidido ser-
vir a su Dios como religiosa, sacerdote,
madre o, sencillamente, como buen cristia-
no. Esto significa experimentar la gracia,
esto significa ver a Jesús”.
Pero no hay encuentro con Dios sin
María. Ella es la única que “sabe formar un
corazón contemplativo y nos enseña cómo
llegar a Jesús”
(Mens. del s. Padre para la
JMJ 2005). Pero ésta no es una novedad para
quien, en Medjugorje, escucha desde hace
años sus mensajes, en los que la Virgen repi-
te: “Deseo guiaros a todos a Jesús porque
Él es vuestra salvación”
(Mens. 26.06.94).
María es generosa, no se queda para sí su te-
soro ni nos quiere atraer a ella por interés.
Nos pide únicamente que entremos en su
Corazón Inmaculado porque sabe que ése es
el camino más breve para llegar a Jesús.
Cristo es el objetivo de cada peregri-
nación que hacemos. La Virgen nos lo en-
seña: su nacimiento, muerte y resurrección
se contemplan en cada rosario, para que se
conviertan en nosotros en vida vivida, pala-
bra encarnada. Y así, tras días de oración,
adoración y gozo, en el alba del 6 de agosto
(solemnidad de la Transfiguración), los jó-
venes concluyen el festival con la celebra-
ción eucarística. Una gran ostia se eleva
sobre sus cabezas todavía somnolientas,
mientras en los rostros se refleja una sonrisa
serena… Los jóvenes están contentos, pue-
den volver tranquilamente a casa, porque
han realizado lo que esperaban: sus ojos han
visto a Jesús, sus corazones han contempla-
do su rostro.
S.C.
¡Yo estuve alli!
Yo era uno de esos 30 000 jóvenes pre-
sentes en Medjugorje durante el festival y
todavía hoy tengo ante mí la imagen de
todos nosotros de rodillas en adoración ante
el S.S. Sacramento. ¿Qué hacíamos allí bajo
el sol? ¿Por qué dejar nuestras casas y gas-
tar el dinero en un lugar así? Las playas de
Croacia eran bellísimas, estaban llenas de
diversiones, de discotecas, de pubs… pero
yo como todos los demás estaba allí con un
objetivo preciso: ¡quería ver a Jesús!
La Virgen nos había llamado uno a uno
con su paciencia incansable, cada uno de
nosotros había llegado a Medjugorje de ma-
nera diferente, pero todos estábamos delan-
te del palco con las manos elevadas para ala-
bar al Señor. Todos nosotros hemos sido
tocados por la gracia divina
y en la medi-
da en que la necesitábamos, cuanto más nos
abríamos a Dios tanto más nos transformá-
bamos en canales de gracia para los demás.
Resuenan en mí ahora las palabras del p.
Ljubo, de sor Elvira, de los videntes, del p.
Jozo, de todas las personas que dieron su
testimonio en el estrado contando sus expe-
riencias de conversión y finalmente: ¡la
Palabra de Dios! Sí, la Palabra de Dios que
nos acompañó en todo momento,
desde la
oración de la mañana hasta la adoración de
la tarde, y la oíamos en todas las lenguas
para que todos pudiésemos admirar su be-
lleza y gustar su sabor. Nosotros jóvenes lle-
gamos a Medjugorje llenos de preguntas y
deseosos de saber qué hacer con nuestra
vida, muchos de nosotros íbamos en busca
de un camino vocacional pero comprendi-
mos que debíamos ante todo buscar el
Reino de Dios
y el resto vendría como una
consecuencia, en ese punto cada elección
nuestra será dictada por el Espíritu Santo y
bendecida por el Señor. Sea en el matrimo-
nio, sea en la vida consagrada, nuestro obje-
tivo debe ser la santidad de nuestras almas y
en cada elección que hagamos nuestra
compañera será la cruz, que nos permiti-
rá elevarnos a Dios.
