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www.medjugorje.ws » Eco de Maria Reina de la Paz » Eco de Maria Reina de la Paz 214 (Marzo-Avril 2011)

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¡Dios me libre gloriarme
si no es en la cruz
de nuestro Señor Jesucristo:
El es nuestra salvación,
vida y resurrección;
por medio de El
hemos sido salvados y liberados…
(Gal 6,14)
Mensaje del 25 de enero de 2011:
“¡Queridos hijos! También hoy estoy
con vosotros , os miro y os bendigo, y no
pierdo la esperanza de que este mundo
cambie para bien y la paz reine en los
corazones de los hombres. La alegría rei-
nará en el mundo porque se han abierto a
mi llamado y al amor de Dios. El Espíritu
Santo está cambiando a una multitud que
ha dicho sí. Por eso deseo deciros. ¡Gra-
cias por haber respondido a mi llamada!
Bajo la mirada de Maria
Siento la mirada de Maria sobre mí,
sobre todos nosotros, sobre el mundo entero.
Ella nos mira, nos bendice y alimenta la
esperanza de que este mundo cambiará
para bien y que la paz reinará en los cora-
zones de los hombres.
Su mirada sobre
nosotros se enternece complacida y nos da
Su bendición y nos transmite Su esperanza.
Sus palabras nos consuelan, pero parecen
contener algo que no se ha dicho hasta aho-
ra, algo reservado, aunque no precisamente
escondido. Es como si la Mamá estuviese
hablando de una misión concluida.
La esperanza de la evolución del mundo
hacia el bien, la paz que reinará en los cora-
zones de los hombres, la alegría que reina-
rá en el mundo porque nos hemos abierto
a Su llamada y al amor de Dios:
todo habla
del triunfo del Reino y parece que se trate de
un triunfo ya muy cercano.
Todo esto debiera de alegrarnos a todos
plenamente, si bien hay algo que mitiga esta
alegría. Tal vez sea la despedida de Maria
que veladamente parece emerger de Sus
palabras; tal vez sea el miedo porque se
aproxima el tiempo de la siega (Mt 13,30);
tal vez sea solo la turbación ante novedades
que trascienden nuestras previsiones y sobre
todo, nuestro control más directo; no sabe-
mos lo que es en realidad, pero no debemos
reflexionar sobre ello porque esto escapa de
nuestras capacidades y competencias.
Lo que nos compete, lo que debemos
hacer es manifestar públicamente lo que,
durante casi treinta años, hemos recibido y
aprendido de Ella. También Jesus inició su
obra pública tras ese número de años. Pero,
esta similitud en los tiempos, ¿Es pura coin-
cidencia o es una señal más de que ha llega-
do el tiempo de la revelación de los hijos de
Dios
(cfr. Rm 8, 19)? Claro que si hubiéra-
mos estado más atentos, más humildes, más
solícitos hubiéramos podido abreviar los
días que quedan para la segunda venida de
Cristo, pero no perdamos ahora mas tiempo
recriminando.
Maria da un juicio positivo, más positivo
de lo que muchos de nosotros merecemos,
pero ahora remanguémonos la camisa y pre-
parémonos rápido para no ser cogidos por
sorpresa.
“El tiempo está ya cerca”, parece decir-
nos el Mensaje y una señal más aparece en
las dos últimas frases: en la acción del Espí-
ritu Santo y en la que concluye el Mensaje.
El Espíritu Santo está cambiando a una
multitud que ha dicho sí.
Muchos de ellos
se han abierto a su llamada y al amor de
Dios,
es decir, han acogido a Maria y a
Jesus, han acogido los Mensajes de Ella, al
Hijo amado, al Amor encarnado. El Espíritu
Santo recogerá su y lo insertará en el Fiat
de Maria “He aquí la esclava del Señor:
hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38) y
en el Sí de Jesus, ¡He aquí que vengo, oh
Dios, para hacer tu voluntad!” (Heb 10,7).
Esta intervención del Espíritu Santo ¿No
nos recuerda un poco lo que Jesus promete
para consuelo de sus discípulos, tristes y tur-
bados, en la despedida por El anunciada (Jn
16, 1-11)? ¿Acaso no es esto mismo lo que
Maria pretende hacer con nosotros? Y ade-
más: el agradecimiento por haber respon-
dido a Su llamada,
precedido por ese “Por
eso deseo deciros”,
¿No suena mas a un
“adiós”, en lugar de un “hasta pronto”?
En cualquier caso, continúe o no dándo-
nos Sus Mensajes en Medjugorje, todos
nosotros estaremos bajo Su mirada benévo-
la y maternal, acompañándonos Ella hasta el
fin de los tiempos y en la eternidad! Paz y
alegría en Jesús y Maria.
Nuccio Quattrocchi
Mensaje del 25 de febrero de 2011
¡Queridos hijos! La naturaleza se
despierta y en los arboles se ven los pri-
meros capullos que darán una hermosísi-
ma flor y fruto. Deseo que también voso-
tros, hijos míos, trabajéis en vuestra con-
versión y que deis testimonio con vuestra
propia vida, de manera que vuestro ejem-
plo sea para los demás un signo y un esti-
mulo a la conversión. Yo estoy con voso-
tros e intercedo ante mi Hijo Jesus por
vuestra conversión. ¡Gracias por haber
respondido a mi llamada!”.
Testimoniar con la vida
Dios, en su bondad y sabiduría, se reve-
la al hombre. Por medio de acontecimientos
y palabras, se revela a si mismo y el desig-
nio de benevolencia que El mismo ha prees-
tablecido desde la eternidad en Cristo en
favor de los hombres. Este designio consiste
en hacer participes de la vida divina a todos
los hombres, mediante la gracia del Espíri-
tu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos
en su Hijo Unigénito.
(Compendio al Cate-
cismo de la Iglesia Católica, tesis 6).
Creados a imagen de Dios, (Gen 1, 27)
Adán y Eva viven en el Edén, en Su presen-
cia, pudiendo dialogar con El. La separación
es consecuencia del primer pecado, del
deleite de poder ser como El, sin El, e inclu-
so, contra El,
escuchando otra voz, que no la
Suya. El pecado original expresa la volun-
tad del hombre, hábilmente manipulada por
la serpiente, de no considerar a Dios y la
consecuencia es la expulsión del Hombre
del Edén: el hombre no puede ya desde
entonces habitar con Dios. Pero Dios no
renuncia a Su Proyecto, y no pudiendo el
hombre elevarse a Dios, ¡Es Dios mismo el
que se hace hombre! Ahora, ya no es el
hombre quien se hace como El, sino que es
El, Dios, quien en Cristo se eleva a Si mis-
mo, si el hombre acoge esta acción de gra-
cia, si se deja convertir por El.
A esta conversión nos llama Maria,
expresando su deseo de ver florecer nuestra
conversión, al igual que florecen las yemas
que brotan de los arboles. Esta es la conver-
sión que traerá una bellísima flor y un fruto:
la vida de Jesus en el hombre. El Árbol de la
vida, negado al hombre para que no viva
eternamente (Gen 3, 22-24) es ahora Jesus
que se nos ofrece como Alimento de Vida
eterna: ¿No es precisamente esto lo que
ocurre en la Santa Eucaristía?
Deseo que
también vosotros, hijos míos, trabajéis en
vuestra conversión y que deis testimonio
con vuestra propia vida.
Maria nos exhor-
ta ante todo a la conversión y por tanto al
testimonio de vida. No se trata de cambiar
algo de nuestra vida; no basta con que haga-
mos alguna “obra buena”; no es suficiente
con corregir algún detalle. Tampoco basta
con cambiar radicalmente de vida, si ese
Marzo / abril de 2011 - Editado: por Eco di Maria, por Eco di Maria, Via Cremona, 28 - 46100 Mantova (Italia)
A. 27, n. 3-4 "Poste Italiane s.p.a. - Spedizione in Abbonamento Postale - D.L. 353/2003 (conv. in L. 27/02/2004 n° 46) art. 1, comma 2, DCB Mantova
214
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LOS SIGNOS
DE LOS TIEMPOS
(Verdad y mentira)
Lo que hoy vivimos no es el triunfo del
mal. Lo que sucede en nuestras familias, en
nuestras ciudades, en el mundo, no es solo
mal, no indica el triunfo del mal, sino mas
bien muestra y revela la lucha entre el bien y
el mal, entre Dios y el mono, entre Verdad y
mentira. Una lucha cada vez más abierta,
siempre más “global”, y por tanto siempre
más cercana a su desenlace, a su final, que
para nosotros cristianos no puede tener
incógnitas.
Nosotros sabemos que el Reino de Dios
triunfará. Esta certeza ilumina nuestras men-
tes y nuestros corazones y nos permite
luchar sin temor: “No temáis a los que
matan el cuerpo, mas el alma no pueden
matar; temed más bien a aquel que puede
destruir el alma y el cuerpo en el infierno”
nos dice Jesus (Mt 10, 28) y estas palabras
nos inducen a aproximarnos a todos los
“hombres de buena voluntad”, o sea, a todas
las personas cuya voluntad está orientada
hacia la Verdad, hacia la Paz, hacia la Justi-
cia…. en resumen, hacia el respeto de todos
los valores básicos de una convivencia civi-
lizada, para un bien común.
