Mensaje, 2 de octubre de 1986


¡Queridos hijos! También hoy los invito a la oración. Ustedes, queridos hijos, no estarán en posibilidad de comprender cuán grande es el valor de la oración, hasta que no se digan a sí mismos: 'Ahora es tiempo de orar! En este momento nada más es importante para mí; en este momento no hay nadie más importante para mí sino Dios!' Queridos hijos, conságrense a la oración con amor particular, así Dios podrá recompensarlos con Sus gracias. Gracias por haber respondido a mi llamado!
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Para que Dios pueda vivir en sus corazones, deben amar.

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