En este bellísimo acontecimiento ¿cómo
no ver los brazos de María que nos apretaba
a su corazón y al de su hijo? Nosotros que-
ríamos ver a Jesús y la Virgen no ha per-
dido el tiempo,
no ha esperado, nos lo ha
mostrado en todo su esplendor y a nosotros
nos ha convertido en un bellísimo ramo de
flores que Ella ha regalado a su hijo. No sólo
hemos visto a Jesús sino que, como Tomás,
lo hemos tocado y ahora sabemos y podemos
decir que Él está vivo en medio de nosotros
y no dejará nunca de amarnos. ¡Si ahora
nuestro corazón desborda de alegría no oso
pensar en la felicidad del cielo entre los án-
geles y los santos! En un mundo en el que los
jóvenes están bajo el signo de la perversión,
en el que los jóvenes son protagonistas de los
estragos del sábado por la noche, en el que
los jóvenes son el símbolo de las llagas de la
sociedad, mientras todos se limitan a criticar
y añorar los “viejos tiempos”, María quiere
construir un mundo nuevo con nosotros.
Desde hoy nos hemos convertido en sus tes-
tigos, hoy nos toca a nosotros hacer ver a
Jesús a quien no lo conoce, a quien tiene sed
de verdad y de vida.
El último día en el Krizevac pasamos de
la noche al día con el Rosario en mano y
despertamos a la aurora celebrando la S.
Misa y entrando así en la luz. Pero el festi-
val no acabó en Medjugorje sino que con-
tinúa en nuestro corazón
y en la vida de
todos los días. María no nos dejó marchar-
nos solos e indefensos sino que nos revistió
con las armas de la luz, ahora tenemos en la
mano el Rosario, la Biblia, el ayuno, la con-
fesión y la santa Misa, ahora ya no podemos
temer en los días tristes y difíciles. El cami-
no no es fácil pero la Virgen confía en no-
sotros,
ella sabe que no podemos traicionar-
la y que cada uno de nosotros tiene una gran
misión en la historia de la salvación, es ne-
cesario que nos abramos a Dios y dejar que
sea Él quien modele nuestra vida tal como
lo hizo Ella. ¡Jóvenes de todo el mundo,
hagamos ver a Jesús!
Alessandro Macinai
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Un trozo de cielo
No puede definirse de otro modo lo que
el Señor ha dado a los colaboradores del
Eco
y a algunos otros amigos, reunidos en
Medjugorje del 25 al 29 de agosto para el
retiro internacional anual. La densidad de
la Gracia era palpable y la alegría desbor-
daba de los corazones, creando entre los
participantes un clima de profunda comu-
nión espiritual.
Motivos variados han impulsado a cada
uno de nosotros a la cita esperada: el deseo
de responder cada vez más radicalmente a
la llamada de María de entregarse comple-
tamente a Ella para llegar a Jesús; la con-
ciencia de estar al servicio de un instru-
mento precioso que llega a todos los rinco-
nes de la tierra para llevar el mensaje de la
Madre; la exigencia de vivir una espiritua-
lidad común, que dé al Eco un carácter uni-
tario y armónico; la necesidad de conocer-
nos más para vivir un amor fraterno y fa-
miliar y ser cada vez más un solo corazón
y una sola alma…
Éstas y muchas otras ra-
zones, más o menos manifiestas – pero
todas importantes – que han hecho de este
encuentro algo especialmente sentido.
La presencia de cada uno era un gran
don para los demás, una riqueza favoreci-
da por las distintas procedencias (15 fueron
los países representados), por la originali-
dad personal y cultural, por los diversos es-
tados de vida (parejas, familias, niños, lai-
cos consagrados, religiosos, sacerdotes).
Pero sobre todo gracias a la apertura de los
corazones, el Espíritu Santo pudo obrar am-
pliamente en cada uno, abriendo nuevos ho-
rizontes, iluminando el camino a recorrer
también confirmando los pasos ya dados.
El clima de silencio y recogimiento fa-
voreció la escucha interior y la reflexión
sobre las meditaciones sugeridas por el p.
Tomislav Vlasic’, animador del encuentro.
La oración matutina en los montes Podbrdo
y Krizevac hizo posible una auténtica fu-
sión de las almas. La adoración eucarística
nocturna – por turnos durante las tres no-
ches del retiro – dio a cada uno el espacio
íntimo para encontrarse personalmente con
Jesús, de corazón a corazón. En la celebra-
ción de la S. Misa, finalmente, el sacerdote
recapituló en Cristo todas las intenciones,
consagró a los pueblos presentes, acogió
los ofrecimientos presentados por cada uno
para elevarlos al Padre.