La Verdad no es asignación personal de
cualquier líder o ídolo, ni apoyar a este o a
ese otro partido político: en un caso u otro
seria una verdad subjetiva, y por tanto no
sería la Verdad. Nosotros, creyentes en Cris-
to Jesus, debemos saber bien que la Verdad
es El, y sólo El, Jesucristo, y que en El pode-
mos orientarnos hacia ésta, mientras que
lejos de El nos perdemos en nuestras peque-
ñas, cómodas, pero insignificantes verdades.
Pero mi llamado no va dirigido solo a los
Cristianos, porque también aquel que no
reconoce a Jesus como Hijo de Dios, inclu-
so el que no reconoce la existencia de Dios,
tiene algo en su interior que lo llama a la
Verdad y que lo induce a preguntarse sobre
ella. ¿Recordáis el dramático coloquio que
tuvo Jesus con Pilatos (Jn 18, 37-38) en el
que el procurador romano se halla a un paso
de la verdad, pero renuncia a ella por su
escepticismo? Su pregunta “¿Qué es la ver-
dad?” resuena aun hoy, y aún hoy induce a
“lavarse las manos”, a echarse hacia atrás,
¡A elecciones más cómodas!
La Verdad interpela a todos, convoca a
toda persona, cualquiera que sea su función
en la sociedad. Cada hombre, del más
pequeño al más grande, está llamado a esco-
ger entre Verdad y mentira; no puede per-
manecer neutral o indiferente, no puede
limitarse a observar, debe implicarse, defi-
nirse; no para enjuiciar sin tener competen-
cia alguna, no para imponer una propia ver-
dad, sino para servir a la Verdad, prescin-
diendo de todo interés o beneficio personal.
El camino hacia el Bien común, tanto colec-
tivo como individual, radica precisamente
en prescindir de esos intereses personales y
egoístas; este es el camino para todo hom-
bre, ¡Sobre todo cuando ejerce algún cargo
público!
La Verdad no es una manifestación; no
puede ser solo anunciada, ni publicitada. La
Verdad debe ser deseada, buscada, amada y
honrada. La Verdad no es una bandera, no
es un principio; no es una característica de la
vida, sino una necesidad básica para la
Vida: “Por esto yo he nacido y por esto yo
he venido al mundo: para dar testimonio de
la Verdad” dice Jesus (loc. cit.). Y San Giu-
seppe Moscati lo repite en su carta del 17 de
octubre de 1922: “Ama la verdad, muéstra-
te como eres, sin fingimientos, sin miedos y
sin recelos. Y si la verdad te cuesta la per-
secución, tu acéptala, y si te cuesta el tor-
mento, tu sopórtalo. Y si por la verdad
tuvieras que sacrificarte a ti mismo y tu pro-
pia vida, se fuerte en el sacrificio”.
Nuccio Quattrocchi
¿Porque el mal?
de Francesco Cavagna
Muchos, o tal vez muchísimos son los
que se preguntan:¿Por qué existe el mal en
el mundo? Una pregunta mas que legitima
que desde antaño ha levantado discusión
entre ateos y creyentes. ¿Cómo puede un
Dios bueno y todopoderoso causar y no
impedir
el injusto sufrimiento de tantos ino-
centes?
Los ateos parecen tener fuerza en sus
argumentos y a menudo los que conocen el
amor de Dios no siempre hallan razones con-
vincentes. Cierto es que el problema del mal
es y permanece como un misterio, pero es
deber nuestro hallar respuesta a la sed de jus-
ticia y de verdad que cada uno lleva dentro.
Distingamos ante todo entre mal y
sufrimiento. El mal es causa, mientras que
el sufrimiento es consecuencia. Es hecho
cierto que algunos eligen deliberadamente
hacer lo que está mal, causando daño a ellos
mismos y a los demás. Ahora bien, para no
caer en la tentación de dividir al mundo
entre buenos y malos, cada uno reconocerá
que a veces esta llevado a tomar elecciones
negativas y por desgracia luego a arrepen-
tirse de ello. Creo deba llamarse a este
“mal” por su nombre, condenarlo y tomar
distancia de el, porque si buscamos conti-
nuas justificaciones podríamos caer en un
relativismo que nos hace olvidar lo que es
pecado ante Dios.
Cierto es también que el sufrimiento esta
causado por el mal, y que el mal está causa-
do por el hombre. Dios no ha cre-
ado el sufrimiento, no lo desea,
pero precisamente aquí vemos
la clave de la cuestión, ya que
es Dios quien lo ha reconduci-
do hacia el bien, lo ha consa-
grado haciéndolo instrumento
de expiación y de salvación.
Sí, Jesucristo ha decidido des-
truir el mal “desde dentro”, lo
ha vencido a través de su
muerte en la cruz y de la
Resurrección.
En muchos de nuestros
ambientes está presente el
crucifijo,
y es ya para noso-
tros imagen habitual: en muchos
casos ya no nos toca el corazón. En cambio,
si volviéramos a reflexionar descubriríamos
como precisamente esa imagen del Hombre
Dios que cuelga de la cruz es respuesta elo-
cuente sobre la cuestión del mal. Pero sólo
si creemos firmemente que El ha resucitado,
y llevamos en nuestras vidas signos de esta
esperanza que es una realidad. Por tanto,
grande es el anuncio de esperanza que se
nos confía a nosotros cristianos: quien ha
encontrado a Cristo es precisamente aquel
que puede dar una respuesta luminosa a las
interrogantes del mundo.
No se trata de hallar rebuscadas respues-
tas filosóficas sobre el origen del mal (el
mal no tiene sentido, no es lógico, no es
racional), sino de saber mirar más allá del
mismo. Y este paso interior debemos darlo
numerosas veces, ya que el sufrimiento nos
acompaña siempre.
La clave está dentro de nosotros. El
sufrimiento puede llevarnos a la rebelión, a
acusar a Dios de injusto, o bien puede ser
instrumento de bien, de un bien que va mas
allá de la muerte.
La clave está dentro de nosotros, todo
depende de la respuesta de nuestra alma; y
todo se clarifica para el que entra en la lógi-
ca de Dios, de ese amor gratuito dispuesto a
arriesgar, dispuesto a perder cualquier cosa,
incluso a su amada creatura, con tal de libe-
rarla. Sí, amar respetando la libertad del pró-
jimo….solo en el amor se halla respuesta,
¡Sólo quien ama puede entenderlo del todo!
Dios, en su omnipotencia, podría extin-
guir todo mal, podría obligar a todo hombre
a ser bueno, pero el Señor sigue permitien-
do que cada hombre elija libremente entre la
muerte y la vida. Si cada “no” a Dios trae
una triste repercusión para nosotros, enton-
ces pensemos que cada “sí” que le
decimos tiene valor inestimable,
¡Es como un nuevo inicio de la
historia de nuestra salvación!
El amor cambia nuestra
mirada. Y por tanto las pre-
guntas permanecen. ¿Por qué
Dios no usa la propia omnipo-
tencia para restablecer en un
instante la justicia en este
mundo? ¿Por qué se obstina en
dejarnos libres?
No demos a esto sencillas
respuestas teóricas. Quien vive
en el amor comprende en su
alma que es recto el actuar del
Dios-Amor. Dios confía en la libre
colaboración de los hombres para realizar su
proyecto de salvación.
cambio es solo obra nuestra, no dejando
actuar al Espíritu Santo. No debemos caer
en la vieja tentación y repetir el primer peca-
do. Debemos dejar espacio para Jesus en
nosotros, dejarnos habitar por El porque
sólo ese habitar Suyo en nosotros genera la
verdadera conversión y hace santa nuestra
vida y por tanto revaloriza nuestro testimo-
nio; solo así podremos ser signo y estimulo
a la conversión para los demás.
”Como tu,
oh Padre, en mi, y yo en ti, que también ellos
sean uno en nosotros, para que el mundo
crea que tu me enviaste….Yo en ellos, y tu
en mi, para que sean perfectos en unidad,
para que el mundo conozca que tu me
enviaste, y que los has amado a ellos como
también a mi me has amado.”(Jn 17,21-23)
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os
améis unos a otros; como yo os he amado,
que también os améis unos a otros” dice
Jesus, y añade: “En esto conocerán todos
que sois mis discípulos, si tuviereis amor los
unos con los otros (Jn 13, 34-35). Es cierta-
mente difícil, por no decir imposible, vivir
este amor, pero lo que es imposible para el
hombre, es posible para Dios. Maria está
con nosotros y ante su Hijo Jesus, interce-
de por nuestra conversión;
¿Quién nos
impide confiar y abandonarnos al Amor?
N.Q.
2
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Las generaciones
le llamarán
beato
“¡Santo ya!” se leía en
las pancartas de la Plaza
de San Pedro el día del
funeral de Juan Pablo II.
Santo ya, porque nuestra
generación tuvo el privilegio de conocer,
amar, apreciar y admirar a un hombre, sacer-
dote y Papa como él, por su santidad de
vida, que no necesita de ninguna proclama-
ción oficial para considerarle como tal.
