Mensaje, 4 de octubre de 1984


¡Queridos hijos! Hoy deseo decirles que a menudo me regocijan con sus oraciones; pero hay muchos, incluso aquí en la parroquia, que no oran y mi Corazón se entristece. Por lo tanto, oren, para que Yo pueda ofrecer al Señor todos sus sacrificios y sus oraciones. Gracias por haber respondido a mi llamado!
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Para que Dios pueda vivir en sus corazones, deben amar.

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