También celebramos el veinte aniver-
sario del Eco, dando gracias a Dios por
permitirnos continuar la obra iniciada por
don Angelo y con la certeza de que el Señor
continuará multiplicando los frutos que el
Eco consigue sembrar en el mundo. Como
recuerdo se dio a cada uno una medallita
con la Virgen milagrosa
de oro preparada
para la ocasión; una protección potente para
el trabajo que aún nos espera en el futuro.
Naturalmente todos los lectores esta-
ban con nosotros, en nuestras oraciones y
en el amor con el que cada uno lleva a cabo
su propio servicio al Eco, humilde instru-
mento de María, pequeña gota que da de
beber a los sedientos de agua viva.
Y para ampliar nuestro abrazo a la gran
familia del Eco, dejo el espacio a quien,
entre los participantes, ha escrito un testi-
monio personal
sobre ese “trozo de paraí-
so” que en esos días le fue dada.
Sor Stefania Consoli (Resp. Redacción)
Robert Prendushi:
traductor del Eco albanés
¿Impresiones del Tercer Encuentro
Internacional de traductores? Muchísimas.
¿La más emocionante? Sentir dentro de ti,
como tuyas, las oraciones Padre Nuestro y
Ave María, pronunciadas en las distintas
lenguas del mundo. La oración no tiene lí-
mites, más bien une los límites.
La ora-
ción es una sola: la que se eleva del corazón
de los pueblos hacia nuestro Señor. Los
temas que tocó el padre Tomislav serán una
gran ayuda en nuestro humilde trabajo.
Cuando traduzca, oraré, convencido de que
seremos muchos los que oremos juntos.
Beverley Drabsch:
traductora del Eco inglés
y resp. Secretaría
Las palabras no pueden expresar el
gozo y la paz interior, y la sen-
sación profunda de haber lla-
mado a la puerta de la casa de
la Virgen, donde María misma
nos abrió y acogió. El amor
que Ella ha derramado en
nuestros corazones era tangi-
ble. Me parecía caminar en
el jardín del Edén:
yo peque-
ña, guiada por la mano del
Padre por un lado y de la Madre por otro.
La guía sabia y paterna del Padre
Tomislav me ha ayudado inmensamente,
haciéndome ver más claramente la realidad
maravillosa de la comunión de los santos y
del encuentro entre Cristo y la Iglesia, con
la celebración de los sacramentos y, en par-
ticular, de la Eucaristía, así como de la ne-
cesidad de oraciones de intercesión por las
almas abandonadas. ¡Alabanzas e infinitas
gracias a Dios, Uno y Trino, por habernos
dado una Madre de tal belleza!
Piero Gottardi:
resp. de Eco en internet
¡Entretanto he cogido la medalla de
oro¡ Aquella tarde, cuando volví, había
hecho poco caso pues estaba cansadísimo
por el viaje y el insomnio. Hoy he abierto
el cofrecito y he comprendido. ¡La mano
que lo daba era la de Pietro, pero estaban
presentes don Angelo y la Virgen!
Pensemos en los olímpicos, cuánto gozan
por una gloria que pasa, y yo casi no lo
había comprendido. ¡Recibir una “medalla
de oro” de la Virgen no pasa todos los días!
Evidentemente en la balanza méritos y
amor han superado errores y miserias.
¿Qué más decir? Tendría que escribir du-
rante horas; en aquella Casa, rama vitalísi-
ma del gran árbol de Medjugorje, hay una
fuerza explosiva. ¡Es una bomba atómica
contra el reino de las tinieblas!
Como las veces anteriores he quedado
impresionado de las relaciones nuevas
que se crean entre las personas:
ahora
creo en el advenimiento no lejano de un
tiempo nuevo, no sólo porque lo ha prea-
nunciado la Virgen, sino porque he visto su
inicio con mis ojos. No vendrá de repente,
todo en Dios y en su Creación es graduali-
dad y armonía, entre el día y la noche está
el alba y el crepúsculo. ¡El alba nueva en
Medjugorje ya se ve!
Christina Agnani:
traductora del Eco sueco
Como traductora del Eco de María en
sueco he tenido la gran gracia y el gozo in-
menso de participar en el retiro anual orga-
nizado para reunir, como en una familia, a
los colaboradores del Eco:
animadores, redactores, co-
mentadores, traductores, dis-
tribuidores, el personal de la
redacción y de la secretaría,
etc…
Durante el año vivimos
dispersos, especialmente en
Europa; es muy reconfortante
y motivador encontrarse, co-
nocer a las personas que están detrás de
este trabajo que llevamos a cabo juntos,
con toda sencillez, sin formación alguna
para realizar un periódico. Somos madres
de familia, pensionistas, ingenieros, maes-
tros o profesores de escuela, etc… Hemos
venido de Albania, Australia, España (y
Cataluña), Alemania, Italia, Polonia, Rep.