Juan Pablo II era ya santo en vida, aún en
la tierra. Pero Dios ha querido que no sólo
nuestra generación, sino todas las genera-
ciones,
puedan llamarle beato (Cfr. Lc
1,48). Por esto la Iglesia, el próximo 1 de
mayo celebrará la beatificación de Karol
Wojtyla tan solo 6 años después de su muer-
te, haciendo coincidir la fecha con el segun-
do domingo de Pascua, dedicado a la Divina
Misericordia
precisamente por él mismo y
en cuya vigilia finalizó su vida terrena.
La comisión vaticana tuvo que trabajar
mucho examinando una enorme cantidad de
documentos y escuchando muchos testimo-
nios, para analizar un pontificado de casi 27
años y la vida entera de una persona que ha
marcado la historia de la Iglesia, y no solo la
del siglo XX – según los medios. Entre otras
cosas, se dio ya la noticia de que el ataúd de
Juan Pablo II será trasladado de las Grutas
Vaticanas a la Basílica Superior de San
Pedro y colocado en uno de los altares late-
rales.
Los procedimientos humanos son a
menudo burocráticos, pero son necesarios
aquí en la tierra para dar cuerpo a lo que el
Espíritu Santo realiza en los hombres que se
ofrecen de manera muy especial a Su obra.
A los que se olvidan de egoísmos e inte-
reses personales, para donarse en sacrificio
vivo, santo y agradable a Dios
(Rm 12,1). Si
para iniciar un proceso de beatificación se
requiere el testimonio de un milagro ocurri-
do por intercesión sobre un humano, debe-
mos sin embargo recordar que el milagro es
en este caso la entera existencia de quien
aceptó plenamente la Cruz misma de Cristo,
tal y como le fue presentada. Juan Pablo II
hizo esto.
No rechazó el peso de una Iglesia por
renovar y por rejuvenecer; no sintió temor
en poner en el centro de las miradas a la Vir-
gen Maria, y con Ella a la mujer que colabo-
ra en la redención; no tuvo temor a los diri-
gentes poderosos ni a los totalitarismos polí-
ticos; no rechazó de Dios el sufrimiento físi-
co que lo consumió hasta la muerte – como
cordero pascual – en unión a su Cristo…
Todas las generaciones le llamarán bea-
to, porque el Todopoderoso hizo grandes
obras en él.
Esto es lo que hizo el Señor en
Juan Pablo II: grandes obras. Las demás
palabras, sobran. Y serán muchas las que se
dirán… En la oración, sin embargo, podre-
mos unirnos íntimamente al Papa, que ha
escrito paginas importantes de nuestra histo-
ria, incluso en la nuestra personal.
Oremos para que obtenga para nosotros
esa determinación a cumplir la voluntad de
Dios, tal como se nos presente cada día, con
humilde obediencia y generosidad. Entonces
seremos beatos, como él, porque el Todopo-
deroso sabrá hacer grandes obras en noso-
tros, si nos donamos.
S.C.
Contemplativos
en medio del mundo
La vida frenética, los ritmos que la
sociedad nos impone, las cosas que hacer o
que pensar llenan a menudo nuestras jorna-
das y nuestros razonamientos. Quisiéramos
tener más tiempo para nosotros, para nuestra
familia, para nuestras tareas o para estar más
en contacto con la creación…. Pero el cris-
tiano tiene una obligación más que el resto
de los mortales: la de buscar el tiempo nece-
sario para mantener un contacto vivo con el
Señor a través de la oración, y así garanti-
zarse un diálogo con la fuente de su mismo
bien.
De esto no puede prescindir en absoluto,
porque la correcta relación con la vida espi-
ritual de cada uno es condición esencial para
una vida serena, desde la perspectiva de
Dios.
Pero ¿Cómo llegamos a esto de manera
concreta? Es justo y razonable que nos lo
preguntemos, ya que además de los “agentes
externos” que “asaltan” nuestro tiempo,
también hay “enemigos” interiores – como
la distracción, la pereza, la superficiali-
dad…- que atraen nuestra atención y nos
alejan del intento.
Un bellísimo texto de Jean Lafrance –
Aprender a orar con S. Isabel de la Trinidad
nos puede ayudar a vivir en continuo reco-
gimiento interior y a permanecer constante-
mente unidos a Dios, incluso cuando esta-
mos ocupados en otros quehaceres. Analice-
mos juntos algunos párrafos:
Un movimiento que nos lleva al corazón
“Hay un movimiento interior en la espi-
ritualidad de Isabel, hermana carmelita de
principios del siglo XX, que lleva a las
almas a adherirse perfectamente a Dios; es
un movimiento de retorno al centro de si
mismo. Debemos bajar hasta nuestro cora-
zón y recogernos…. Escribe Isabel: “Debe-
mos unir todo nuestro ser al silencio inte-
rior, recoger todo nuestro poder y dedicárse-
lo al amor, y tener esa mirada humilde que
permita a la luz de Dios de irradiarnos. Un
alma que discute con su propio yo, que se
ocupa de sus sensibilidades personales, que
sigue un pensamiento inútil o un deseo cual-
quiera, ese alma desperdicia su
poder….¡Cuánto indispensable es esta bella
unidad para el alma que desea vivir aquí en
la tierra una vida santa, sencilla y espiritual!
Los vehículos del viaje interior
¿Cómo alcanzar un tal recogimiento
cuando nuestra vida nos obliga a estar des-
perdigados, a afrontar tantos problemas en
tan diversos lugares? ¿Y cómo alcanzar esa
unidad ante todos esos combates que la vida
cotidiana nos presenta y que nos hace vivir
superficialmente?
Ante todo, digamos que la vida contem-
plativa puede ser vivida en medio del mun-
do, de nuestro mundo….Pero existen
medios de los que no podemos prescindir, si
deseamos vivir en la intimidad teniendo a
Dios en el centro de nuestro corazón.
El “recogimiento” en el sentido interpre-
tado por Isabel, es uno de los medios indis-
pensables para estar unidos a Dios. Ello no
conlleva el retirarse a una celda o hablar lo
menos posible: es de hecho, una actitud fun-
damental por la cual el corazón del hombre
halla reposo solo en Dios, ya que los ruidos
exteriores, y los interiores de la sensibilidad,
no llegan ya a deshacer esa unidad con Dios.
Así, en la práctica, podemos ver a muchos
hombres que, relacionándose con sus próji-
mo y desempeñando su oficios, permanecen
siempre abiertos a Dios, quedando su acción
tan purificada que ya no les distrae mas de
Dios. Estos hombres conocen el valor del
silencio exterior, porque es condición del
silencio interior. “No se trata de una separa-
ción externa de las cosas exteriores, sino de
una soledad del espíritu” escribe la carmeli-
ta. Debemos evitar la oposición entre exte-
rioridad e interioridad. Nuestros contempo-
ráneos son bastante escépticos ante la expre-
sión “vida interior”, y tienen razón, porque
ésta es a menudo sinónimo de fuga, por eso
es preferible hablar de “vida espiritual” (…)
El silencio que purifica el amor
Este silencio interior debe extenderse al
entero ser, sobre todo al espíritu, ya que
hace callar a los pensamientos inútiles, a los
razonamientos vagos que debilitan nuestra
voluntad y secan el amor. Ésta calma a la
imaginación, atenuando las emociones, las
tristezas y el molesto ruido de nuestras ide-
as; purifica la memoria imponiendo el silen-
cio sobre el pasado con sus desilusiones y
amarguras….Silencio en las angustias del
corazón, en las penas del alma, silencio del
abandono. El hombre que se estabiliza en
este silencio interior se olvida de si mismo,
deja de lamentarse, y de consolarse: queda
distanciado de si mismo (…).
El “movimiento de recogimiento”, por
tanto, es decisivo para la oración, porque
coloca al alma en intimidad con Dios,
haciendo que, aún callando, esté en oración.
En un solo acto, prescindiendo de palabras,
ésta adora, se ofrece a Dios y reposa en El.
Es el silencio de la eternidad….”.
La Redacción
La verdadera paz es un valor que se
consigue no combatiendo, sino con la ora-
ción. Es un don del amor de Dios y desde su
Corazón llega directamente al hombre.
A través de diversas iniciativas la
Comunidad Reina de la Paz, (una asociación
polaca fundada hace pocos años) se propone
crear una cadena de corazones que abrace
toda la Tierra a través de la oración de ado-
ración, para llevar la paz a todos los lugares
del mundo. Por tal razón se ha creado en
Jerusalén un centro de oración, no solo de
carácter ecuménico, sino que va mas allá de
cualquier creencia religiosa. Y aquí, con la
misma intención, ha nacido la idea de for-
mar doce lugares de oración – de Adora-
ción Perpetua – con la intención de que haya
paz en todo el mundo. Doce, como las
estrellas de la corona de la Virgen Santí-
sima…
Poco tiempo después, nació otro centro
en Kazakistán. Recordando las palabras del
Papa Juan Pablo II, que decía: “Asia es nues-
tra misión común para el tercer milenio”,
hemos acogido con enorme alegría e interés
la invitación del metropolita de la archidió-
Una corona de doce estrellas
3
Eco 214
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Maria genera
un pueblo nuevo
Antonio Gacioppo
Como todos sabemos, este año se cum-
ple el 30º aniversario de las apariciones de
la Reina de la Paz en Medjugorje. En todo
este largo tiempo el Señor nos ha donado a
su Madre para que vivamos con Ella, y a tra-
vés de Ella, una relación nueva y viva con
Dios Trinitario.