Checa, Rumanía, Eslovaquia, Suecia,
Suiza, Hungría, Austria, Croacia (nos falta-
ban los amigos de Francia, de Portugal, de
Holanda y de Grecia).
La Comunidad “Kraljice Mira…”
(Reina de la Paz) nos ha hospedado con
gran generosidad, y nosotros nos hemos
sentido acogidos con los brazos abiertos en
una verdadera amistad. ¡Qué gozo encon-
trarse en la mesa todos juntos, cerca de 70
personas, para comer aquella comida tan
bien preparada, en un silencio meditativo o
en coloquio alegre. ¡Un banquete festivo
cada vez!
Además de la reunión para poner en
común el trabajo realizado y de previsión
para el futuro (muy útil para indicarnos
cómo continuar este trabajo), fuimos ani-
mados espiritualmente por la presencia pa-
terna del padre Tomislav Vlasic y de sus
conferencias y predicaciones, con las que
nos ayudó a vivir el ofrecimiento a Dios
background image
Padre, en unión con Jesús y con María. El
Padre Tomislav también nos exhortó a
traer espiritualmente, en la Celebración
eucarística, a los países que representá-
bamos.
Así, yo intenté presentar al Señor
los problemas, los pecados, los sufrimien-
tos de Suecia, pero también de Finlandia,
Noruega, Dinamarca e Islandia. Y todos,
sin duda alguna, ampliaron también sus in-
tenciones para abrazar a todos los países,
para hacer que descienda la bendición de
Dios sobre toda la humanidad.
Nosotros traductores y colaboradores
del Eco somos personas comunes y nos
sentimos pequeños,
pero reconocemos
que hemos sido tocados por la mano de
María aquí en Medj. Todos hemos sentido
en el corazón su llamada, su presencia de la
que nos maravillamos con gratitud, y que-
remos ayudarla a difundir por el mundo en-
tero su mensaje: Dios existe, Dios nos ama
y nos espera en el cielo.
María, madre de Jesús y
madre nuestra nos ama in-
mensamente y por esto vi-
sita la tierra cada día
desde hace más de 23
años. Ella quiere desper-
tarnos, hacernos compren-
der el gran amor que nos
tienen ella y Dios.
En este ambiente suave
de la Comunidad, inunda-
dos de amor y amistad, rodeados de la be-
lleza de la naturaleza, del aire perfumado
por las hierbas aromáticas, de lirios, de
rosas, del canto de los gallos y del ruido de
las cigarras por el calor estival, no era difí-
cil renovar la elección de buscar vivir una
vida cristiana auténtica. Y estamos seguros
de haber sido ayudados por los hermanos y
las hermanas, por el padre Tomislav y, sobre
todo, por María. La Reina de la Paz nos ha
dicho de nuevo en su mensaje del 25 de
agosto que está ante Dios intercediendo por
cada uno de nosotros.
María ruega por ti que lees estas lí-
neas, puedes estar seguro, ¡todos somos
sus hijos! ¡Gracias María, Madre nuestra!
Barbara Squassabia:
miembro honorífico
de la Asoc. Eco de María
A Medj cada uno llega
por un recorrido personal: yo
he llegado a través del cami-
no de la obediencia conyugal.
Una elección mía, ninguna
imposición, sino la convic-
ción de que en el matrimonio
no puede haber espacios ex-
clusivos o privados de uno,
que no comparta con el otro.
De la convicción que los
espacios privados llevan a la separación,
tomé la decisión de acompañar a mi mari-
do en este camino. He encontrado aquí un
lugar donde se concreta la Gracia: en el
ofrecimiento, en la elevación, en la co-
munión de las almas.
El alma aquí aspira
a ser el Santuario del Señor al que toda
alma pueda venir.
Elena Lehocka:
traductora del Eco eslovaco
Hemos sido hospedados por la Comuni-
sdad por tercera vez. Nada más llegar creía
haber llegado a una especie de jardín de in-
fancia: ¡pequeños gestos revelaban lo pe-
queños que aún somos! Sin embargo, al
final del retiro, pude percibir en todos una
mayor conciencia y madurez…
P. David Tremble:
Misionero del amor de Dios
-Australia-
Al igual que María, que en la
Anunciación fue sorprendida por
el saludo del Ángel Gabriel (Lc 1,
26), también yo he quedado sor-
prendido del maravilloso saludo
que recibí en la Comunidad “Kraljice
Mira, potpuno tvoji)…”
(“Reina de la Paz,
completamente tuyos…”) durante mi breve
visita en la Casa de
Medjugorje, adonde acudí
con motivo del festival de
los jóvenes, junto a otros
30 peregrinos australia-
nos. En aquella visita fui
invitado a volver, para
participar en el retiro in-
ternacional del Eco. No
estaba seguro de lo que
me esperaba pero con el
tiempo pude decir que
“SÍ” como María.
A lo largo del retiro fui profundamente
bendecido por el p. Tomislav y por todos
los miembros de la Comunidad: por su
amor que se entrega y por su testimonio go-
zoso, por sus palabras, por sus cantos, por
sus vidas ofrecidas a Jesús a través de
María.
Ésta era mi primera visita a Europa. Fui
ordenado sacerdote hace 7 años y desde
hace 14 años que estoy consagrado al
Corazón herido de Jesús ( abierto en el
amor al mundo) y bajo la protección del
manto de María. Los años pasados han traí-
do consigo muchas bendiciones y también
muchas cargas, derivados de mi ministerio
y de mis pecados y debilidades. A lo largo
del retiro (especialmente durante la santa
Misa) he experimentado cómo Jesús me li-
beraba de mis cargas – cada vez que mi
mente quería volver a estas distracciones
veía a Jesús que las tomaba
consigo – su mano herida
sobre ellas, y la otra mano
me la ofrecía a mí para con-
tinuar juntos nuestro viaje.
Doy gracias a Dios: el re-
tiro con la Comunidad
“Kraljice Mira…” me ha
renovado en mi consagra-
ción y en el sacerdocio; ha
sostenido mi entrega de
nuevo a Dios Padre en
unión con Jesucristo. Ahora me siento re-
novado para generar la vida – tal como en
la Anunciación el Espíritu Santo cubrió con
su sombra a María y a través de Ella llevó
adelante la vida – ofreciendo al mundo a su
Salvador.
Radek Starostik
Rep. Checa
El año pasado participé por primera vez
en el encuentro de los colaboradores del
Eco de María y de quien se siente cercano
al camino de la Comunidad “Kraljice
Mira”.
Aquel encuentro significó un punto
de partida en este camino, un camino que
no es muy largo y tampoco cómodo, pero
que, tras haber dado algún paso, te lleva del
miedo al gozo, de las tinieblas a la luz.
Puedo comprender
mejor qué don tan
grande son las pala-
bras de María:
“Hágase en mí según
tu palabra…” (Lc 1,
38).
Este año he experi-
mentado de nuevo
una alegría profunda
en nuestros encuen-
tros con las personas, algunas de las cuales
las veía por primera vez en mi vida, y sin
embargo era como si todos fuésemos pa-
rientes.
Es casi incomprensible el hecho de
que tampoco era difícil dejar la alegre at-
mósfera del encuentro para llegar allí donde
está mi lugar en la vida. El encuentro, de
hecho, me ha permitido aspirar profunda-
mente el aire y tomar fuerzas para caminar
adelante.
Interesante ha sido también la experien-
cia de un amigo mío, que era la primera vez
no sólo en la Comunidad sino también en
Medjugorje. Pienso que como muchos otros
también él ha vivido su “retorno a casa”.
La Palabra
¡Has dicho lo justo!
¡Dios vive, y también yo!
Como la brisa
en los días cálidos,
o como
la lluvia fresca
en el atardecer,
el Espíritu de Dios
viene sobre nosotros
y el Rey baja a nosotros.
No me falta nada.
El amor y la paz
están siempre conmigo.
Un día
todos los hombres
harán como yo:
jugarán en el jardín
del Corazón de
María Inmaculada.
Isabelle
(Violinista sueca)
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Los lectores escriben…
María Luptakova de Eslovaquia –
Queridos amigos de Eco, os saludo a todos
de corazón y quiero daros muchas gracias
por vuestro periódico que me llega regular-
mente. Está lleno de bendición y de amor
de nuestra madre celeste, María, y de nues-
tro Señor Jesucristo. Espero siempre con
mucha alegría vuestras alentadoras pala-
bras. Valoro mucho vuestro trabajo y la dis-
ponibilidad en compartir los frutos del
Espíritu Santo.