Nunca seremos lo suficiente agradecidos
y conscientes del don de ser regenerados en
la fe por una Madre que es perfecta e íntegra
en la gracia y en la naturaleza. A través de
esta perfección fluye todo el poder de Dios,
capaz de hacernos pasar de la muerte a la
vida.
Todo el evento de Medjugorje, si es aco-
gido con corazón y mente sincera, nos lleva
a un cambio radical, porque acoger a Maria
en el propio corazón significa también aco-
ger la vida de Dios que late en el propio
espíritu. De hecho, la experiencia de
muchas personas que en Medjugorje han
vuelto a nacer interiormente, testimonia que
el hombre nace verdaderamente cuando
siente a Dios, cuando experimenta su amor
infinito.
L
A ACCIÓN DEL
E
SPÍRITU
S
ANTO
La fecha de este aniversario nos ofrece
la posibilidad de observar con mayor pro-
fundidad la acción del Espíritu Santo en este
tiempo. En realidad lo que se está generan-
do a través de la Virgen Maria es un pueblo
nuevo
, definido por las profecías bíblicas
como “pequeño resto”, y así se expresa el
profeta Sofonías: “Y dejaré en medio de ti
un pueblo humilde y pobre, el cual con-
fiará en el nombre del Señor. El rema-
nente de Israel
no hará injusticia ni dirá
mentira, ni en boca de ellos se hallará len-
gua engañosa; porque ellos serán apacenta-
dos, y dormirán, y no habrá quien los atemo-
rice” (Sof 3,12).
Según el profeta, quien confía verdade-
ramente en el nombre del Señor es aquel que
camina con fe viva. Todo lo demás es falsa
fe camuflada bajo una simple devoción
basada en prácticas de piedad sin espíritu.
La Virgen Maria sabe que el riesgo para
nosotros cristianos es éste y prueba de ello
es que a través del mensaje dado a Mirjana
el 2 de febrero de 2011, la Virgen nos pone
en guardia frente a una tal actitud: “…vues-
tros labios pronuncian innumerables pala-
bras, sin embargo vuestro espíritu no expe-
rimenta nada.”
Generalmente, quien está vacío de espí-
ritu, siente la necesidad de multiplicar las
palabras en la oración, queriendo en cierto
modo forzar a Dios con la oración. Quien en
cambio percibe la vida de Dios en su propio
espíritu, busca siempre más el silencio para
acoger esa vida y vivirla en plenitud.
N
OS ENSEÑA A ORAR
La Reina de la Paz no ha venido para
guiar a sus hijos según un sistema de oracio-
nes, sino a preparar a un pueblo de redimi-
dos para que “conozcan y amen” al verdade-
ro Dios. Un pueblo dispuesto a poner a Dios
sobre todas las cosas, lavando sus vestiduras
con la sangre del Cordero.
Si queremos ser miembros vivos del
nuevo pueblo, debemos aprender a orar al
Espíritu Santo para que nos ayude a recono-
cer toda la mentira y la falsedad que habita
en nuestra alma. Orar por esto, significa
también estar preparados a pasar a través del
crisol de las pruebas.
Por la lectura bíblica sabemos que cuan-
do Dios quiere renovar a un pueblo o a un
alma, la pone a prueba. La desnuda del todo.
¡Le quita todo! En esa desnudez, Dios quie-
re que caigan las falsas seguridades, pero
también esa falsa fe construida sobre apa-
rente religiosidad.
U
NA IMAGEN FALSA DE
D
IOS
Maria es la inmaculada que quiere lim-
piarnos en profundidad en todos los aspec-
tos, partiendo de nuestra relación con Dios,
y por tanto de la idea equivocada que nos
hemos hecho de El. En el mismo mensaje
dado a Mirjana, la Virgen nos abre los ojos
sobre una actitud que a menudo tenemos
con Dios: “Deambulando en las tinieblas,
también imagináis a Dios mismo según
vuestro modo de pensar y no como El es en
realidad en Su Amor.”
Esto nos lleva a adorar la imagen de
Dios que nos hemos construido y a sustituir
la imagen del Dios vivo. Es ésta una sutil
idolatría que todos los profetas han denun-
ciado. Debemos ser, en cambio, valientes
para denunciar en nuestro espíritu esta ido-
latría y descubrir así de nuevo el verdadero
rostro de Dios a través de la cruz de Cristo.
Mientras que el hombre siga adorando la
imagen que se ha creado de Dios en su espí-
ritu, no “sentirá” nunca nada, sólo el vacío,
y Dios seguirá siendo eterno y lejano.
T
RANSFORMAR LAS CRUCES
EN RESURRECCIÓN
Pero ¿Cuándo, en realidad, deambula-
mos en las tinieblas dentro de nosotros?
Cuando nos falta fe, entendida como rela-
ción viva y confiada con Dios. Si como
almas hemos ofrecido nuestra vida a Dios a
través de Maria donándole todo, entonces
las pruebas que Dios permitirá estarán en
función de ese renacer como creaturas nue-
vas.
A través de mi ofrecimiento, sincero e
incondicional, Dios toma las riendas de
cada situación, de cada problema, de los
pasos hacia la fe y me conduce hacia su
reposo; que en realidad no es ausencia de
sufrimiento, sino que es capacidad de con-
vertir cada cruz en una resurrección. Jesus
en la cruz, aún sufriendo, reposa en el amor
del Padre, y en ese reposo, transforma la
estupidez en sabiduría, la debilidad en for-
taleza. Cristo ha querido que esta experien-
cia fuera accesible a cada hombre, por eso
es importante ofrecerle nuestra vida a tra-
vés de Maria, para no vivir más de teorías
sino de la verdad.
U
N PUEBLO RENOVADO
Pienso que cada uno de nosotros quiere
vivir una renovación interior, un renacer
desde lo más profundo para correr como San
Pablo hacia la meta, hacia el amor infinito
de Dios y sumergir en ese amor a toda la
humanidad para que se salve y sea pueblo de
Dios, que reina con Cristo en todo el univer-
so. La meta, en cambio, para San Pablo no
es una idea, ni mucho menos un ideal, sino
el vivo encuentro con el Dios vivo.
cesis de Maria Santísima en Astana. Fue él
precisamente quien nos abrió muy amable-
mente la puerta de la curia y su corazón
sacerdotal. Dejamos a la Divina Providen-
cia la tarea de elegir cuales serán los otros
lugares que formaran la Corona, poniéndo-
nos en atenta escucha para
saber que nos pide el Señor.
El primer lugar ya lo
tenemos: Jerusalén, donde ya
han donado el entero retablo –
el llamado Tríptico – además
de la Custodia (la historia de
este evento la publicamos ya en
el Eco 204). El segundo lugar
es Oziornoje,
la pequeña Med-
jugorje asiática, donde aún se
vive el año Mariano anunciado
el 12 de septiembre de 2010.
Y ahora le ha llegado el turno a….
Medjugorje. Sí, le toca a Medjugorje, lugar
donde el Espíritu Santo inspiró al fundador
de la Asociación la idea de la Adoración
Perpetua y la ocasión parece como sugerida
por el mismo Cielo: el 30º aniversario de la
presencia de Maria entre nosotros…
Deseamos honrar y agradecer a Dios
Padre por la presencia de Maria entre noso-
tros, de manera concreta y visible, dejando
nuestra huella, haciendo forjar una custodia
de la Mujer vestida de ….ámbar y diaman-
tes, Mujer de Jerusalén, Reina de la Paz….
Deseamos que este sea un regalo de los
peregrinos de todo el mundo, no solo de los
polacos, porque Maria vino para todos.
Seguramente las varias estructuras que
componen la Parroquia de Medjugorje serán
ampliadas y solo el tiempo nos dirá cual será
el lugar mas adecuado para exponer peren-
nemente la custodia. De momento agradece-
mos la disponibilidad de los padres Francis-
canos para acoger el Voto, y parafraseando
las palabras de Abrahán, confiamos que:
“Dios se proveerá del lugar” (Gen 22,8).
Como ya hicimos en su día con el Tríp-
tico de Jerusalén, pedimos a todos oración
para esta obra, para que – como subraya el
artista M. Drapikowski (autor del vestido de
ámbar y del Voto de la Nación a la Virgen
de Czestochowa) – pueda llevarse a Medju-
gorje, y también a otros lugares, no sólo la
obra material (que es bellísima), sino sobre
todo la oración de un numero aun mayor de
personas. La obra de la Corona tendrá como
elemento principal la custodia, idéntica de la
de Jerusalén. Para los lugares donde será
destinada, se propone incluir algún elemen-
to característico del lugar. Así, para el caso
de Oziornoje, hay una red con peces, y para
Medjugorje , aún lo están pensando.