María Cristina Pereyra de Córdoba,
Argentina – Deseo agradeceros de corazón
por este primer envío del Eco. Somos un
grupo de oración pequeño pero sentimos
una alegría muy grande por la posibilidad
de acercarnos a nuestra y vuestra madre,
porque para nosotros es difícil llegar a
Medjugorje y, de este modo, gozamos y
aprendemos. ¡¡¡GRACIAS!!! Por esta tan
bella misión de acercarnos un poco más a
Jesús y a nuestra mamá celeste. Que Dios
os bendiga y María os acompañe en vues-
tro camino.
Judy Chlebowicz de Australia – Que
Dios os bendiga generosamente por lo que
hacéis por difundir la devoción a su Santa
Madre, y por la inspiración y el ánimo que
dais a mi vida espiritual.
J. Douglas Correya de la India –
Recibo el Eco desde hace un año y os lo
agradezco desde lo más profundo del cora-
zón. Os ruego que continuéis enviándome-
lo, porque para mí el Eco es un elixir.
Rogad por nosotros.
Rosa Pintabona de los EEUU – Os
envío mi donativo como signo de gratitud.
Aprecio muchísimo el Eco de María y es-
pero con ansia cada envío.
Marie-Aude Caveau de Francia –
Gracias por el envío del Eco de María.
Sor Klaretta Griebel de Alemania –
Gracias por vuestra publicación. Que Dios
bendiga vuestro apostolado.
Mrs Marion Thiesen de Canadá –
Adjunto mi donativo para vuestro periódi-
co que encuentro muy interesante y espiri-
tualmente rico.
Georgette Egue Cheveki de Benin –
Os damos las gracias por el gozo inmenso
que nos invade cuando llega el Eco. Para
nosotros es la guía cristiana en nuestra vida
espiritual mariana. Apreciamos mucho
vuestro trabajo.
Francesco Bazzoli de Burundi –
Gracias por vuestro Eco de María.
Conservo celosamente la copia en italiano
que me llega. Las copias en francés son
bien aceptadas especialmente por el clero
local. Admiro lo que hacéis.
Fr. Cirillo Tescaroli de Ecuador –
Hace tiempo que recibo vuestro boletín
Eco de María que me es muy útil para los
programas que realizo desde hace veinte
años en la Radio Católica Nacional de
Quito. Gracias.
Mutuna Chiwele de Zambi – Soy un
estudiante de medicina y durante cinco
años he estado buscando nuevas formas de
espiritualidad para llenar en mí el vacío que
me creaba la tibieza. Entonces encontré por
casualidad una copia del Eco y descubrí
que María es esa espiritualidad que busca-
ba y que ya está presente en nuestros cora-
zones. Os agradezco que deis el mensaje de
la Virgen, nuestra Madre, al mundo.
M. Connolly,
de Inglaterra –
Distribuyo copias de Eco a personas y gru-
pos de oración en varias partes de
Inglaterra. Todos nosotros estamos muy
agradecidos por vuestra publicación. Que
Dios os bendiga.
Teresa Griffith, Centro Medjugorje
de Birmingham, Inglaterra – Gracias por
las copias del Eco. Los que lo reciben a tra-
vés de nosotros lo esperan con ansia. Una
vez al año llevamos peregrinos a
Medjugorje: llenamos un avión, y siempre,
dejamos 10 sitios libres para sacerdotes a
los que no les hacemos pagar. Este año lle-
varemos a nueve en el mes de septiembre.
Los que han venido con nosotros quedan
contentos, y hablan bien de Medjugorje
con otros sacerdotes de la diócesis. Estoy
muy agradecida a la Virgen por una cura-
ción que tuve en 1985. Aunque tuvo lugar
después de una peregrinación a Lourdes,
mi fe había sido fortalecida por los aconte-
cimientos de Medj.
F. Malik de Inglaterra – ¡Que Dios os
bendiga por el trabajo que hacéis, y que la
Reina de la Paz os proteja siempre!
P. Sean Ryle de Japón – Aprecio
mucho el trabajo que hacéis para el Eco y
que me enviáis regularmente a Japón donde
trabajo.