Todas las personas ligadas a Medjugorje
están invitadas a unirse para construir esta
Obra de manera espiritual, a través de la ora-
ción, y de manera material, enviando su
donativo al número de cuenta bancaria de la
Asociación:
Comunitá Regina della Pace, ul. Kaszubska
6 lok 1, 26-600 Radom – Polonia
Para moneda polaca PLN : 80 9115 0002
0010 0006 4060 0001
Para EUROS: PL 53 9115 0002 0010 0006
4060 0002 -SWIFT CODE: POLUPLPR
Para U.S. $: PL 26 9115 0002 0010 0006
4060 0003 SWIFT CODE: POLUPLPR
Para mayor información:
www.tryptykjerozolimski.pl
A todos os decimos de corazón: ¡Que
Dios os recompense!
Ewa Jurasz (responsable del Eco en Polonia
)
4
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Reflejos de luz
desde la
tierra
de
Maria
de
Stefania Consoli
¿
Cuál
es
mi sitio?
Comienzan ya los preparativos. Med-
jugorje se prepara a festejar un evento
importante, el 30º aniversario de las apari-
ciones. Un montón de años si los compara-
mos con las apariciones marianas de siglos
pasados. Un evento pues sin precedentes
que atañe a todos, a los que darán acogida a
esa gran multitud de peregrinos que vendrá,
y a los que ya planifican su viaje desde todas
las partes del mundo, o que tal vez estén ya
saliendo.
Habrá un gran “lleno” en Medjugor-
je. Pero si cada uno de nosotros sabe com-
portarse y trata a este lugar bendito como
gran santuario bajo cielo abierto – sin dife-
renciarlo de muchos
otros y comprome-
tiéndose en respetar
este lugar sagrado allí
donde se encuentre –
entonces podrá haber
un clima de recogi-
miento, menos ruido-
so y dispersivo. Eso
sería un bien para
todos.
Es fundamental,
no es complementa-
rio.
Porque la voz de
Dios se escucha en el silencio. Porque la
oración es un susurro del alma. Porque
sumergirse en el corazón de Maria es un
movimiento intimo y discreto que no puede
darse si vivimos nuestra peregrinación
corriendo de un lado para el otro. No puede
darse si no callamos y nos dejamos de pala-
brería inútil, para así poder escuchar mejor.
Es un gran don poder vivir este tiem-
po de gracia con Maria, que ya ha reserva-
do un lugar específico a todo el que acudirá
a Medjugorje en peregrinación. Un lugar
preparado para cada uno. Como en un ban-
quete cuando se prepara el lugar a los
comensales poniendo el nombre de cada
uno junto al plato…. ”¿Cuál es mi sitio?”,
deberíamos preguntarLe al llegar hasta Ella.
Para luego permanecer en silencio y así
comprender en nuestro interior la respuesta.
“¿Cual es mi sitio en tu plan, Maria?
¿Por qué me has traído aquí? ¿Qué tienes
pensado para mi? Estas son las preguntas
que debiéramos llevar en nuestra maleta al ir
a Medjugorje.
No vamos allí para asistir a algo que
sucede en el exterior. No vamos allí para
hacer cosas o para entusiasmarnos solo por-
que en ese lugar te sientes bien. No acudi-
mos allí para pedirle a Dios favores y gra-
cias que resuelvan los problemas que traji-
mos de casa. Vamos a Medjugorje para ave-
riguar mejor cual es nuestro lugar en el plan
de Dios: “¡Queridos hijos! Hoy os invito a
abriros a Dios por medio de la oración….
cada uno es importante en mi plan de salva-
ción…. orad y haced lo que el Espíritu San-
to os inspire”
(25 de mayo de 1993)
“….Habéis olvidado, queridos hijos, que
todos sois importantes…. os suplico:
comenzad a cambiar vosotros mismos con
la oración. Entonces os resultará claro lo
que debéis hacer”
(Mens. 24 de abril de
1986).
Son palabras muy elocuentes de nues-
tra Madre que nos
ha invitado a venir a
Medjugorje.
Enton-
ces, lo único que
deberemos hacer real-
mente al llegar allí es
orar al Espíritu Santo,
para que nos comuni-
que la misión que el
Cielo ha asignado a
cada uno de nosotros,
tal como ocurrió en
Nazaret, cuando
Maria escuchó las
palabras del Angel, que le anunciaba su
misión.
No es tarea sólo de los demás “hacer
Historia”. Cada hombre es creado por Dios
para que sea protagonista original de hechos
y situaciones que incidan en la vida de los
demás y que deje huella en el tiempo,
haciendo historia, dejando una vida vivida
en beneficio de toda generación. No son
sólo los demás los que deben ser santos. Es
un destino común; es una llamada escrita en
nuestro bautismo.
La santidad no es un extra que pode-
mos pedir o no; la santidad es la condición
esencial para entrar en el Paraíso. Luego, no
malgastemos la gracia que Medjugorje nos
dona para comprender el camino que nos
lleva a nuestra santidad personal. Prepare-
mos con atención nuestro viaje; no sólo las
maletas, no sólo las citas y el programa de la
peregrinación, sino sobre todo nuestros
corazones para que estén predispuestos a
comprender que quiere el Señor de nosotros
y poder responder como Maria: “Heme
aquí, hágase en mi según tu palabra!”.
Como cristales,
ante ti
Estar ante ti Señor, como cristales
todavía ofuscados por la sombra de los peca-
dos, dejándose purificar en el pensamiento y
en la espera, en los deseos y en los progra-
mas, en los miedos y en la incertidumbre, en
la desconfianza y en la voluntad de fe, de
amor y de justicia. Permitir, oh Señor, que tu
presencia penetre en los espesos estratos de
nuestro hombre viejo, para deshacer esa ter-
quedad y ese orgullo que se anteponen como
pantalla a la gracia, haciendo que a menudo
se nos vaya.
Estar ante ti, oh Señor, para permitir a
tu amor poderoso, a los rayos de tu calor que
deshagan el hielo de nuestra rebeldía, de
nuestra resistencia a hacerte un sitio, para
permitirte que limpies los cimientos de
nuestra existencia.
Estar ante ti, oh Señor, inmóviles en
adoración, liberados de toda escoria humana
herida, de humanidad enferma. Sólo así
podremos reflejar tu luz, hasta muy lejos,
como faros puestos en la cima de un monte.
El monte de la fe y de la fidelidad, con la
seguridad que con nuestra inmovilidad a ti
ofrecida y abiertos a tu acción, podremos ser
apóstoles eficaces, anunciadores de tu Rei-
no, e instrumentos de conversión para
muchos en la distancia, y salvación para los
cercanos.
Estar ante ti, oh Señor, con el corazón
de cordero para ahuyentar a los lobos de
nuestra eficiencia, de nuestra necesidad de
obrar en tu lugar porque en el fondo segui-
mos sin creer que eres Tu el que lo mueves
todo cuando te dejamos actuar. Como crista-
les, quietos ante ti para reflejar tu omnipo-
tencia y tu gloria. Solo así podremos llegar a
los limites del universo que espera ver tu
rostro salvador.
Tu pasas, Señor, a través nuestro, a
través de nuestros miembros ofrecidos, a
través de nuestra vida ofrecida. Nos usas
Señor, y sin nosotros… ¡Que paradoja! Pero
ésta es en realidad la estupidez de una cruz
que siempre salva: inutilidad aparente, locu-
ra para los hombres, fracaso para nuestros
ojos y simultáneamente, misteriosa obra de
Dios que se desprende al infinito.
¡Mantennos Señor firmes ante ti!, obe-
dientes y mansos porque como a cristales tu
nos purificas y nos usas, apóstoles en con-
templación de tu acción en este mundo que
te espera. Así sea.
Un deseo,
una
propuesta,
una
promesa
Se insinúa en tu vida, quizás cuando
menos te lo esperas, como una semilla cuan-
do cae sobre tierra arada e inicia su proceso
de germinación. Es la semilla del deseo de
una vida mas verdadera y mas limpia; de
una vida que no este sujeta solo a las férre-
as leyes de la precariedad y pueda alcanzar
directamente del Cielo esa agua que sacie su
sed, esa comida que la alimente, ese aire que
la permita respirar: “No os conforméis a
este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para
que comprobéis cual sea la buena voluntad
de Dios, agradable y perfecta.” (Rom 12,2).
Entra en tus pensamientos y los fecunda,
invitándote a imaginar un posible viaje a esa
tierra visitada por millones de personas en
pocos años y que sin duda ha generado paz,
serenidad y amor al bien. Es el deseo de un
encuentro con Quien puede confirmarnos en
el amor, haciéndonos sentir hijos deseados y
esperados.
La propuesta, tarde o temprano, llega
como la lluvia cuando cae sobre semilla
escondida, haciendo que se abra. El deseo
toma cuerpo y se transforma en una verda-
dera invitación: “¡Ven a mi encuentro en
Medjugorje, ven a mí!”
Cómo se va confor-
mando esta propuesta en nosotros, eso es un
secreto de cada uno, pero lo que realmente
cuenta es si esa invitación es acogida con
seriedad….
Reservamos la plaza para viajar y Med-
jugorje es ya etapa decidida, una cita que
deja mucho terreno a la imaginación por los
numerosos y admirados testimonios de los
que nos precedieron, pero sobre todo porque
en el alma sentimos una ansiada espera que
no podemos ni siquiera definir, por ser sólo
fruto del Espíritu Santo, que nos hace poner
en marcha.
La semilla, ahora ya, alcanzó el estrato
mas profundo de nuestro ser, echó raíz en
nosotros, y ahora está lista para germinar y
crecer….
5
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LA CUARESMA
Para conocerse a sí mismo
en la verdad
Si en Medjugorje la invitación al ayuno
es constante (cada semana), la Iglesia por
regla general lo pide y recomienda en tiem-
po de Cuaresma, un tiempo fuerte especial-
mente para nuestra alma, que, ayunando, se
libera de la presión de la materia y por con-
siguiente tiene más tiempo para “limpiarse”
y prepararse al gran evento de la Pascua.
En un escrito dirigido a los sacerdotes en
1988, el Padre Slavko abordó el tema del
ayuno de manera muy concreta, evidencian-
do los efectos benéficos para nuestra vida
interior y para un conocimiento más verídi-
co de uno mismo, mirando a una sana rela-
ción con Dios.
Nos desnuda
“Sed pues sobrios y velad en oración”
(1 Pe 4,7). Cuando comenzamos a ayunar es
cuando comenzamos a orar bien, y vicever-
sa. Si nuestra oración se hace encuentro per-
sonal con el Señor, muchos problemas que-
dan resueltos. A los que dicen estar mas ner-
viosos cuando ayunan les diré irónicamente:
tu no estas nervioso por ayunar, ¡Sino que el
ayuno te demuestra que eres nervioso!
Muchas veces comemos, bebemos y fuma-
mos para ahogar o para esconder algo; cuan-
do se ayuna y se ora todo sale a flote.
Dependemos tanto de la comida que pri-
varnos de ella descubre el desorden y las
pasiones que hay en nosotros. La comida,
cuando es abundante, actúa como una droga
en nosotros, camufla nuestra debilidad. Por
tanto el ayuno hace emerger nuestros defec-
tos, nos desnuda, y esto es muy positivo.
Ayunando descubro realmente quien soy.
Ante una pequeña dificultad, contesto, agre-
do y estoy impaciente: es ya un buen paso
descubrir quién soy. De este modo es fácil
descubrir que somos dependientes de la
comida, más que la comida de nosotros.
Para la vida espiritual, ayuno y oración
son como dos piernas. Tras haber comido en
abundancia podemos quedarnos dormidos, o
por lo menos estar mas pesados y torpes, y
nuestras ideas ya no son tan claras; pero con
el ayuno nuestra fe despierta, y comenza-
mos a vivir esa “espera en el Señor”. Nues-
tra alma, con la ayuda de un cuerpo ligero
puede velar y oír al Señor”.
Mensaje a Mirjana - el 2 de Marzo de 2011
“Queridos hijos, mi Corazón materno
sufre muchisimo mientras miro a mis hijos
que obstinadamente ponen lo que es huma-
no delante de lo que es de Dios, mis hijos
que, a pesar de todo lo que los rodea y a
pesar de todos los señales que se les envían,
piensan que pueden caminar sin mi Hijo. No
pueden! Están caminando hacia fracaso
eterno. Por eso, os reuno a vosotros que
sois dispuestos a abrirme vuestros corazo-
nes, que sois dispuestos estar los apóstoles
de mi amor, para que me ayudáis, para que
viviendo el amor de Dios seáis ejemplo a
aquellos que no lo conocen. Que el ayuno y
la oración os fortalezcan y os ayudan en
eso. Yo os bendigo con la bendición mater-
na en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Gracias”
EL AYUNO,
“mano de santo” para el alma
de la Redacción
Palabras, palabras y mas palabras….
Casi siempre charlas vacías y superficiales.
Esto es lo que le hace sentir grande al hom-
bre en una sociedad que mira las aparien-
cias, la afirmación sobre los demás y el salir
victorioso a costa de lo que sea.
Pero frente a los discursos ostentosos que
solo buscan satisfacer nuestra vanidad y
orgullo, la Virgen propone un camino muy
distinto: el ayuno. Ayuno del exceso de pala-
bras a través del silencio; ayuno de la autosu-
ficiencia a través de una oración que nos hace
depender de Dios y de su gracia; ayuno de los
alimentos, para purificar esos excesos que
cometemos, a menudo fruto de la pasión
desordenada, llenando el vacío que sentimos.
Con esta finalidad desde hace años se
organiza en Medjugorje una semana de
ayuno, silencio y oración
para ayudar a las
personas a entrar en sí mismas y para encon-
trar un lugar adecuado para el encuentro con
Dios. Un espacio reordenado, armonioso y
sobretodo silencioso, para que la Palabra
encarnada pueda transmitir al alma sus pala-
bras de salvación y de paz.
“El reino de Dios se establece en el cora-
zón que sabe vivir el recogimiento”, nos
dice Anna Fasano, organizadora de la sema-
na de ayuno en Medjugorje para italianos.
“Sólo quien consigue callarse puede testi-
moniar la presencia viva de Jesus en su pro-
pia vida, tal como hizo Maria, sin grandes
proclamaciones y sin demasiados clamores.
Por esto considero que esta cita en Medju-
gorje nos permite experimentar juntos el
don del ayuno y nos ayuda a contactar con
lo más profundo de nuestro ser, y a perma-
necer allí como adoradores del Verbo en
Espíritu y verdad.”
“¡Queridos hijos!, Hoy os invito a
comenzar a ayunar con el corazón.” Nos
decía Maria en Medjugorje (20 de septiem-
bre de 1984), y en estos últimos años nos lo
ha repetido muchas veces. Nosotros en cam-
bio, somos débiles e inconstantes…Al
comienzo muchos “pusieron la quinta mar-
cha” pero luego, como se sabe, el entusias-
mo se debilita y con facilidad se abandonan
los buenos propósitos. Por este motivo, la
iniciativa del padre Danko Perútina nace
con la idea de crear un clima de comunión
entre los participantes, para que cada uno
pueda ser estímulo y ejemplo para su com-
pañero. Compartiendo el mismo compromi-
so, de hecho, se transmite recíprocamente la
fuerza de voluntad para afrontar el esfuerzo
y vivir con coherencia el ayuno.
“Maria nos pide que vivamos nuestra
adhesión a sus mensajes con nuestras obras,
no con nuestras palabras” nos sigue dicien-
do Anna Fasano. “Si después de 30 años,
Medjugorje empieza finalmente a “ser noti-
cia
” entre los medios (con el riesgo de enfa-
tizarlo demasiado y generalizar el sentido de
las apariciones) el testimonio más verdade-
ro lo podrán dar los que oran en silencio y
sobriedad de vida, para hacer así visible la
Buena Noticia”.
A este respecto, el Padre Slavko comen-
taba: “Maria nos invita a orar y a ayunar con
amor. El amor a Dios y a los hombres es la
única y verdadera motivación para orar y
ayunar. Desde un punto de vista bíblico,
ninguna otra motivación nos puede satisfa-
cer”.
Una vez llegados a Medjugorje, de
repente comienza a brotar y se transforma,
como por encanto, en una auténtica prome-
sa.
Promesa de paz y de perdón. Promesa de
verdad y de justicia. Promesa de sanación.
Promesa que pronto se traduce en vida para
quien, como peregrino, abre sus manos y
acoge lo que la Reina de la Paz quiso donar-
le para transformar su vida completamente:
“….no sois conscientes del gran amor con
el que Dios os ama. Es por eso que El me
permite estar con vosotros, para instruiros y
ayudaros a encontrar el camino de la paz.
Pero vosotros no podréis descubrir ese
camino si no oráis. Por esto, queridos hijos,
dejadlo todo y consagrad vuestro tiempo a
Dios y Dios os recompensará y os bendeci-
rá. No olvidéis, hijos míos, que vuestra vida
pasa como florecilla de primavera, que hoy
es maravillosa y de la que mañana no habrá
quedado nada. Por eso orad de tal forma
que vuestra oración y vuestro abandono se
conviertan en una señal en el camino. Así
vuestro testimonio no será solo para esta
vida, sino para toda la eternidad.”
(Mens.
25 marzo 1988).
“¿A que es semejante el reino de Dios,
y con que lo compararé? Es semejante al
grano de mostaza, que un hombre tomó y
sembró en su huerto; y creció, y se hizo
árbol grande, y las aves del cielo anidaron en
sus ramas.” (Lucas 13, 18-19).
Esto lo hace la gracia. Nuestra es en
cambio la decisión de ser árbol poderoso en
la voluntad y en la fe, donde muchos podrán
hallar cobijo y alimento. Depende de noso-
tros y de nuestro sí.
P
EQUEÑOS
RECUERDOS
Publicamos unas breves frases de los
participantes en las seminarios anteriores en
Medjugorje, como testimonio de que Dios
realiza grandes cosas en los que confían en
El:
Maria Rita: “Este seminario para mí ha
significado poder abrir finalmente una grie-
ta para Jesus en la puerta de piedra de mi
corazón”.
Mafalda: “Ayuno del mundo, ¡Siento
hambre y sed de Ti, Señor mío! Un hambre
ya saciada. ¡Gracias, Maria, por habernos
llamado!
Francesco: “Aquí donde las oraciones
manan como ríos, donde la soledad no exis-
te, mi pensamiento va a todos los poderosos
de la tierra con un grito: ¡Paz, paz, paz!