Queridos amigos del Eco de María,
El pasado 10 de mayo estuve en
Medjugorje y, después de hacer por la ma-
ñana el Via Crucis en el monte Krizevac y
llenar la tarde de oración por los amigos
cerca de la tumba del p. Slavko, oí en lo
más profundo de mi corazón una voz que
me decía: “ahora reza por tus enemigos”.
Lo hice, pero con mucho esfuerzo, porque
aquél día hacía exactamente 5 años y 5
meses que mis padres habían sido asesi-
nados
(mi mamá después de ser torturada).
¡Para toda la familia han sido años dificilí-
simos!
El último libro preferido de mamá era
“Los mensajes de María en Medjugorje”.
Para mí había sólo una certeza: un día iré a
Medj. Este 10 de mayo de 2004 no he sido
totalmente liberado de tantos sufrimientos,
pero en mi regreso constato que todo este
infortunio está en las manos de Dios, y que
se ha dado un paso adelante en este sentido.
Si antes de Medj. me olvidaba de rezar por
mis enemigos, me parece que en aquel
lugar el Señor me ha dado la gracia de no
olvidarlos en la oración.
Gracias por este periódico que me en-
viáis generosamente; gracias por esta lectu-
ra que en estos cinco años me ha ayudado
tanto. Un gran gracias a Medjugorje y gra-
cias a todo el personal del Eco de María.
(una lectora del Eco – FRANCIA)
Robert Kouma Assé de Camerún –
Hace años que recibo vuestro periódico
“Eco de María, Reina de la Paz” y lo hago
leer a muchas personas. Los diez ejempla-
res que recibo son para mí, un medio ópti-
mo para edificar al pueblo de Dios.
Durante mi enfermedad (hemiplejía iz-
quierda) me he sentido abandonado y pro-
fundamente desanimado; pero un día llegó
el correo: ¡era mi Eco! Los mensajes de
nuestra Madre, la Virgen María, que se en-
contraban en el número que estaba leyendo
me devolvieron el ánimo y, en lugar del año
previsto para recuperar el lado izquierdo de
mi cuerpo, empleé sólo dos meses.
Para que comprendáis mejor mi angus-
tia, os cuento un hecho: mi hijo fue orde-
nado diácono sin mi presencia ni la de su
madre, que no podía dejarme solo. En el
momento en que os escribo, comienzo a
moverme sin la ayuda de nadie y sin el
apoyo de un bastón.
Queridos directores y lectores del Eco,
ayudadme a dar gracias a la Virgen María
por su intercesión ante su Hijo. Deseo una
larga vida el Eco de María, Reina de la Paz,
y a todo su equipo.
Una lectora de Belfort, Francia –
Gracias a María, nuestra Madre, que nos
llama incansablemente. Podemos sentir
verdaderamente su alentadora presencia en
nuestra vida cotidiana. Con todos los lec-
tores del Eco agradezco al equipo que
trabaja fielmente para transmitir esta
medicina espiritual:
la universalidad del
mensaje de la Reina de la Paz y las medita-
ciones que nos conducen a una sencillez
cada vez mayor y más profunda. En con-
creto en el nº 174 los misterios dolorosos,
comentados por el artículo: “Con las manos
bañadas de Pasión” y en el nº 175: “El Pan
vivo, centro de nuestra vida” y “Los vehí-
culos del Redentor”. Importante es también
la iluminación sugerida en el periódico
para comprender la película “La Pasión de
Cristo”. Con el gozo de poder estar siempre
en unión de oraciones por la paz en los co-
razones, os envío mi reconocimiento y mi
saludo fraterno.
Villanova M., 8 de septiembre de 2004
Resp. Ing. Lanzani - Tip. DIPRO (Roncade TV)
“Que Dios os bendiga
con todas las bendiciones del cielo,
y os haga puros y santos a sus ojos;
infunda en vosotros las riquezas
de su gloria, os enseñe
con las palabras de verdad,
os ilumine con el evangelio de salvación,
os haga alegres en la caridad fraterna”.
112*El Eco de María es gratuito y vive
sólo de donativos que pueden hacerse por
Correo
en la Cuenta Postal n. 14124226 a
nombre de Eco di Maria Cas. Post. 27 –
31030 BESSICA (TV)
O en el BANCO: Asociación Eco de María
Banca Agricola Mantovana (BAM) –
Agencia Belfiore
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ficaciones
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