Anareja: “En este seminario he com-
prendido que Dios me hizo buena, como a
todos los hombres, porque el hombre es
imagen de Dios. He comprendido que Jesus
es amor y que la cosa más importante es ser
amor”.
Maria: “¿Por qué has venido?” Me pre-
guntó mi madre, hace seis años, cuando con
mi hermana me fui a buscarla a Canadá.
Hacia 50 años que no la veíamos. Cuando se
fue, yo tenía 6 años y mi hermana 2. Estuvi-
mos con ella pocos días, muy formales.
“¡No me abracéis! …me dijo cuando partía-
mos – …quería perdonarla. A Medjugorje
he venido a recibir ese abrazo. Y lo he reci-
bido. Recibí mucho amor.”
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TESTIMONIANDO
Como
un impacto
Que es lo que me indujo a ir a Medju-
gorje, no lo sé realmente. Pero recuerdo
bien lo que yo rechazaba de mi vida, lo
que me llevó a aceptar una invitación
cualquiera a acudir a un lugar que después
cambió radicalmente el curso de mi vida.
El vacío, el sinsentido, el frio gris de
una existencia dedicada a la búsqueda de
felicidad en lugares y situaciones donde
impera el egoísmo, porque en ciertos
ambientes se busca la felicidad sólo para
sentirse un poco mejor, para satisfacer
necesidades personales y no por ser fruto
de una vida sana, auténtica y arraigada en
la verdad.
Se trata de dejar a tus espaldas un abis-
mo para dar un salto sobre lo desconocido,
en el abismo de una dimensión que antes
no conocías y que ahora está ante ti sin
haberla buscado. Un salto “a ciegas” fián-
dote por intuición o por desesperación.
Vas allí sin ilusiones, porque la vida
te las ha absorbido todas esas veces en
las que creíste que tras esas máscaras se
hallaban personas buenas y amigas. No
era así en realidad. La traición o los
intereses egoístas solían vencer.
Tan solo vas allí y punto. Lo que
sucede luego…sucede. En el fondo,
no tienes nada que perder, te dices a
ti mismo.
Luego llega el impacto. Algo fuer-
te, como un estruendo en el corazón.
Medjugorje no es una broma.
Medjugorje es la gracia en estado
puro, que rompe cualquier barrera y
que explota en tu alma. Es la vida mis-
ma de Dios que pasa por las venas de
una Madre que te acoge y te cambia en
un instante tu existencia.
Porque la sientes viva, adherida al
pecho que late fuertemente, confundido,
conmocionado, tal vez avergonzado
porque Ella está limpia, inmaculada, y
tu en cambio trajiste contigo un montón
de pecados que ahora te pesan y te hacer
avergonzar.
Pero en Medjugorje el peso de los
pecados se desvanece rápido porque
sientes como si alguien te este ayudando
a “vaciar tu saco” en un confesionario,
que parece haber sido
construido aposta para
ti, en ese momento.
Los ojos comienzan de
improviso a perder las
“escamas” que los recu-
brían y la mirada vuelve
a ser inocente. Ves cosas
por vez primera y las
miras con mirada de
niño, sin pensamientos,
sin un antes ni un des-
pués…. Te ves nacer de nuevo.
Es una nueva oportunidad. Una nueva
ocasión. Para comenzar todo de nuevo.
Pero ya no más sola. Ahora está Ella,
Maria, que entró como el viento en mi
vida empolvada, trayendo aire fresco de
primavera.
No, no sé qué es lo que me indujo a ir
allí. Pero ahora sé lo que debo hacer:
debo florecer.
Tania di Bigio
Soy tu madre….
Dar mi testimonio sobre Medjugorje
supone para mi vaciarme de mi misma y
volcar todos mis pensamientos para hacer
vivir al que me oye una presencia maternal
que no trata de poseerte , sino que te envuel-
ve amorosamente para donarse y darse a
conocer.
Soy una madre, de edad avanzada, y
como he sido hija también, sé como a veces
hay que ser insistente a la hora de llamar a
los hijos, sobre todo cuando un consejo pue-
de llamar a la reflexión.
Para mí, la llamada vino, no para aumen-
tarme la fe en la Madre de Jesus, tan arraiga-
da en mí desde niña, sino para un encuentro
verdadero, casi físico, envolvente, de un
amor en un primer momento exclusivo, que
mas tarde veo como inmenso abrazo a todos
los hijos que acuden a esa tierra bendita. La
primera llamada la sentí en 1982. Me llegó
una postal: “¿Quieres venir a Medjugorje?”
Y me pregunté: ¿Cómo se puede invitar a
una madre con tantos hijos a dejar su casa?,
y además no sabía de que se trataba. Pero
cuando supe del evento, entendí que esta era
solo una primera llamada, que se suele repe-
tir a menudo entre los del grupo de oración
romano de la Reina de la Paz, guiado por
Lilli y el Padre Amorth.
Más tarde fui alli en peregrinación, repi-
tiéndola luego en varias ocasiones, para un
conocimiento personal y verdadero de
Aquella que durante toda tu vida está junto a
ti, para insertarte silenciosamente en el pro-
yecto de Dios. ¡Cuánta es, en verdad, su
paciencia! Pero al final, se te revela: “Estoy
aquí por ti, para ser aceptada, más allá de
la devoción, como persona, como la joven
de Nazaret que concibió a Jesus, y también
a ti. Soy tu madre, y si tu quieres, te devol-
veré a Casa”.
Leda Motta
La gracia
nos precede
Esta frase, que escuché hace algunos
años en un retiro espiritual, ha marcado el
recorrido de mi vida, tanto en mi camino
interior como en mi matrimonio. De hecho,
en estos últimos años en los que el cáncer
hizo morada en mí, repetir estas palabras
me ha ayudado a comprender que cuando
Dios permite el sufrimiento en nuestra vida,
El está siempre presente. Es más, nos pre-
cede con su gracia, que se traduce en apoyo
moral, fuerza interior, esperanza y confian-
za. He también comprendido que esta gra-
cia actúa sobre todo cuando el sufrimiento
es ofrecido a Dios a través del sacrificio de
Cristo en la Eucaristía, y es completada
cuando ofrecemos nuestra vida a Jesus, a
través del Corazón Inmaculado de Maria.
En 1999 recibí mi primer diagnostico
de cáncer de pecho, seguido de una inter-
vención quirúrgica y de sesiones de radio-
terapia; un año más tarde, el cáncer se
extendió al otro pecho y fui de nuevo inter-
venida y tratada. Por desgracia, a causa de
la fuerte quimioterapia, otros órganos se
vieron muy afectados, debiendo ser poste-
riormente extraídos. En resumen, una bata-
lla contra la enfermedad, en la que aún hoy
sigo envuelta. Pero lo que ahora deseo
subrayar no son en realidad los diversos
eventos clínicos que sufrí, sino más bien lo
que éstos significaron espiritualmente para
mí, comenzando por el descubrimiento del
valor auténtico del matrimonio en Dios, en
los aspectos más importantes de este sacra-
mento.
Lo que antes era ser una carne sola con
mi marido – y que por razones fisiológicas
ya no es posible – se ha transformado en
unión en Dios. Lo pude experimentar sobre
todo cuando estuve en la sala operatoria y
en esas pruebas que realicé con sofisticadas
maquinas que leen tus células. Y en aquella
ocasión, en la que mi marido, en la sala de
espera, se unió a mi oración, yo tuve la sen-
sación de que Maria estaba físicamente jun-
to a mí ¡Abrazándome con su amor y con-
suelo! Ser transformados por el Espíritu
Santo, incluso en las situaciones compro-
metedoras, – sobre todo como esposos de
Cristo – significa aceptar la voluntad de
Dios tal como se presenta, momento por
momento, ¡Porque está precedida por su
gracia!
Por tanto, hago mía una oración:
“Dame, Espíritu Santo, el don de una rela-
ción vital con las tres personas de la Santí-
sima Trinidad y concédeme la gracia de
vivir con responsabilidad esta relación.”
Estoy convencida, de hecho, que entrar en
una relación siempre más viva y concreta
con Dios sea el único camino para no caer
nunca en desesperación; una relación que se
alimenta de una oración profunda y espon-
tánea que alcance el corazón de Jesus y de
su Madre. Solo así podremos repetir nuestro
“Heme aquí” en medio de nuestro cansancio
cotidiano, mientras que las cruces ya no nos
aplastarán, sino que serán elevadas a Dios
Padre.
El camino que Maria nos indica en
Medjugorje es el de la santidad. Las prue-
bas que hallamos en este camino son por
tanto “perlas preciosas”, porque si las vivi-
mos con confianza y abandono, abren en
nosotros espacios interiores que sólo Dios
conoce y que El mismo quiere habitar.
Que cada prueba y que cada cruz pueda
ser para todos una ocasión de gracia, para
bien de muchas almas que desean ser trans-
formadas en el amor, para la eternidad. Por
esto oro y por esto me ofrezco. Sé que el
Señor raras veces transforma las células
enfermas en células sanas, pero estoy segu-
ra de que Dios continuamente nos transfor-
ma en creaturas nuevas.
Maria R.
background image
Cómo entenderse….
“Tenía entonces toda la tierra una sola
lengua” (Gen 11, 1). Antiguamente, los
hombres se entendían porque hablaban una
sola lengua: usaban la lengua de Dios que es
una sola, única, porque Dios hablaba en
ellos. Sus palabras se formaban en Dios y
Dios las “traducía” en Su única lengua, para
comprensión de todos. Pero más tarde, se
rebelaron a Dios y dejaron de escuchar Su
palabra, y así fue como construyeron su
“torre” en Babilonia, oponiéndose a su
Señor. A partir de ahí dejaron de entenderse
ya que cada uno hablaba su propia lengua,
incomprensible para el resto…
También hoy es así. No siempre nos
entendemos, sin comprender en realidad
porque usamos una lengua propia, distinta
de la Suya. También hoy, Dios nos hace
comprender – con los hechos de la vida
–que nuestras palabras llegan mejor al próji-
mo cuando Le dejamos a El que hable a tra-
vés nuestro. También hoy nuestro hablar
corre el riesgo de convertirse en diálogo
entre sordos, por no decir entre personas
hostiles.
Maria y José son un ejemplo para noso-
tros. En el Evangelio no se menciona diálo-
go entre ellos, sino solo los coloquios man-
tenidos con el Angel. Y de estos coloquios
con el Angel, es decir con Dios, mana una
perfecta comprensión entre los esposos, al
punto de no necesitar de palabras entre
ellos; una comunión grande entre los dos,
que logra superar cualquier posible incom-
prensión o prueba.
Dejemos pues que sea el Señor nuestro
“interprete”. Hablémosle. Hablémosle del
los demás y de nosotros; de nuestras necesi-
dades y de las de los demás. Así las relacio-
nes con el prójimo ya no serán cosa nuestra,
sino Suya. Y serán relaciones comprensibles
y maravillosas, ¡Porque Dios tiene una
manera de relacionarse accesible y maravi-
llosa! Probemos. Tal vez experimentemos
una lengua nueva que todos entenderemos;
algo bello y nuevo en nuestra relación con
los demás, que antes probablemente no
conocíamos. Tal vez desaparezcan así las
incomprensiones y las divisiones. Maria y
Jose sean ejemplo y ayuda para nosotros.
¡Invoquémosles!
El “metro” de Dios
¿Sabrías decirme con que “metro” mide
Dios el comportamiento de los hombres?
Seguramente con el que Jesus reveló un día
a las personas de su entorno: “la medida que
uséis, la usarán con vosotros” (Lc 6,38).
Esta “medida” de la que habla Jesus se
refiere también, y sobre todo, a las pequeñas
cosas que hacemos, las menos llamativas,
las cotidianas, esas que los demás nunca
notan y a veces tampoco nosotros, porque el
Espíritu Santo escruta la profundidad de
nuestro ser, no descuida lo pequeño y escon-
dido.
Resumiendo, Jesus no nos impone una
carga, sino que nos ofrece un don. Jesus no
nos amenaza, sino que nos da un ánimo nue-
vo que revela un secreto: por amor al hom-
bre, el corazón de Dios mide nuestras accio-
nes usando nuestro mismo “metro”, sin
imponer el Suyo.
¿Acaso no revela esto Su inmensa bon-
dad? ¿Vemos realmente como, siendo el
Creador, se hace humilde y pequeño y usa
nuestras medidas, para salvar a sus creatu-
ras? De este modo, si recibimos una ofensa
de nuestro prójimo y le perdonamos, si
somos misericordiosos con él sin reservas,
entonces Dios nos perdona sin reservas, nos
concede su misericordia sin reservas, inclu-
so en las faltas mayores.
Fijémonos en lo que nos revela Jesus: si
no rechazamos el sufrimiento que nos trae la
vida (el de cada día, incluso el más peque-
ño), y si somos misericordiosos con quien
nos lo crea, (sabemos que nuestras penas
nacen de nuestro prójimo más cercano),
entonces todo pecado nuestro quedará per-
donado, para gozo nuestro y de los demás,
porque donde hay perdón, allí la alegría
construye su casa. De otro modo, nuestro
pecado permanecerá…..
Jesus se esforzaba en enseñar a sus ami-
gos la oración del “Padrenuestro”. Con las
palabras: ….perdona nuestras deudas como
también nosotros perdonamos a nuestros
deudores….
nos recuerda el “metro” que usa
Dios con el hombre.
Por tanto, ¡Gracias, Jesus!, por habernos
revelado el “metro” de Dios, para salvación
nuestra. Gracias por habernos enseñado a
usar el “metro” de la piedad y de la miseri-
cordia, a semejanza Tuya. Gracias por
habernos dado a Maria, Madre de Piedad y
de Misericordia.
UN BIEN CIRCULAR
“Dios ama al dador alegre”, escribe San
Pablo a los Corintios (2 Cor 9, 7). Es verdad,
el Señor llena de amor a quien comparte sus
bienes con los demás, en la certeza de que
nunca nada le faltará porque sabe que Dios
mismo proveerá a llenar los graneros de su
vida, de la manera y en el tiempo que El
quiera.
Esta plenitud de amor es la que invoca-
mos para todos los que habéis ayudado al
Eco, porque solo a través de vuestros
donativos este periódico ha podido seguir
subsistiendo.
La importante subida de las tarifas pos-
tales que os anunciamos ya el año pasado,
sigue por desgracia en vigor indefinidamen-
te y ha cuadruplicado los costes de envío
respecto a los años pasados. Esto nos lleva
a seguir pidiendo vuestra generosidad
,
también porque en muchos lugares del mun-
do, mucho mas pobres que los nuestros occi-
dentales, el Eco alegra la vida a mucha gen-
te, que sin embargo no puede sostenerlo
económicamente.
Estos lectores, en cambio, nos envían
cartas de agradecimiento y sobretodo nos
garantizan su oración en favor de todos los
que se hacen instrumento de la Providencia
en su lugar. De este modo, el bien se hace
“circular”, en el sentido de que quien no tie-
ne medios económicos ofrece su contribu-
ción espiritual en favor de los que tienen
posibilidad de enviar su donativo. Los
misioneros están especialmente agradecidos
porque el Eco les ayuda en su apostolado, y
se ofrecen celebrando la Eucaristía en favor
de los benefactores del periódico, enviando
a todos ellos su especial bendición.
Queremos recordar también que el
Eco se publica en una página web en
internet, pudiendo ser descargado en su
versión íntegra.
Invitamos pues a todos los
que tengan acceso a internet, que usen este
medio. Así podremos ahorrar en costes de
imprenta y envíos.
No siempre es fácil extender la mano
para pedir ayuda económica, sobretodo en
este tiempo de crisis generalizada. Pero lo
hacemos con humidad y sencillez, como lo
hacía san Francisco de Asís, conscientes de
que por nuestra parte debemos siempre
aportar un corazón responsable al servicio
del periódico, un corazón libre y desintere-
sado, un corazón predispuesto al sacrificio,
para que el Eco, querido por Maria, pueda
seguir “circulando”, llegando a todos sus
hijos esparcidos por todo el mundo. A Ella
le encomendamos nuestros pasos futuros y
todas nuestras necesidades de este pequeño,
pero siempre esperado, periódico. Gracias
de nuevo, de corazón.
El equipo de Eco
P
ENSAMIENTOS
S
ENCILLOS
de
Pietro Squassabia
El Eco de María
vive sólo de donativos
que pueden hacerse
por VÍA BANCARIA:
Associazione Eco di Maria
Banco de Valencia
(Grupo BANCAJA)
IBAN: ES59 0093 0999 1100 0010 2657
CUENTA CORRIENTE Nº:
0093 0999 11 0000102657
Para nuevas suscripciones o para
modificaciones en la dirección escribir a la
Secretaría del Eco
ECO DI MARIA
Via Cremona, 28 - 46100 Mantova -
Italia
E-MAIL: eco-segreteria@ecodimaria.net
Eco en Internet: http://www.ecodimaria.net
E-mail redacción: ecoredazione@infinito.it
Villanova M., 19 de marzo 2011
Resp. Ing. Lanzani - Tip. DIPRO (Roncade TV)
Los lectores escriben
Padre Stanislao, desde Pula, Croacia:
“La Reina de la Paz os recompense abun-
dantemente. En el Eco hallo siempre ejem-
plos e informaciones edificantes. ¡Ánimo!
Maria Calcagno, desde Uruguay: “De
corazón GRACIAS por este segundo ejem-
plar de ECO, es como “agua fresca para el
alma”. Con todo respeto pido que lo envien
siempre.Que el SEÑOR los colme de bendi-
ciones.”
Carla Bucciarelli, desde Italia: “Gra-
cias por vuestro trabajo. El Eco que descar-
go de internet me es de suma ayuda para
vivir Medjugorje…¡Cuando lo leo, mi cora-
zón se reanima y retomo el camino! Os
envío según mis posibilidades un pequeño
donativo. ¡No nos abandonéis nunca!. Gra-
cias.”
R. Evans, desde Manjimup, Australia:
“Gracias por los ejemplares de Eco que me
enviáis. ¡Os envío un pequeño donativo para
que podáis continuar!”
Louise M. Dunn, desde Stanford,
U.S.A.: “Vuestros artículos son maravillo-
sos y estimulantes desde el punto de vista
espiritual. Os envío un pequeño donativo…”
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